1171 7/4/2011
LA PRIMAVERA ARABE
La revolución a las puertas de Europa
En febrero de 2011, durante una conferencia de prensa, le preguntaron al jefe de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, "si el Banco Central era el culpable de la revolución en Egipto" (Financial Times, 26-27/3). Bernanke, como era de esperar, lo negó. Dijo que era injusto culpar a la política monetaria norteamericana, en particular al programa "Quantitative Easing 2" (QE2), lanzado por la FED en noviembre de 2010 por la avalancha de presiones inflacionarias que sacuden a los "mercados emergentes" y a todo el sur subdesarrollado del planeta, aumentando los precios de la energía y los alimentos e impulsando la tormenta revolucionaria en Medio Oriente. Pero la pregunta había puesto el dedo en la llaga.
Crisis mundial y revolución
La "llaga", en este caso, no es solamente la política económica reciente de la Reserva Federal norteamericana, sino la propia crisis capitalista mundial que estalló en 2007 (...) Este es el terreno histórico material del cual emergió la revolución que atraviesa ahora el mundo árabe, el Magreb y el Mashrek, en la costa sur del Mediterráneo a las puertas de Europa.
La relación esencial entre crisis mundial y revolución es lo que todos los apologistas del capitalismo, tanto de derecha como de "izquierda", ignoran y/o tratan de ocultar.
Después de la conmoción que siguió a los inesperados eventos revolucionarios en Egipto y Túnez, el discurso mayoritario en Occidente y en los medios masivos de comunicación de la burguesía gira en torno a una retórica sobre la democracia o acerca de las peculiaridades de cada una de las formaciones sociales árabes de la región, oscureciendo el hecho de que "el factor clave del movimiento es la crisis económica" (Le Monde arabe dans la crise, Maghreb Machrek, Nº 206, invierno 2010-2011).
Esto no significa que debamos reemplazar el análisis concreto de una situación concreta con un economicismo vulgar y simplificador. Las condiciones de posibilidad de un episodio revolucionario, o sea de un quiebre en la continuidad histórica, no deben ser confundidas con el episodio en sí mismo, el cual no es idéntico ni se agota en sus condiciones materiales sino que tiene su propia vida, su dinámica y su lógica dialéctica. Pero si se separa el episodio revolucionario de sus condiciones de posibilidad, de su base material, de su "lugar" ("site événementiel", para usar la terminología de Alain Badiou), con todos sus elementos y su movimiento, aparece como un milagro metafísico caído del cielo. Los recientes desarrollos revolucionarios no pueden ser aislados de, o reducidos mecánicamente a, su matriz: la crisis (...)
En este contexto, el antagonismo principal que ha surgido es entre el Estado rentista y las "calles", en las que se movilizan los amorfos estratos sociales "modernos y tradicionales", y no entre el capital y una revolución popular democrática.
El carácter socialmente amorfo de las rebeldes "calles" árabes no es una amalgama de elementos diversos, modernos y tradicionales, según algún tipo de equilibrio. Expresa el desarrollo desigual y combinado de un conjunto de contradicciones "contemporáneas" y "no contemporáneas" (para usar la muy precisa noción dialéctica de Ernst Bloch), donde la contradicción moderna entre capital y trabajo, a nivel global y local -y no las contradicciones no contemporáneas de elementos anacrónicos- es el polo determinante, en última instancia, dentro del complejo conjunto de relaciones sociales.
Durante las décadas de la globalización financiera, los regímenes rentistas, particularmente en el Golfo, se integraron profundamente en las estructuras y redes de las finanzas internacionales -no a pesar, sino debido a la estructura arcaica de las sociedades locales. Los países productores de petróleo del Medio Oriente no se transformaron en "sub-imperialismos", como plantearon algunos (por ejemplo, Ernest Mandel). La incapacidad histórica de la burguesía árabe (atrasada y subordinada a Occidente) para llevar adelante un efectivo rol modernizador en la época de la declinación imperialista del capitalismo, además de la falta de oportunidades locales en las cuales invertir en la subdesarrollada esfera no petrolera, llevaron a que la riqueza acumulada por los regímenes dirigentes fuera dirigida al exterior, a los mercados globalizados dominados por al capital financiero occidental, así como a todo tipo de extravagancias de "nuevos ricos", de las cuales los rascacielos kitsch de Dubai son un buen ejemplo.
La integración con el capital financiero global produjo una tremenda corrupción entre el pequeño y privilegiado grupo en las alturas y una creciente miseria para las masas populares de abajo, las que pagaron un alto costo social por la implementación de políticas neoliberales. El desempleo se convirtió en crónico, especialmente entre la juventud, la cual es la mayoría abrumadora de la sociedad. La globalización y sus nuevas tecnologías (Internet, etc.) le abrieron a un sector significativo de esa juventud (no necesariamente sólo al sector pequeñoburgués) nuevos horizontes internacionales y demandas, más allá de las limitaciones locales y del peso del conservadurismo tradicional (...).
La separación arbitraria de crisis mundial y revolución tiene una función ideológica perniciosa: oculta a los ojos de aquellos directamente afectados -las víctimas de la crisis capitalista- las implicancias revolucionarias de la crisis actual, además de la salida histórica para el impasse sistémico que amenaza a la humanidad con la catástrofe.
La crisis capitalista mundial, la cual se encuentra en su cuarto año, después de llevar al abismo a bancos, a gigantes financieros como Lehman Brothers y a Estados soberanos (como en la periferia de la zona euro) ha llegado al punto en el cual crea las condiciones para situaciones revolucionarias, levantamientos y revoluciones sociales. Nadie esperaba que dictaduras que habían gobernado durante décadas -vitales estratégicamente para el imperialismo mundial y bajo la protección imperialista, como las tiranías de Mubarak y Ben Alí- fueran a colapsar en pocas semanas bajo la furia revolucionaria de las masas movilizadas.
Las clases dominantes tienen el interés político más inmediato en cubrir ideológicamente el hecho de que la misma crisis mundial, que está impulsando la revolución en el mundo árabe, puede producir episodios revolucionarios similares en sus propios países.(...)
Democracia burguesa y guerra imperialista
(...) Pocos días antes de la revolución tunecina, Dominique Strauss-Kahn, el líder del FMI, reivindicaba a Túnez como "un modelo para todo el continente africano"; y Anthony Giddens, el padre espiritual de la Tercera Vía de Blair, lo describía como "el Noruega del Magreb" (su camarada, también "socialista" y presidente de la Internacional Socialista, George Papandreou, había prometido transformar a Grecia en una "Dinamarca del Sur", antes de anunciarle al pueblo griego, a través de un discurso televisado desde la más remota isla de Kastelorizo, que el país está en quiebra y esclavizado a un memorándum firmado por su gobierno con la UE, el Banco Central Europeo y el FMI para un rescate...).
En cuanto al Egipto de Mubarak, algunos "especialistas" se apuraron a incluirlo en el bloque emergente de los BRICs, con pretensiones de jugar un rol hegemónico internacional.
Pero sería un serio error subestimar a la burguesía mundial (...)
El imperialismo, después de apoyar durante décadas a las dictaduras, intenta tardíamente cooptar a la "democracia" y organizar "transiciones pacíficas, ordenadas" hacia nuevas formas de control y subyugación social, basadas en y reproduciendo las fuerzas pro-imperialistas dentro de los viejos regímenes dentro de sus ejércitos, fuerzas policiales y servicios secretos entrenados por la CIA, en las elites diversas (viejas y nuevas) dentro de las jefaturas tribales.
Este es el rol jugado, por ejemplo, por el consejo militar egipcio que llevó adelante un referéndum trucho que introduce "reformas constitucionales" truchas para permitir el traspaso del poder, en algunos meses, a las fuerzas organizadas del antiguo partido de Mubarak y sus colaboradores de la Hermandad Musulmana. En Túnez, la persistente movilización de las masas obligó al gobierno "de transición" a ceder aparentemente a la demanda política popular, llamando a elecciones para una Asamblea Constituyente el 24 de julio -como el "mal menor", según dijo el actual primer ministro Essebsi (un antiguo colaborador de Ben Alí, maldiciendo ahora al propio Ben Alí). En Jordania y Marruecos, las promesas son "extender los poderes del pueblo sin restringir los de la monarquía, que es el símbolo de la unidad nacional", etc.
Por otro lado, como en el caso de Libia, donde Gaddafi había establecido una dictadura familiar herméticamente cerrada -lo que impide un reemplazo como el de Mubarak- la guerra imperialista apareció en la agenda. Después de dejar que las fuerzas militares de Gaddafi masacraran a unos insurgentes poco entrenados y pobremente armados y llegaran a las puertas de Benghazi, los imperialistas de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos -bajo la cobertura de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU- intervinieron con la pretensión de ser los "salvadores en última instancia" y los árbitros de una "transición post-Gaddafi", luego de un estancamiento de las operaciones militares entre los rebeldes y los leales a Gaddafi. Además de los simpatizantes con que cuentan entre el Consejo Nacional de Transición de Benghazi, los imperialistas están multiplicando sus llamados para obtener colaboración dentro del propio círculo íntimo del dictador libio -incluyendo personas tales como Mussa Jussa, ex ministro de Relaciones Exteriores y antiguo jefe de los servicios secretos, que huyó a Londres- o los corruptos y asesinos hijos del dictador, como Saif al Islam al Gaddafi. El objetivo principal del imperialismo es transformar a Libia en un protectorado de la Otan/ONU y un bastión militar estratégico contra la revolución árabe, en primer lugar contra las revoluciones de Egipto y Túnez (...).
La lucha para derrotar las trampas "democráticas" no significa de ningún modo rechazar las legítimas aspiraciones democráticas de las masas, que están profundamente ancladas no sólo en su amarga experiencia de décadas de represión, tortura y exterminio por las odiadas tiranías, sino también interconectadas con las demandas sociales en el corazón de la revolución popular. En este contexto, la demanda transicional de una Asamblea Constituyente soberana puede jugar un rol importante, sin olvidar las trampas tendidas por los explotadores para expropiar tal demanda (como en Túnez). El énfasis tiene que colocarse en la auto-organización de las masas revolucionarias en organizaciones de base de tipo soviet (comités, consejos, etc.) -que ya han aparecido, aunque en forma embrionaria, en Egipto y en Túnez- y en luchar para destruir los aparatos represivos estatales, por la toma del poder por los trabajadores y los pobres, la confiscación de la riqueza usurpada por los dictadores y sus acólitos, la expropiación de los expropiadores (locales y extranjeros), la expulsión del imperialismo y la reorganización de todo el Medio Oriente (incluyendo una Palestina libre) sobre nuevas bases socialistas.
En otras palabras, la tarea histórica es hacer la revolución permanente, derrotando a todos sus enemigos externos e internos (...).
Otra vez Libia
Sobre estas bases, nuestro partido, el EEK, en el caso de Libia lucha inflexiblemente contra la agresión imperialista y, al mismo tiempo, apoya la lucha popular revolucionaria de la juventud ("shebab") que se rebela contra la tiranía de Gaddafi, advirtiendo acerca del rol reaccionario del autodesignado "gobierno" de Benghazi, formado por ex funcionarios de Gaddafi y otros serviciales colaboradores del imperialismo. Planteamos: "Fuera el imperialismo de Libia y de Medio Oriente", y al mismo tiempo "Fuera Gaddafi y todos los tiranos", "Por la victoria de la revolución". No se puede luchar contra Gaddafi sin luchar por la derrota del imperialismo y no se puede luchar contra el imperialismo sin luchar por el derrocamiento de Gaddafi.
Es totalmente contrarrevolucionaria la posición de apoyo a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que da luz verde a la intervención del imperialismo en Libia, tomada no sólo por toda la "izquierda" liberal en Europa sino también por sectores de la "izquierda radical", expresada muy claramente por Gilbert Achcar, economista libanés de izquierda, políticamente cercano al ex ‘Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional' (ver Gilbert Achcar "Un Debate legitimo y necesario desde la perspectiva antiimperialista", ZNet, 25 de marzo de 2011, www.zcommunications.org/libya-a-legitimate-and-necessary-debate-from-an-...). Más tarde, Achcar se opuso a los bombardeos de la Otan, aunque todavía defiende su posición inicial de apoyo a la Resolución 1973 y presenta al Consejo Nacional de Transición como un vehículo para un "programa de cambio real democrático". Alex Callinicos, el líder y teórico del SWP británico y exponente de la "izquierda radical", a pesar de rechazar la posición de Achcar y oponerse a la intervención imperialista, fue cuidadoso en mantener una actitud suave y amistosa hacia esta posición abiertamente imperialista, escribiendo en el Socialist Worker del 2 de abril: "El argumento más inteligente de apoyo a la intervención fue desarrollado por mi viejo amigo Gilbert Achcar. Como opositor consecuente del imperialismo occidental, Gilbert afirma que ésta es una ocasión en la que los antiimperialistas deben estar dispuestos a hacer acuerdos" etc., etc... ¿Cómo es posible describir como "inteligente" una defensa desvergonzada de la agresión imperialista, en forma amistosa e incluso halagüeña?
Tenemos que tener muy claro lo siguiente: el levantamiento popular contra la dictadura de Gaddafi, aliado de Estados Unidos en la "guerra contra el terrorismo" y amigo hasta hace muy poco de Tony Blair, Berlusconi y Ben Alí hasta el último momento de su caída (los servicios libios ayudaron activamente en la represión de la revolución tunecina) es una parte inseparable del proceso revolucionario árabe y no una ‘conspiración' organizada por el imperialismo, como declaman muchos "antiimperialistas" -el Alba en Latinoamérica, los chavistas de todas partes, o los neoestalinistas-, que incluyen, en Grecia, al "libertario" Takis Fotopoulos de "Democracia Inclusiva" o al neoestalinista George Delastik, editor en jefe del semanario Prin de la Corriente Nueva Izquierda (NAR), que desvergonzadamente apoya a Gaddafi (...).
Fue hace mucho tiempo cuando el ex admirador de Nasser estaba en conflicto con los imperialistas, era demonizado por Occidente y ganaba las simpatías o el apoyo de las fuerzas antiimperialistas y de izquierda (entre otros, del Comité Internacional de Healy -una corriente internacional trotskista con la cual el EEK rompió en los '80- que manifestó un burdo oportunismo hacia el "Jamahiriya", el "estado de las masas" de Libia, según la definición acuñada por el propio Gaddafi). Después del colapso de la URSS, capitulando ante el imperialismo, el régimen de Gaddafi comenzó en 1999 su colaboración con la CIA; desde 2003 se convirtió abiertamente en sirviente de Occidente, dando refugio en Libia a un centro especial de tortura para gente acusada de pertenecer a Al Qaeda, traicionando al IRA con los Servicios de Inteligencia británicos (MI6) y proveyendo información de todo tipo de conexión, real o ficticia, con los movimientos antiimperialistas y organizaciones revolucionarias internacionales; entregando los campos petrolíferos del país a compañías inglesas, italianas, francesas y estadounidenses (en un negocio muy redituable para la familia de Gaddafi y sus amigos). Sobre estas bases, la tiranía de Libia se fue transformando desde ser un paria hasta ser un valioso amigo alabado por los gobernantes occidentales (...).
El fiasco de la cumbre de la Unión Europea
Guerra y revolución en Medio Oriente coinciden con un resurgimiento de la crisis agravada de la deuda soberana en la eurozona y crisis políticas en toda la UE. Lo que unifica a todos estos acontecimientos es la crisis capitalista mundial, ahora en su cuarto año (...).
Sarkozy se presentó pomposamente a sí mismo como "el nuevo Thatcher que enterró definitivamente el legado de mayo de 1968". Ahora ¿quién es realmente el que entierra a quién?
El "Gran Acuerdo" se ratificó formalmente el 25 de marzo, pero como escribiera el Financial Times en su editorial del 26 de marzo, "lo que fue acordado no ayudará y lo que ayuda es lo que no fue acordado"...
Al día siguiente del Gran Fiasco, solamente pocos meses después de las rebeliones de la juventud, con masivas movilizaciones contra el incremento de las tasas a la educación y el incendio de locales centrales del partido gobernante, medio millón de trabajadores británicos inundaron las calles de Londres en oposición a los recortes draconianos que desea imponer el gobierno Tory/liberal.
El Simún, el viento salvaje del desierto árabe, comienza a soplar en las metrópolis europeas.
Del diciembre griego a la primavera árabe, hacia un verano caliente europeo
La UE tiene a Grecia no solamente como su miembro más problemático, como el eslabón más débil en la crisis de la deuda soberana en la eurozona, sino también como su vínculo geopolítico con un Medio Oriente en estado de agitación revolucionaria (...).
En el peor de los escenarios publicados por Standard's and Poor's, se advierte que la deuda pública griega -que es ya ahora una carga insostenible que alcanza al 143% del PBI- se calcula que podría saltar a un astronómico 330% del PBI para 2015 (Le Monde, 24/3).
El espectro de la rebelión de la juventud en diciembre de 2008 todavía aterroriza a las fuerzas del orden social capitalista. Esta rebelión -"la primera explosión política de la actual crisis económica mundial" de acuerdo a la inolvidable y correcta afirmación hecha entonces por Dominique Strauss-Kahn- es el prólogo, la conexión y la transición a las revoluciones de hoy en el Magreb y Mashrek, no casualmente llamadas "revoluciones de la juventud" (...).
Mucha gente habla sobre un 1848 árabe, para enfatizar no sólo la expansión internacional de la revolución en todo Medio Oriente, sino principalmente su carácter democrático. Pero en 1848, la revolución europea estuvo caracterizada no sólo por el despertar nacional y democrático de los pueblos europeos, sino esencialmente por el agotamiento de la Revolución Francesa de 1789 y de la misión histórica de la burguesía, por la traición de la revolución por parte de la burguesía alemana y la pequeño burguesía demócrata, por el ascenso revolucionario de la clase obrera y la masacre del heroico proletariado parisino perpetrada por la burguesía democrática en junio de 1848.
Sacando conclusiones de la revolución de 1848, Karl Marx, en la famosa Circular de 1850, reelaboró y reformuló sobre nuevas bases de clase y con un nuevo contenido histórico el viejo eslogan radical jacobino: por una revolución permanente.
La primavera de los pueblos de Europa en 1848 marca el apogeo del capitalismo y el comienzo de su deslizamiento hacia su decadencia histórica, en la cual entró al final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La primavera árabe, por el contrario, llega en un punto avanzado de la decadencia capitalista, en medio de una crisis sin precedentes de la globalización capitalista.
La clase trabajadora jugó y todavía juega un papel crucial en Túnez, Egipto, Yemen, Bahrein e incluso en Arabia Saudita, generalizando el miedo no sólo entre los amenazados regímenes gobernantes, sino también en las oposiciones burguesas e islamistas, quienes dan solemne juramento a la democracia y repetidamente reclaman la finalización de las huelgas y la automoderación de la incontrolable y radical juventud.
Pero el genio está fuera de la botella y viene para permanecer libre por mucho tiempo...
La revolución actual también avanza más allá de la manipulación y frustración de las expectativas mesiánicas de las masas empobrecidas a la teocracia de los ulemas, de la Hermandad Musulmana o de los Salafistas (quienes durante todo un período trataron de ocupar el vacío que dejó la bancarrota de los movimientos nacionalistas laicos y sus regímenes), así como por el colapso de los partidos comunistas estalinistas de la región, los que actuaron de furgón de cola del nacionalismo.
La revolución de los jóvenes desempleados en el Medio Oriente desafía todas las normas establecidas -tal como la rebelde juventud griega de diciembre, que hizo que fuera clasificada, por las mentes conservadoras "políticamente correctas" de izquierda y de derecha, bajo la categoría super simplificada de "anarquistas".
Solamente un marxismo revolucionario libertario -que continúe el legado que Lenin dejó en El Estado y La Revolución en 1917 y renueve la teoría y la práctica de la Revolución Permanente de Trotsky- podría hablar un lenguaje común con esa joven generación de la revolución mundial y construir la Internacional Revolucionaria de su victoria, la Cuarta Internacional.
Así como el futuro de la Revolución Rusa dependía de la victoria de la Revolución Alemana, el futuro victorioso de la revolución en el Medio Oriente está ubicado en las costas europeas del Mediterráneo. La responsabilidad es nuestra.
París, 29 de marzo/3 de abril de 2011
Savas Michael-Matsas
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