1. El camarada EricL tenía sobradas razones para plantear la actualidad de las formulaciones de R.L. sobre la evolución del capitalismo y sus crisis. Como suele decirse, en cada presente se analiza el pasado en función de ese mismo presente, cada sociedad busca en el pasado claves de un proceso histórico que, aunque sea de manera intuitiva, sabe que ha dado como resultado su presente. Como es lógico, hoy la crisis se convierte en el elemento clave de nuestras vidas (nos demos cuenta de ello o no). Y, como también es lógico, aquellos que nos oponemos al capitalismo tratamos de formular respuestas a una crisis que sabemos producto de un proceso histórico determinado. Para ello partimos del también proceso de oposición al capitalismo, de lo que hasta ahora ha sido analizado y formulado por el movimiento proletario.
2. Sigo pensando lo mismo que antes de leer estas obras: si me considero luxemburguista es porque, hasta ahora, nada fundamental he encontrado en la teoría y la praxis de R.L. con lo que no esté plenamente de acuerdo. Lo que no me ocurre con ningún otro personaje destacado del movimiento obrero. Lo digo de entrada porque voy a defender las tesis de R.L. Lo que sigue es una aportación al debate, formulada de manera intencionadamente polémica, con parte de una serie de materiales con los que estoy intentando confeccionar un artículo sobre este tema.
3. La lectura de estas obras, muy difíciles de encontrar en castellano, es muy importante para la formación del proletariado. Por eso en breve vamos a “digitalizar” la Anticrítica (hemos conseguido un ejemplar en castellano con un más que interesante prólogo de Nettl) y a traducir y publicar digitalmente La Acumulación del Capital (y una serie de materiales complementarios de otros autores, en especial György Lukács, Lelio Basso y Loren Goldner). Esas digitalizaciones me permitirán además ubicar citas precisas en el artículo.
Sigo sin entender el empeño de algunos en negar la validez (en general) de los postulados contenidos en La Acumulación. Y es que la mayoría de los izquierdistas, ya sean bolcheviques, “socialdemócratas”, consejistas, imposibilistas o de otras tendencias se oponen a lo expuesto por Rosa. Que no hubiera leido hasta ahora las obras no significa que ignorase por completo sus contenidos (y las críticas que le habían sido formuladas). En el caso de los bolcheviques (Grossman es su máximo exponente), dada la esclerosis manifestada por la inmensa mayoría de sus postulados, es lógico. Por “socialdemócratas” me refiero a los que han abandonado cualquier pretensión socialista y se han pasado al campo de los defensores del capitalismo. En realidad, ya lo habían hecho antes de la publicación de La Acumulación, y su odio a quien había sido implacable en su crítica al revisionismo es perfectamente entendible. Pero de otros (Pannekoek y sobre todo Mattick, o la tradición del Imposibilismo representada por el Movimiento Socialista Mundial, por ejemplo) me extraña, y no agradablemente, que en este aspecto se posicionen del lado de la “ortodoxia” asumiendo como propias las críticas de reformistas y bolcheviques. No se si se trata de pregonar su “pureza marxista” para evitar que los acusen como a Rosa, o de qué. Pero desde luego, sumarse al clerical coro azuzado después por la campaña stalinista contra la “peste luxemburguista”, no es de recibo. Al menos no simplemente siguiendo los postulados de esos coros.
La tesis central de R.L., que es la misma que en el último capítulo de la “Introducción a la Economía Política” es bastante evidente para cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de la Historia de la segunda mitad del XIX y del XX. Pese a lo cual, ese empeño en negarle validez continúa. ¿Con qué argumentos? ¿Con datos históricos irrefutables? ¿Con contrastaciones empíricas de las afirmaciones teóricas? ¿Con la aplicación de análisis utilizando el materialismo histórico? No, en absoluto. Lo único que aparece una y otra vez es el recurso a lo que ya fue criticado por la propia Rosa. Todas las argumentaciones en su contra se fundamentan en última instancia en el “científico” criterio de la “auctoritas”, con el “incuestionable” argumento de que Rosa Luxemburgo se apartó de lo expuesto por Marx (sobre todo en El Capital) y, lo que es aún más grave según sus detractores, se atrevió a intentar ¡corregir “errores” o “insuficiencias” del “gran maestro”! ¡Sólo por tamaña osadía debiera arder en los infiernos! ¿Quién se creía que era esa señora para atreverse a ese herético e infame acto? Junto a ese “tan clarificador” argumento, pueden encontrarse sesudos debates “teóricos” (yo los denominaría más bien metafísicos, pero en fin) e incluso fórmulas matemáticas (¡tan útiles para los análisis sociales e históricos!). Quien busque análisis del proceso histórico real, datos, acontecimientos, interrelaciones e inferencias,… de lo que ha acontecido en la historia, perderá el tiempo. ¿Para qué van a manchar sus mentes los críticos de Rosa con empirismos tales? Pero la Historia está hecha de seres de carne y hueso, no de números.
Por el contrario, tanto en La Acumulación del Capital como en la Anticrítica, puede comprobarse cómo Rosa sí bajó a ese mundo de los simples mortales que, en lugar de darsela de teóricos e idear muchas cosas en sus cabecitas (tal como hicieran desde Platón hasta Hegel todos los filósofos), se dedican a ese “triste” trabajo que es analizar lo que pasa a su alrededor. Que yo sepa, el materialismo histórico consistía en eso, en partir de la realidad material y en que las teorías se ajustasen a esa realidad material. Entonces, ¿cómo se construyen teorías sin un solo dato de lo que ocurre en el proceso histórico real? Pues al parecer, para ser un buen teórico marxista, basta con recitar los salmos de El Capital y elucubrar abstracciones económicas (a ser posible con su formulita matemática, que otorga mayor “cientifismo”). Yo les hubiera recomendado una atenta lectura de La Ideología Alemana. Puede que se hubieran sentido identificados, pero no con quien ellos quisieran.
Rosa Luxemburgo parte de un hecho muy sencillito: el propio Marx reconoció que su análisis de la acumulación del capital era una abstracción: Marx planteaba una sociedad compuesta sólo por capitalistas y proletarios asalariados, que él mismo reconocía no existía realmente. No está de más que recordemos que un modo de producción es una categoría de análisis, útil para investigar la realidad, pero que nunca debe ser confundida con la realidad (las formaciones económico-sociales realmente existentes). Como, además, Marx no acabó los volúmenes II y III de El Capital (Engels publicó los materiales incompletos que había), y habían pasado una serie de años (y el proceso histórico no se había detenido), Rosa pensó que sería interesante avanzar en el conocimiento de la realidad de las sociedades capitalistas (recordemos también que había dado clases de Economía Política en la escuela central del partido, que es lo que le llevó a plantearse si era preciso “completar” los análisis de Marx). Para ello creía que debía actuar como todo científico suele y, haciendole caso además a Marx, actualizar y mejorar las teorías marxianas, completando aquellos aspectos que no pudieron ser resueltos por Marx.
Evidentemente, hay otros aspectos más “prácticos” que también motivaron a Rosa: la deriva de la socialdemocracia hacia la fosilización y el dogmatismo; las polémicas sobre los límites del capitalismo (muy vinculadas al debate entre revisionistas y revolucionarios) y las crisis del sistema; el avance del proceso imperialista; y la guerra (recordemos que es en 1913 cuando se publica La Acumulación).
¿A qué conclusiones llegó Rosa? Como hemos dicho, la idea central es la que también aparece en la Introducción a la Economía Política: la acumulación del capital social (de toda la sociedad) precisa de la expansión de las sociedades capitalistas a costa de las sociedades no capitalistas y de los restos no capitalistas todavía existentes en las mismas sociedades capitalistas. ¿Por qué? Porque es imposible realizar toda la producción (y que se produzca entonces acumulación) sólo contando con los capitalistas y asalariados que participan del modo de producción capitalista. Rosa no se sitúa, como han dicho sus críticos, en la esfera de la circulación, frente a la “ortodoxa” esfera de la producción. Sencillamente considera absurda la distinción entre las esferas de la producción y la distribución cuando de lo que se trata es de analizar la acumulación total social, no la explotación en una empresa.
Yo preguntaría de entrada a los críticos: ¿había o no había personas involucradas en realidades económicas no capitalistas en las formaciones económico-sociales capitalistas del momento? ¿Cómo se desarrolló el capitalismo desde la crisis del siglo XIV hasta la Revolución Industrial? ¿No fue en contacto y a costa de las formas económicas no capitalistas? ¿Cómo explican la protoindustrialización? ¿Y el sistema de producción domiciliaria, que aún existe? Parece que los debates sobre la transición del feudalismo al capitalismo no son relevantes para los críticos. Pues yo leería al menos a Kriedte.
Unidas, vinculadas, derivadas, o como se quiera, a esa idea hay otras dos también centrales:
1. Hay una relación necesaria entre las crisis del capitalismo (entendidas como fenómenos complejos pero, en última instancia, vinculadas a problemas para continuar la acumulación) y los procesos de expansión de las sociedades capitalistas sobre las no capitalistas (o sobre las formas no capitalistas en el seno de las FES capitalistas). Evidentemente, no vamos a debatir aquí sobre si las crisis son inevitables o no, sobre su carácter de propias de y necesarias para el capitalismo. Ese debate sólo tiene ya sentido contra la ideología capitalista (y sus lacayos social-reformistas). Los procesos de expansión sobre otras sociedades podrían ser denominados en un sentido muy general Imperialismo (sobre todo por la época en que se escriben los libros, aunque se analizan también las colonizaciones anteriores, que normalmente no son denominadas así por los historiadores, con razón pero por motivos que no vienen ahora al caso). Y vinculado al Imperialismo estaría otro fenómeno: el Militarismo. Pero no entendido sólo por Rosa desde la óptica de instrumento para la dominación (de las sociedades sometidas y de las clases sociales dominadas por la burguesía), sino también desde el punto de vista de su valor como mecanismo económico.
2. Y la que en mi opinión es la más interesante de todas. Si el capitalismo necesita de las sociedades no capitalistas para “solventar” sus crisis, ¿qué pasará cuando no queden sociedades no capitalistas? En forma de consigna es lo que se enuncia en la célebre ¡Socialismo o Barbarie!
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