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    Rosa Luxemburgo, una rosa en la tormenta

    luxemburguista
    luxemburguista
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    Rosa Luxemburgo, una rosa en la tormenta Empty Rosa Luxemburgo, una rosa en la tormenta

    Post  luxemburguista Tue Feb 16, 2010 1:29 pm

    ROSA LUXEMBURGO, UNA ROSA EN LA TORMENTA

    SALUD
    Klaudio
    Klaudio


    Number of posts : 66
    Group : Biblioteca digital Rosa Luxemburgo
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    Rosa Luxemburgo, una rosa en la tormenta Empty Re: Rosa Luxemburgo, una rosa en la tormenta

    Post  Klaudio Thu Apr 08, 2010 3:55 pm

    ROSA LUXEMBURGO,
    UNA ROSA EN LA TORMENTA
    "No basta con voltear el poder oficial y reemplazarlo
    por algunas docenas de hombres nuevos, los trabajadores deben poseer todo el poder del Estado"
    Ricardo Lorenzo Sanz y Héctor Anabitarte Rivas
    25-1-2010
    Como dice Paul Mattick, la Revolución Alemana de 1918 no está dirigida por los partidos y grupos de izquierda, «se trataba estrictamente de un levantamiento político encaminado a acabar con la guerra y a eliminar la monarquía a la que se consideraba responsable de ella. Fue una consecuencia de la derrota militar alemana y no gozaba de seria oposición por parte de la burguesía y de los militares que les permitió cargar el peso de la derrota al movimiento socialista. Esta revolución situó a la socialdemocracia en el gobierno, aliándose entonces con los militares, a fin de aplastar cualquier intento de transformar la revolución política en una revolución social». Es la socialdemocracia que el 4 de agosto de 1914 vota a favor de los presupuestos de guerra, y que entonces Luxemburg califica de «cadáver hediondo».

    Luxemburg se opone a la alianza socialdemócrata-militares, y rechaza las condiciones de paz, pues no son menos imperialistas que la política alemana de 1914.

    Censura agriamente la «capitulación de la lucha de clases, unión con las respectivas burguesías nacionales para una masacre bélica recíproca». Y en 1918 critica las propuestas de Wilson en los siguientes términos: «...Krupp producirá en lugar de cañones fuegos artificiales para Navidad, la ciudad norteamericana Gary (las acerías más grandes del mundo), será transformada en un jardín de infantes... Y todo esto en virtud de la fórmula mágica de Wilson, el presidente de los multimillonarios norteamericanos; todo esto con ayuda de Clemenceau, Lloyd George y el príncipe Max von Baden...». Pero sus pecados son muchos y la condena previsible. Se lanza también en contra del auge del nacionalismo, que viene a paliar, a diluir, en ese momento histórico sacudido por la Revolución de Octubre, las contradicciones sociales en cada país: «La idea de la lucha de clases capitula aquí ante la idea nacionalista. La armonía de las clases en cada nación aparece como presupuesto y complemento de aquella armonía entre las naciones que debería surgir de la guerra mundial bajo la forma de 'sociedad de las naciones'. En el momento actual el nacionalismo absorbe todo. Desde todas partes naciones y nacioncitas se presentan a reclamar derechos de constitución en Estado... Polacos, ucranianos, rusos blancos, lituanos, checos, yugoslavos, diez naciones Nuevas en el Cáucaso... Los sionistas fundan ya su ghetto palestino, provisionalmente en Filadelfia... ».

    EL «LUXEMBURGUISMO»

    Para Rosa Luxemburg «el socialismo no será hecho ni puede ser realizado por decretos, tampoco por un gobierno socialista por perfecto que fuere. El socialismo debe ser hecho por las masas, por cada uno de los proletarios... En el porvenir deberemos construir, ante todo, el sistema de consejos de obreros y soldados, principalmente, los consejos obreros, y extender ese sistema en todas las direcciones... Los trabajadores deben poseer todo el poder en el Estado... No basta con voltear el poder oficial central y reemplazarlo por un par o algunas docenas de hombres nuevos, como en las revoluciones burguesas. Necesitamos obrar de abajo hacia arriba... No conquistar el poder político desde arriba, sino desde abajo». Esta definición, sobre cómo debe ser construido el socialismo, incita a la Segunda y Tercera internacionales, en diferentes momentos, a responderle con las más duras críticas. Para unos es una bolchevique, para otros una anarquista. Ambas acusaciones, rotuladas de manera peyorativa, si son analizadas ante los hechos de su larga militancia y su extensa obra escrita, no se sostienen.

    Luxemburg, que mereció ser considerada como la más brillante discípula del autor de El Capital (por supuesto, no era marxista), detectó con acierto los peligros provenientes de un reformismo claudicante ante los proyectos de la derecha y de un centralismo revolucionario que degenera en dictadura del y para el partido gobernante.

    LA TAN COMENTADA ESPONTANEIDAD LUXEMBURGUISTA

    Si bien es cierto que tenía una confianza ilimitada en las masas trabajadoras «...esta fe estaba unida en su nunca desmentida confianza en la fuerza creativa de la vida», Roland Holst), también es cierto que nunca fue el apóstol de la lucha política espontánea.

    O mejor expresado, confiaba en el desarrollo del movimiento de las masas explotadas, como fruto de su conciencia política, y no como resultado de una táctica partidaria. Es la Internacional estalinizada por Grigori Zinoviev (quien será ejecutado en la URSS en 1936, acusado de trotskista), la que años después de su desaparición, caracteriza así su accionar y pensamiento, es cuando la Tercera Internacional, ante el ascenso del fascismo, hace de la defensa de la Rusia soviética el único asunto de importancia internacional.

    Para Luxemburg, dice el teórico francés Daniel Guerin, «espontaneidad y conciencia no son procesos separables, ni mecánica ni cronológicamente, se trata de un desarrollo dialéctico... ». La utilización del término espontáneo que hace la líder socialista no tiene nada que ver con la utilización común de la palabra. Lo que resulta insoportable es que afirme que «la vanguardia del proletariado consciente se encuentra en un estado de permanente devenir...», cuando los partidos socialistas y comunistas, suponen que la vanguardia es el partido mismo, desde siempre, desde antes de que las masas se incorporen a la lucha.

    «Cuando más crece el proletariado en número y en conciencia, tanto menos se justifica que sea sustituido por una 'vanguardia' instruida... La masa se convierte, por así decirlo, en dirigente y sus 'jefes' no resultan otra cosa que 'los ejecutantes, los instrumentos de su acción consciente'». El pensamiento de esta mujer tiene hoy plena actualidad cuando el autoritarismo y el burocratismo son fenómenos que acompañan invariablemente a todos los procesos revolucionarios, hayan o no conquistado el gobierno o el Estado mismo. En cada país socialista y en los países del Tercer Mundo, inmersos en una actividad de liberación nacional y social, se suelen imponer partidos únicos o frentes únicos, monolíticos, en donde las críticas, de ser aceptadas, siempre son a posteriori, y consolidan padres de la patria, los cuales se ubican casi fuera del tiempo y del espacio social. Ante esta situación, un hecho generalizado que merece un profundo análisis, el pensamiento luxemburguista irrita y tiene un valor muy singular: «El alma de las masas contiene siempre dentro de sí, como Thalatta, el mar eterno, todas las posibilidades latentes: calmas chicas mortales y tempestades desenfrenadas, la más abyecta cobardía y el heroísmo más exacerbado... No debe conducirse a las masas laboriosas a la manera como el domador presenta a las bestias feroces, detrás de rejas de hierro, pértigas protectoras en sus manos. El ímpetu de las masas desorganizadas es mucho menos peligroso para nosotros en las grandes luchas que la inconstancia de los jefes».

    Para ella el partido no debe proponerse, por encima de las masas obreras o a través de esas mismas masas, establecer su propia dominación: «La Liga Espartaco quiere solamente ser en toda ocasión la parte del proletariado más consciente del fin común, la que, a cada paso del camino recorrido por el conjunto de la amplia masa obrera, le recuerda a ésta la conciencia de sus tareas históricas». Acepta una centralización operativa, pero «no debería basarse ni en la obediencia ciega, ni sobre la subordinación mecánica de los militantes a un poder central». Luxemburg desmitifica el rol hipertrofiado del partido de la clase obrera en el proceso social, y, por ende, sus líderes son arrancados de sus respectivos pedestales: «La Historia de todas las revoluciones precedentes nos demuestra que los violentos movimientos populares, lejos de ser productos voluntarios, arbitrarios, de pretendidos 'jefes' o 'partidos', como se lo imaginan el policía y el historiador burgués oficial, son, sobre todo, fenómenos sociales elementales, producidos por una fuerza natural, cuya fuente es el carácter de clases de la sociedad moderna». Es decir, para Luxemburg el partido es el instrumento, es el que recoge los avances de los trabajadores a nivel de su experiencia, su mentalización como clase y su organización, y no al revés.

    Es Luxemburg también quien duda de la famosa frase de Marx: «¡Acumulad, acumulad, esta es la ley de Moisés y de los profetas!». Entiende que la economía capitalista se había desarrollado creando la era de los gigantes de la industria, los embriones de las futuras multinacionales. Se percata de que el capitalismo no se estanca. Su obra, La acumulación del capital, es de lectura obligatoria para quienes están interesados en la teoría económica de Marx.

    A las puertas de su asesinato, diferencia minuciosamente las coincidencias y difirencias entre la revolución rusa de 1917 y la alemana de 1918.

    Quien será acusada de espontaneísta, no se deja arrastrar por el entusiasmo que produce la presencia indignada de millones de obreros en las calles de Alemania. Logra ver a través de la superficie del proceso y afirma que «el 9 de noviembre se produjo una revolución llena de insuficiencias y debilidades. No hay por qué asombrarse. Fue la revolución sobrevenida después de cuatro años de guerra, después de cuatro años durante los cuales el proletariado alemán, gracias a la educación a la cual lo sometió la socialdemocracia y los sindicatos, ha dado muestras de tal miseria y de tal renegamiento de sus deberes socialistas, que no podríamos hallar su equivalente en ningún otro país... Los acontecimientos del 9 de noviembre fueron en sus tres cuartas partes, no la victoria de un principio nuevo, sino el derrumbe del imperialismo existente...». Opinaba que había «leyes de bronce de la revolución», y no confundía a un estallido con miras a la creación de una nueva situación social, con un estallido provocado por la derrota y la desesperación. Insiste hasta el último día de su vida que «la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos» (Marx).

    «LULU QUERIDÍSIMA»

    Clara Zetkin, quien fuera amiga y compañera de Luxemburg, dice que ella «vivía una indomable voluntad. Dueña de sí, sabía atizar en el interior de su espíritu la llama dispuesta a brotar cuando hiciese falta, y no perdía jamás su aspecto sereno e imparcial...». Ya antes de su muerte Luxemburg se había convertido en una personalidad muy influyente, y sus camaradas, sorprendidos por su imprevisto fin y abocados a la labor de fortalecer la Liga Espartaco, ofrecen una imagen pública apropiada para los textos escolares: «Acostumbraba a dominarse a sí misma, podía disciplinar y dirigir el espíritu de los demás... Su corazón estaba abierto a todos los dolores humanos. No carecía nunca de tiempo ni de paciencia para escuchar a cuantos acudían a ella buscando ayuda y consejo. Para sí, no necesitaba nunca nada, y se privaba con gusto de lo más necesario para dárselo a otros». Como está visto, se habla de ella como de un inalcanzable modelo a seguir, algo así como una imagen para vender. Es así como la momificación ritual -fenómeno literalmente cierto con los cadáveres de Lenin y de Mao, o las manos del Che Guevara (el cadáver de Stalin fue posteriormente incinerado)-, origina la desaparición viva y concreta de estas personalidades, y las nuevas generaciones, suelen tener sólo un contacto vertical y no horizontal con aquellos que son los protagonistas y responsables directos de la historia contemporánea. Sus obras y sus vidas son enceradas cuidadosamente e iluminadas como las salas de los grandes museos, esos que son visitados diariamente por los turistas-guiados. Algunos de ellos dicen luego que las postales están mejor coloreadas que el original.

    Por ello es que intentaremos que Rosa Luxemburg sea la encargada de explicarnos, aunque sea parcialmente, quién era Rosa Luxemburg, y para cubrir este objetivo utilizamos párrafos de una carta que enviara desde la cárcel:

    «Lulú, queridísima: Ayer se recibió para mí en Berlín una citación judicial por falta de comparencia, de la cual no dejarán de lio verme unos cuantos meses más de cárcel. Hoy se cumplen justamente los tres desde que me confinaron aquí, en la tercera etapa... Perdóname, querida, que te haya hecho esperar tanto tiempo por la contestación, pero acabo de pasar un corto período de decaimiento lamentable. Hemos tenido varios días de un viento glacial, y me sentía tan poca cosa, tan débil, que no osaba sal ir de mi jaula, temerosa de sucumbir al frío. En tal disposición, esperaba, naturalmente, con cierta impaciencia nostálgica, recibir una carta cordial y tierna; pero por desgracia, mis amigos esperan siempre que el impulso, la señal, parta de mí. A nadie se le ocurre la idea de escribirme espontáneamente -a excepción del buenísimo Hans-; pero también él debe estar cansado de escribir... Ya estoy otra vez alegre y de buen humor, y sólo me faltas tú para reír y charlar como solo nosotras sabemos hacerlo... ¿Te acuerdas la noche aquella en que, de vuelta de casa de Bebel, ejecutamos un concierto en plena calle, a medianoche, croando a tres voces? Recuerdo que me dijiste que a mi lado te sentías algo alegre, como si hubiéramos bebido champagne. Esto es precisamente lo que me gusta de ti, que yo pueda ponerte de ese humor de champagne, en el que la vida nos Baila por el cuerpo y se sienta una dispuesta a cometer cualquier locura... Tienes la cabeza llena de preocupaciones por la historia del mundo, que va de capa caída, y el corazón henchido de suspiros ante el lamentable espectáculo que están dando los Scheidemann y sus secuaces... Yo puedo apenarme cuando Mimí está enferma o vosotros no estáis bien. Pero cuando el mundo entero se sale de quicio, lo único que me preocupa es saber el qué y el porqué de lo que ocurre, y desde el momento en que sé qué he hecho lo que tenía qué hacer, recobro la tranquilidad y el buen humor. 'Nadie está obligado a más de lo que puede'. Además, todavía me queda todo cuanto hasta hace poco era para mí motivo de satisfacción: la música y la pintura, las nubes y la herborización en primavera, y los buenos libros, y Mimí y tú, y muchas otras cosas más; en fin, que soy tan rica como Creso y confío serlo hasta el último instante de mi vida... Los petirrojos me hacen fiel compañía ante mi ventana; ya conocen muy bien mi voz y parece que se complacen en oírme cantar. Últimamente les canté el aria de la Condesa de las Bodas de Fígaro; había seis, por lo menos, acurrucados en el matorral frontero a mi ventana, y me escucharon hasta el fin, inmóviles...».

    Nació cerca de Lublin, el 5 de marzo de 1871 o de 1870. Su familia es una de las tantas familias judías polacas de la época. Se trasladan a Varsovia, y allí estudia en el Segundo Gimnasio Femenino. A los 17 años de edad se incorpora al Partido Socialista Revolucionario. Un año después, en 1888, emigra a Zurich, donde estudia ciencias naturales y economía política. Allí se relaciona con los emigrados polacos y rusos. En 1893 participa en el Congreso de la Segunda Internacional; interviene en sus deliberaciones. Contrae matrimonio con Gustav Lübeck, con el fin de obtener la ciudadanía alemana. En 1898, en Berlín, forma parte de la socialdemocracia. En noviembre de 1905, cuando se impone la tendencia de izquierda en el Congreso de Jena, ingresa a la redacción de Vorwárts, órgano oficial del partido. Viaja a Varsovia, para participar de las movilizaciones populares contra el Zar, y en 1906 es arrestada.

    Un año después es nombrada profesora de economía de la escuela partidaria en reemplazo de Hilferding. A fines de 1912 publica su libro más conocido, La acumulación del capital, que despierta las más variadas críticas. Un año después, ante el peligro de guerra, pronuncia un discurso pacifista en Frankfurt del Main. Esto le significa ser condenada a un año de cárcel. La pena es suspendida por la fragilidad de su salud. Rompe con los socialdemócratas en 1914, cuando éstos apoyan la guerra.

    En el período que va de febrero de 1915 a noviembre de 1918, exceptuando cinco meses, es encarcelada. Muere a los 48 años de edad el 15 de enero de 1919.

    Para Lenin, «a pesar de sus errores» había sido y seguía siendo un águila. Para Enriqueta Roland Holst tenía una fe mística en las masas revolucionarias. Para Daniel Guerin la búsqueda de Rosa Luxemburg ha quedado interrumpida, en el plano de la teoría como en el de la práctica. Para Franz Mehring es la más brillante continuadora de Marx. Para Trotsky, su teoría de la espontaneidad fue un arma saludable contra el mohoso aparato del reformismo. Para Paul Frólich las críticas del stalinismo contra ella son la expresión de una mentalidad burócrata de Estado y partido. Para Michel Colinet, murió antes de poder comprobar hasta qué punto los errores que había denunciado proliferaron, hasta el punto de hacer de Rusia la sede de la contrarrevolución stalinista. Para Georg Lukacs, comprendió tempranamente, que la organización es mucho más una consecuencia que una condición previa del proceso revolucionario. Para Gramsci, la dirección política del proletariado y la espontaneidad de las masas no se contradicen. Finalmente, la stalinista Ruth Fischer dice que su influencia "es un bacilo de sífilis".

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