Camaradas: muy interesante la tesis de Isabel Loureiro sobre la realpolitik revolucionario de Rosa Luxemburgo. Sin duda hay objeciones que hacerle: pues de eso se trata, de propiciar y enriquecer los debates. Salud. JM.
El pensamiento y la acción de Rosa Luxemburg
EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN DE ROSA LUXEMBURG
ISABEL LOUREIRO (*)
Hoy cuando la izquierda está en crisis en todo el mundo (una crisis que se traduce en Brasil en un intento de reconstrucción de la izquierda) es más necesario que nunca un gran esfuerzo de reflexión con el reto de construir un
proyecto intelectual y político visando la transformación cualitativa de la sociedad.
Creo que la idea de Rosa Luxemburg de una Realpolitik revolucionaria, o sea, de que no es posible separar reforma y revolución, puede ayudarnos en esa tarea. En ese sentido, me gustaría retomar rápidamente algunas
consideraciones que hice en la presentación a la segunda edición de mi libro Rosa Luxemburg, os dilemas da ação revolucionária. Este libro fue resultado de una tesis doctoral presentada en 1992. En los últimos
13 años muchas cosas han cambiado. A fines de los años 80 la izquierda
tenía en el horizonte la caída del socialismo real y en Brasil las primeras
elecciones para Presidente de la República, cuando tuvo lugar el enfrentamiento
Lula/Collor. Aunque eso no lo diga en el libro, el PT de los orígenes
era mi interlocutor oculto. Los dilemas que apunto en el pensamiento y en la
práctica política de Rosa Luxemburg me parecían ser en aquella época los
dilemas de una izquierda socialista democrática que quiere llegar al poder de
Estado sin desistir del programa socialista. En 1989 (e incluso después) yo
veía la lucha del PT en Brasil para alargar los límites de lo posible dentro del
capitalismo como Realpolitik revolucionaria y en esa perspectiva interpreté
la teoría y la práctica de Rosa Luxemburg.
Lo que busco demostrar con detalles en el libro es que su teoría y su práctica
están atravesadas por una tensión no resuelta entre el determinismo
economicista típico de la 2ª Internacional y una concepción de política en que
la acción autónoma de las masas populares crea un espacio público completamente
diferente del espacio público burgués. Dicho de otro modo, la acción
de las masas crea ya en las sociedades predominantemente capitalistas, desde
abajo, los gérmenes de una sociedad cualitativamente diferente, lo que en la
época de Rosa se llamaba socialismo. La oscilación entre el polo determinista
y el polo “autonomista” la llamé “dilemas de la acción revolucionaria”. Hace
13 años me parecía que esos dilemas eran también los del PT.
Hoy está muy claro que esos dilemas se han extinguido en la izquierda gubernamental
en Brasil. Ella ha elegido la Realpolitik sin revolución y se limita a
aplicar automáticamente, de la manera más pragmática posible, el programa
del capital, alegando que no existe otro camino, que no hay brechas en el
edificio monolítico del capital. There is no alternative es el lema del gobierno
actual.
No es inadecuado hacer aquí un paralelo con la socialdemocracia alemana,
que tras la caída de la monarquía en 1918 adhirió tan fuertemente a las fuerzas
del antiguo régimen (y con ese procedimiento se quedó prisionera de una
lógica perversamente conservadora) a punto de ni siquiera aprovechar el espacio
político existente para realizar las reformas democráticas propuestas en
su programa. Como todos sabemos, la historia se ha vengado más tarde de
tanta falta de osadía.
Ahora trataré de presentar rápidamente la idea central de la teoría política de
Rosa Luxemburgo, no abstractamente, sino en relación con los eventos políticos
más importantes de su tiempo. Este procedimiento se hace necesario
porque las ideas de Rosa son siempre elaboradas en la polémica con los adversarios
y desde la coyuntura. Independiente del dogmatismo de su creencia
en el advenimiento necesario e “irresistible” del socialismo como desenlace
de las contradicciones económicas del capitalismo, su concepción de la política
está centrada en la idea de creatividad histórica. O sea, la historia no está
predeterminada como si fuera un destino al que los hombres han de someterse
sino que es creación, invención del actuar cotidiano, y sobre todo del actuar
revolucionario de las masas populares. Las masas son el sujeto de la historia
(Massen-Ich) que en los períodos de reflujo vuelven a los bastidores, a la
espera del momento oportuno de volver a la escena.
Con la revolución rusa de 1905 estas consideraciones, que eran solamente
teóricas en el comienzo de su carrera política, pasan a tener un contenido
preciso. La huelga de masas, creada espontáneamente por el movimiento revolucionario
en Rusia, lleva Rosa Luxemburg a la siguiente conclusión: la
conciencia de clase se crea en la acción contra el orden establecido y por eso
los trabajadores rusos, en poco tiempo, han logrado superar a los alemanes,
prisioneros de reivindicaciones inmediatas dentro de la legalidad. La responsabilidad
por esa situación en Alemania es de la política reformista de los
sindicatos y del SPD. Desde esa época las masas pasan a tener un papel central
en su teoría, y siempre aparecen necesariamente relacionadas a la acción.
En Huelga de masas, partido y sindicatos (1906), uno de sus escritos más
dialécticos, Rosa muestra enfáticamente la unidad entre la estructura (las leyes
de la historia) y la coyuntura (la acción revolucionaria inesperada), entre
el elemento económico y el político, el espontáneo y el consciente, como
polos constituyentes de la misma totalidad. La revolución proletaria, distinta
de la revolución burguesa porque en ella el sujeto son las masas, resulta precisamente
de la conjugación de esos dos factores. Sin embargo, hasta la guerra
Rosa opone siempre la acción creativa, viva, espontánea de las masas al
inmovilismo de la socialdemocracia y de los sindicatos, vistos como organizaciones
burocráticas, muertas.
Con la Primera Guerra Mundial la apuesta a la acción de las masas se vuelve
paradójicamente mayor. Si hablo de paradoja es porque aquel es un momento de
reflujo de la acción. Sin embargo es por esa razón que se puede hablar de
apuesta. El inesperado comportamiento chauvinista de la socialdemocracia y
del proletariado en el comienzo de la guerra obliga Rosa Luxemburg a reconocer
que “no hay esquema previo válido para siempre, no hay guía infalible para
mostrar [al proletariado] el camino a recorrer. Él no tiene otro maestro si no la
experiencia histórica.” (1) Donde su lema: socialismo o barbarie. Esta alternativa
indica que Rosa ha superado su anterior “fatalismo optimista” (M. Löwy) y ha
adherido a la idea de una historia abierta, sin garantías de victoria del socialismo,
en la que se introduce el riesgo y la apuesta. (2) Como escribe Merleau-Ponty en el
prefacio de Las aventuras de la dialéctica, la política no “es un capítulo de una
historia universal ya escrita. Ella es una acción que se inventa”.
Por eso mismo, en los tres meses en que participó de la revolución alemana,
Rosa Luxemburg llevó a las últimas consecuencias los dilemas que he mencionado
al comienzo de mi ponencia y que se traducen de modo muy vivo en sus
oscilaciones tácticas: ora adopta una táctica moderada, ora una táctica radical.
Esas oscilaciones no provienen solamente de la situación coyuntural (carezco
de espacio para desarrollar el tema), sino que derivan de su comprensión del
marxismo como unidad entre teoría y práctica.
Hay que aclarar que el marxismo permite una doble lectura de esa relación. 1)
La teoría es entendida como teoría para la práctica: el marxismo es interpretado
como una teoría que la clase obrera adopta y utiliza como guía para la
acción. 2) La teoría es entendida como teoría de la práctica y aquí el marxismo
es interpretado como expresión efectiva del movimiento obrero, de tal
modo que la clase se puede reconocer en la teoría. Esa relación ambigua con
la práctica revolucionaria ya aparecía en la obra de Marx, y Rosa solamente
reproduce la misma ambigüedad. Para ella, el socialismo ora consiste en el
objetivo final a priori, consignado en la teoría marxista, ora consiste en la
creación libre de las masas, en gran parte imprevisible.
Esta tensión entre las dos maneras de interpretar la unidad entre teoría y práctica
recorre toda la obra de Rosa, pero es dramática en sus últimos meses de
vida, cuando participa de la revolución y tiene que tomar decisiones cruciales
que ponen en riesgo su propia vida. Rosa interpreta la revolución que acabó
de empezar de dos maneras no excluyentes: como objetivo final socialista
puesto en la teoría y que guía (más bien, debe guiar) la clase; y como proceso
que adquiere sentido en la lucha de clases, como objetivo que se forma por la
acción de la clase en movimiento. Como en el comienzo de su carrera política,
en la polémica contra Bernstein, tampoco ahora Rosa quiere separar objetivo
final y movimiento, reforma y revolución, pero muchas veces el enfoque
unilateral en el objetivo final socialista le hace tratar a brocha gorda las vicisitudes
de la práctica.
En los meses de noviembre y diciembre de 1918 y enero de 1919 Rosa enfrenta
el período más difícil de su vida. Ella sabe que la revolución socialista
no tiene posibilidad de victoria inmediata. Pero apuesta que los consejos de
operarios y soldados, creados espontáneamente en el comienzo de la revolución,
serán una escuela de socialismo, que en los consejos las masas aprenderán
a ejercer el poder. La democracia consejista con sus asambleas, su espacio
público de debate y de toma de decisiones directamente por los involucrados
es para Rosa Luxemburgo el modelo de democracia socialista, la única alternativa
real a la forma de organización de la democracia representativa burguesa.
Ella considera la revolución socialista como un proceso largo que no
se resume al cambio de partidos en el poder, sino que solamente se podrá
realizar a través de la participación activa de los de abajo. Rosa sabe que es
necesario tiempo para construir una sociedad socialista democrática. Pero
esta Realpolitik revolucionaria no pudo desarrollarse, la contrarrevolución la
impidió.
Pero lo que es sorprendente es que junto a esa postura moderada, en los artículos
del periódico Die Rote Fahne (La Bandera Roja) Rosa hace constantes
llamamientos a las masas para que actúen en contra de las direcciones, tanto
de los socialdemócratas mayoritarios en el poder, como de los socialdemócratas
independientes, que habían roto la coalición al final de diciembre de
1918. En estos artículos Rosa asume una postura abstractamente revolucionaria
en clara contradicción con sus convicciones más profundas sobre la revolución
socialista como un proceso largo, apoyado en la mayoría de las masas
autónomas, esclarecidas.
Dejando de lado la apasionante coyuntura de aquella época, que es un asunto
de gran interés histórico, y que aún provoca controversias en el presente,
¿cuáles son las ideas de Rosa Luxemburg que pueden contribuir para una
política de izquierdas hoy?
En primer lugar, su defensa de la acción autónoma y de la experiencia de las
masas como el único medio de crear un espacio público popular, una nueva
forma de articulación entre el individuo y la colectividad, muy diferente del
funcionamiento de las instituciones en las democracias burguesas, donde los
individuos son mónadas aisladas que entran en contacto unas con otras únicamente
a través del mercado. Los consejos eran para Rosa Luxemburg el ejemplo
vivo de esa organización democrática de los de abajo.
Hoy, tal como los consejos en aquella época, los movimientos sociales (el
MST, que tiene en Rosa una de sus musas inspiradoras, es un ejemplo) buscan
construir ese espacio público popular a través de la autoorganización de las
masas marginadas en el interior de la sociedad capitalista. Es como siempre
una tarea problemática y muchas veces contradictoria, porque sufre la contaminación
de lo que quiere negar. Es como si los movimientos sociales contemporáneos
caminaran sobre la cuerda floja, ora pendiendo para la cooptación
por el Estado, ora afirmando el “gran rechazo” (Herbert Marcuse) del
orden establecido. El MST en Brasil no es excepción.
Pero una política de izquierdas en la sociedad capitalista no puede escapar a
esa contradicción que la propia Rosa Luxemburg reconocía en su texto “Cuestiones
de organización de la socialdemocracia rusa” cuando dice que la izquierda
“precisa avanzar entre dos obstáculos: entre la pérdida de su carácter
de masa y el abandono del objetivo final, entre la recaída en el estado de secta
y la caída en el movimiento de reformas burgués” (GW 1/2, p.442). De donde
la necesidad de unir reforma y revolución: la lucha por reformas sólo tiene
sentido desde que está incluida en un movimiento visando el socialismo.
En segundo lugar, la no separación entre reforma y revolución. Rosa luchó
toda su vida por una política de izquierdas que fuera al mismo tiempo revolucionaria
y enraizada en los problemas del presente. Es verdad que a veces
tendió unilateralmente al revolucionarismo abstracto (por ejemplo, en la revolución
alemana), pero su espíritu no sectario siempre estuvo listo a aprender
con las nuevas experiencias, como en el caso de los consejos. (3)
En tercer lugar, la idea de una historia abierta, que no se desarrolla en línea
recta hacia el socialismo. El desenlace de la historia, distintamente de lo que
pensaban los marxistas ortodoxos de la 2ª Internacional, depende de la acción
de los de abajo, de su conciencia, organización, iniciativa. “No se trata más de
esperar que el fruto ‘madure’ según las ‘leyes naturales’ de la economía o de la
historia, sino de actuar antes que sea demasiado tarde.” (4)
Expresé al comienzo de este artículo que la teoría y la práctica de Rosa
Luxemburg están atravesadas por una tensión no resuelta entre el determinismo
economicista y la acción autónoma de las masas. El ejemplo de eso se da por
su comportamiento tras la caída de la monarquía cuando ella se encuentra
dividida entre una posición “realista” que reconoce la “falta de madurez de la
revolución alemana” (5) y una posición “izquierdista” que rechaza el frente único
de las izquierdas. Si hablé de un aspecto poco comentado del “pensamiento
y acción” de nuestra revolucionaria es porque creo importante ver a Rosa
Luxemburg como un todo y no solamente enfatizar uno de los lados, como
hacen la mayoría de los comentadores.
Pero hay que reconocer que si Rosa ha permanecido actual hasta hoy y si en
los momentos de crisis la izquierda siempre se acuerda de ella, más allá de las
razones mencionadas, se debe al hecho de ser una figura humana y revolucionaria
ejemplar. Si Rosa sigue atrayendo los espíritus insumisos es sobre todo
porque ella nunca ha renunciado al programa socialista en nombre de la
Realpolitik, no más. Su teoría y su práctica son el ejemplo vivo de una política
de izquierdas que siempre ha buscado mantener unido lo que es y lo que
puede ser.
REFERENCIAS
Loureiro, I. Rosa Luxemburg – os dilemas da ação revolucionária: Editora UNESP/
Fundação Perseu Abramo/Rosa Luxemburg Stiftung, São Paulo, 2004, 2ª edición.
Löwy, M., Bensaid, D. Marxismo, modernidade e utopia. Xamã, São Paulo, 2000.
Luxemburg, R. Organisationsfragen der russichen Sozialdemokratie. Gesammelte Werke
1/2. Dietz Verlag, Berlín, 1979.
------ Massenstreik, Partei und Gewerkschaften. Gesammelte Werke 2. Dietz Verlag, Berlín,
1981.
------ Die Krise der Sozialdemokratie. Gesammelte Werke 4. Dietz Verlag, Berlín, 1987.
------ Die Ordnung herrscht in Berlin. Gesammelte Werke 4. Dietz Verlag, Berlín, 1987.
Merleau-Ponty, M. Les aventures de la dialectique. Gallimard, Paris, 1954.
Notas
* Fundación Rosa Luxemburg, San Pablo, Brasil.
1. Die Krise der Sozialdemokratie. GW 4, Dietz Verlag, Berlín, 1987, p.53.
2. Michael Löwy considera que desde la guerra Rosa Luxemburg ha roto con la
concepción iluminista-burguesa de la historia lineal y “progresista” de la 2ª Internacional
y adhirió a la idea de una historia en la que el factor contingente es decisivo.
Estoy de acuerdo con M. Löwy, solamente no me parece que Rosa haya roto completamente
con el determinismo anterior, sino que éste se volvió más mitigado.
3. Si los cuerpos francos le hubieran dado tiempo, estoy segura de que habría hecho
la crítica pública del comportamiento suicida (y heroico) de la dirección comunista
durante la insurrección de enero, tal como lo hizo posteriormente su gran amigo Paul
Levi, el mayor defensor de las ideas de Rosa en el KPD.
4. Michael Löwy, Marxismo, modernidade e utopia. Xamã, São Paulo, 2000, p.48.
5. Rosa Luxemburg, Die Ordnung herrscht in Berlin, GW 4, p.533.
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