Yo te doy mi opinión. Tengo en cuenta a los "clásicos", pero sobre todo expongo las conclusiones a las que yo llego a partir de esas lecturas (y de otras) y de mis propios análisis.
Socialismo y Comunismo se usan como sinónimos. Lo que no significa que lo sean. Nosotros los hemos usado así, pero básicamente por esa "costumbre en la izquierda" y porque lo relevante no es distinguir dos etapas (cosa que Marx hizo "a veces") sino considerar la revolución y la transformación de la sociedad como un proceso histórico en el que se van produciendo cambios (a diversos ritmos, interrelacionados y sin posibilidad de previsión absoluta).
Socialismo es un término más específicamente "económico". Es decir, se refiere a la socialización de los medios de producción, ÚNICO MECANISMO que puede garantizar unas relaciones sociales de producción socialistas. Que la propiedad sea social implica que es la sociedad en su conjunto la que controla los medios de producción (y de distribución). Eso excluye un poder separado o segregado, sea éste un partido o un estado controlado por un partido. Sí es cierto que el estado se supone que no desaparecería inmediatamente sino que se convertiría en el instrumento en manos de la clase proletaria en su conjunto frente al poder burgués anterior y frente a la clase burguesa. Eso sería la dictadura del proletariado, y no lo que los maoistas plantean (y llevan a la praxis en China). Pero ese esquema "táctico" estaba pensado para el XIX. Y Marx y Engels no tienen un planteamiento unívoco. Ni falta que hacía, porque en cada situación la cosa cambia en función de la realidad concreta. Pero sin perder nunca de vista lo que NO ES SOCIALIZACIÓN.
Comunismo se refiere a algo mucho más amplio. Un sistema social "perfecto" o "ideal" en el que han desaparecido todos los vestigios de la sociedad capitalista, todas las desigualdades, todas las alienaciones, y hemos aprendido todos a "funcionar" conforme a nuevas relaciones sociales de producción (socialistas). Podríamos decir que es el sistema social plenamente implementado.
Pero en el fondo ese debate sirve sólo como guía y para comprobar en la realidad lo que no ha supuesto un avance hacia el socialismo-comunismo (las experiencias bolcheviques y las social-reformistas). Es posible saber lo que no ha servido. Pero no lo es saber de antemano lo que será o cómo será exactamente. Quienes predicen sociedades paso por paso son utópicos o iluminados idealistas, a los que Marx ya dedicó alguna de sus obras. Pero han seguido ahí, huyendo del materialismo histórico en la praxis por más que lo reivindiquen en sus discursos.
Podemos también intuir y/o saber muchas cosas sobre cómo será la sociedad comunista. Y sobre todo sobre cómo queremos que sea. Pero no podemos trazar los momentos concretos de la consecución de nuestros objetivos en el proceso histórico futuro. O plantear que todo será "de golpe y porrazo". Sabemos por ejemplo que, dado que se tratará de satisfacer necesidades y no de obtener ganancias, el dinero será prescindible, organizándose la distribución de otros modos. Pero eso no significa que podamos tener todo lo que se nos antoje. De ahí que tampoco podamos decir "y mañana a las 9.00 se acabó el dinero". Eso nos ubicaría en el irracionalismo de corte anarquista. Es mucho más útil proponer sacar del ámbito del dinero aquellas cuestiones que consideremos necesarias (servicios públicos, vivienda, alimentación,...). Y tener claro que la producción es cuantificable en horas de trabajo (trabajo vivo). Y que todos tendremos que decidir cuántas horas de trabajo queremos, sabiendo que eso significa poder disponer de unos determinados bienes y servicios (y no de otros). Si todos trabajamos lo mismo, y sabemos que tener más significa trabajar más, probablemente decidamos tener menos, dándonos cuenta de que muchas cosas son prescindibles.
Sobre la cuestión de la acumulación, esos maoistas deberían hacer dos cosas:
1. Actualizarse un poquito. Hoy existe la posibilidad real de tener asegurada la existencia en condiciones dignas (índices vinculados a lo que se conoce como calidad de vida, distinto a nivel de vida) para todos los habitantes del Planeta (cifras standard -ONU,...- en la mano). Por lo que tener ese esquema decimonónico-tercermundista-campesino es sencillamente ridículo.
2. Plantearse qué es la acumulación de capital y lo que supone. El capital es trabajo "muerto" o acumulado. Y está claro que si decidimos producir bienes de producción porque los necesitamos estamos "acumulando capital". Pero acumular capital no es sólo eso, sino que también es una tendencia y necesidad del sistema actual que se interrelaciona con otras tendencias (competencia, monopolio,...). Es decir, existe en unas condiciones concretas determinadas, no en el aire. Y supone la subordinación del trabajo vivo al trabajo muerto o acumulado. De ahí que justificar el poder de un partido a partir de esa necesidad es situarse en la lógica del capitalismo y las relaciones sociales de producción capitalistas, no romper con ellas y la desigualdad, explotación y opresión que llevan aparejadas. Es justificarse a ellos mismos como "necesarios", autojustificar su poder a través de una mistificación.
En condiciones óptimas todo lo que produjésemos en una sociedad comunista sería controlado por nosotros mismos. Pero, ¿significa eso que sólo produce cada uno para sí mismo? Nuevamente tenemos que elegir entre la irracionalidad (que los propios anarquistas dejaron de lado en numerosas ocasiones en su praxis real en la guerra civil española) y lo que es algo que se repite necesariamente a lo largo de toda la Historia de la Humanidad: somos seres sociales, necesitamos organizarnos en sociedad para sobrevivir, para subsistir. No existimos como individuos, como seres independientes que pueden sobrevivir sólos. Y ¡ojo!. La sociedad actual es de ámbito mundial, nos guste o no nos guste. Todo lo que pasa nos afecta a todos.
Por tanto, la inmensa mayoría de lo que produzcamos en el futuro será también producción social, controlada y decidida socialmente. De ahí que los mecanismos "políticos", la democracia en su sentido pleno, se conviertan en referentes imprescindibles para construir el socialismo-comunismo. Si alguien no puede participar en la decisión social, ya no estaremos en una sociedad socialista. Por eso, mientras la dictadura del proletariado se empleara para eliminar la división clasista, Engels hablaba de programa de transición. Por eso, una vez que los medios de producción son socializados, no se puede plantear un poder separado que los controle al margen de la sociedad o por encima de ella. Ni se puede hablar de "siglos de transición" (o ¿estados obreros degenerados?) al estilo que hicieran algunos teóricos del trotskysmo (Mandel en especial).
En mi opinión, la pieza clave del engranaje reside en cómo se organiza la producción. Es decir, ¿hay un plan general que "hay que cumplir" o se procede a implementar sistemas autogestionarios a pequeña escala -fábricas, empresas, localidades,...-? Pues probablemente ambas cosas, de manera dialéctica y sistémica. Es decir, si no decidimos algo común entre todos, sabemos que las diferencias y desigualdades estarán ahí, se reproducirán. Y además será un desastre (medioambiental especialmente, pero también económico). Las diseconomías serían el pan nuestro de cada día. Pero si se fija un plan "a cumplir" forzosamente, caeríamos en el burocratismo, en el monolitismo. Y el resultado final sería el mismo. Experiencias de ambos casos (sobre todo del segundo) hay suficientes.
Como conclusión provisional (ya seguiremos el debate, que da para mucho), lo que sí es evidente para mí es que es absurdo situarse al margen de la realidad, en el discurso idealista. No porque sea anti-materialista (que lo es), sino porque da igual que digamos lo que será la sociedad socialista-comunista. Eso por sí mismo no sirve para nada. Sólo enlazando la realidad actual (el análisis y la crítica) con lo que queramos que sea (el proyecto)a través de lo que podemos y queremos hacer aquí y ahora (la acción concreta y real, la praxis) estaremos caminando hacia esa sociedad. Las purezas doctrinales están muy bien cuando uno se dedica a la religión. Pero si uno dice dedicarse al conocimiento científico y a la intervención social, el doctrinarismo y la pureza sólo sirven para mirarse de manera autocomplaciente en el narcisista espejo de la inanidad.
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