‘La revolución rusa’ (el manuscrito de 1918) de RL es ¡un monumento a la defensa de la “dictadura revolucionaria del proletariado: democracia proletaria” y una crítica realmente aguda (¡y contemporánea de los hechos!) a la concepción leninista-trotskista de la “dictadura del proletariado” y del uso del “terror rojo”!
Es tan evidente y EXPLÍCITA y reiterada y central esta concepción de Rosa L. en todos sus escritos (La revol. rusa, el Discurso en el Congreso..., Qué quiere la Liga Spartakus, etc.) que me llama la atención que se pretenda desligarla de dicha asunción medular y rotunda.
El porqué de la necesidad de la dictadura proletaria: democracia proletaria está dicha por Rosa (antes por Marx y Engels -ella no hace más que asumir esas razones). Para especificar la crítica a los bolcheviques, y su elogio en lo que correspondía, es que escribió lo que escribió.
¡Cómo negarlo! ¡Es imposible!
Ahora bien, cualquiera tiene derecho a tener su concepción sobre estos temas, a preferir unas cosas u otras. Pero por eso es tan importante leer a Rosa, oírla, devolverle sus palabras. Así cada quien puede elegir A PARTIR DE LO DICHO POR ROSA L.
Aclaro que solamente pongo algunos fragmentos, quizá los más explícitos, pero TODO el manuscrito está dirigido a analizar los porqué de cada cosa; a criticar a la socialdemocracia alemana y su rol procapitalista; a reafirmar el aspecto crucial de la revolución rusa: la asunción del poder político proletario y su importancia; y al mismo tiempo lo que considera los graves errores de los jefes bolcheviques (explícitamente mencionados: Lenin-Trotski) EN UNA SITUACIÓN EXCEPCIONAL E INÉDITA. ¡Les critica a los bolcheviques y a Kautsky su caída, por via opuesta, en lo mismo: una concepción burguesa (aunque de sentido opuesto) de la 'dictadura del proletariado'. (Ver bien el párrafo, que es clave de la concepción de Rosa L.).
Es por este carácter complet
o de su crítica, donde no deja nada en el tintero, que se comprende y cobra su verdadera dimensión aquella famosa frase final: "Y, EN ESTE SENTIDO, el porvenir pertenece en todas partes al 'bolchevismo' ".
Lo que sigue es todo texto de ROSA L.[los subtítulos entre corchetes son míos]
De: La revolución rusa (1918 -publicado por Levi en 1922): (la paginación corresponde a la edición de Obras Escogidas - Izq. Revol.)
“Más aun; para cualquier observador reflexivo estos hechos refutan de manera decisiva la teoría que Kautsky compartía con los socialdemócratas del gobierno, que suponía que Rusia, por ser un país económicamente atrasado y predominantemente agrario, no estaba maduro para la revolución social y la dictadura del proletariado. Esta teoría, que considera que la única revolución posible en Rusia es la burguesa, es también la del ala oportunista del movimiento obrero ruso, los llamados mencheviques, que están bajo la experta dirección de Axelrod y Dan. En esta concepción basan los socialistas rusos su táctica de alianza con el liberalismo burgués. En esta concepción de la Revolución Rusa, de la que se deriva automáticamente su posición sobre las más mínimas cuestiones tácticas, los oportunistas rusos y los alemanes están en un todo de acuerdo con los socialistas gubernamentales de Alemania. Según estos tres grupos, la Revolución Rusa tendría que haberse detenido en la etapa que, según la mitología de la socialdemocracia alemana, constituía el noble objetivo por el que bregaba el imperialismo alemán al entrar en la guerra; es decir, tendría que haberse detenido con el derrocamiento del zarismo. Según ellos, si la revolución ha ido más allá, planteándose como tarea la dictadura del proletariado, eso se debe a un error del ala extrema del movimiento obrero ruso, los bolcheviques. Y presentan todas las dificultades con las que tropezó la revolución en su desarrollo ulterior, todos los desórdenes que sufrió, simplemente como un resultado de este error fatídico.”
(p 372-373 de OE)
“Concretamente, lo que podrá sacar a luz los tesoros de las experiencias y las enseñanzas no será la apología acrítica sino la crítica penetrante y reflexiva. Nos vemos enfrentados al primer experimento de dictadura proletaria de la historia mundial (que además tiene lugar bajo las condiciones más difíciles que se pueda concebir, en medio de la conflagración mundial y la masacre imperialista, atrapado en las redes del poder militar más reaccionario de Europa, acompañado por la más completa deserción de la clase obrera internacional). Sería una loca idea pensar que todo lo que se hizo o se dejó de hacer en un experimento de dictadura del proletariado llevado a cabo en condiciones tan anormales representa el pináculo mismo de la perfección. Por el contrario, los conceptos más elementales de la política socialista y la comprensión de los requisitos históricos necesarios nos obligan a entender que, bajo estas condiciones fatales, ni el idealismo más gigantesco ni el partido revolucionario más probado pueden realizar la democracia y el socialismo, sino solamente distorsionados intentos de una y otro.”
(p. 374)
“La situación real en que se encontró la Revolución Rusa se redujo en pocos meses a la alternativa: victoria de la contrarrevolución o dictadura del proletariado, Kaledin o Lenin. Esa era la situación objetiva, tal como se presenta en toda revolución después que pasa el primer momento de embriaguez, tal como se presentó en Rusia como consecuencia de las cuestiones concretas y candentes de la paz y la tierra, para las que no había solución dentro de los marcos de la revolución burguesa.
La Revolución Rusa no hizo más que confirmar lo que constituye la lección básica de toda gran revolución, la ley de su existencia: o la revolución avanza a un ritmo rápido, tempestuoso y decidido, derriba todos los obstáculos con mano de hierro y se da objetivos cada vez más avanzados, o pronto retrocede de su débil punto de partida y resulta liquidada por la contrarrevolución. Nunca es posible que la revolución se quede estancada, que se contente con el primer objetivo que alcance. Y el que trata de aplicar a la táctica revolucionaria la sabiduría doméstica extraída de las disputas parlamentarias entre sapos y ratones lo único que demuestra es que le son ajenas la sicología y las leyes de existencia de la revolución, y que toda la experiencia histórica es para él un libro cerrado con siete sellos"
(p. 378)
“Kautsky y sus correligionarios rusos, que querían que la Revolución Rusa conservara su “carácter burgués” de la primera fase, son la contrapartida exacta de esos liberales alemanes e ingleses del siglo pasado que distinguían entre los dos consabidos periodos de la gran Revolución Francesa: la revolución “buena” de la primera etapa girondina y la “mala” de la etapa posterior al levantamiento jacobino. La superficialidad liberal de esta concepción de la historia seguramente no se toma el trabajo de comprender que sin el levantamiento de los jacobinos “inmoderados” hasta las primeras conquistas de la etapa girondina, tímidas y débiles como fueron, pronto hubieran sido enterradas bajo las ruinas de la revolución, y que la alternativa verdadera a la dictadura jacobina, tal como el curso de hierro del desarrollo histórico planteó la cuestión en 1793, no era la democracia “moderada”, ¡sino... la restauración borbónica! No se puede mantener el “justo medio” en ninguna revolución. La ley de su naturaleza exige una decisión rápida: o la locomotora avanza a todo vapor hasta la cima de la montaña de la historia, o cae arrastrada por su propio peso nuevamente al punto de partida. Y arrollará en su caída a aquellos que quieren, con sus débiles fuerzas, mantenerla a mitad de camino, arrojándolos al abismo.
Queda claro entonces que en toda revolución sólo podrá tomar la dirección y el poder el partido que tenga el coraje de plantear las consignas adecuadas para impulsar el proceso hacia adelante y de extraer de la situación todas las conclusiones necesarias para lograrlo. Esto hace evidente, también, el rol miserable que jugaron los Dan, los Tseretelli,189 etcétera, que al comienzo ejercían una enorme influencia sobre las masas pero, después de sus prolongadas oscilaciones y de que se opusieron con todas sus fuerzas a asumir el poder y la responsabilidad, fueron despiadadamente arrojados de la escena.
El partido de Lenin fue el único que asumió el mandato y el deber de un verdadero partido revolucionario garantizando el desarrollo continuado de la revolución con la consigna “Todo el poder al proletariado y al campesinado”.
De esta manera resolvieron los bolcheviques el famoso problema de “ganar a la mayoría del pueblo”, problema que siempre atormentó como una pesadilla a la socialdemocracia alemana. Como discípulos de carne y hueso del cretinismo parlamentario, estos socialdemócratas alemanes han tratado de aplicar a las revoluciones la sabiduría doméstica de la nursery parlamentaria: para largarse a hacer algo primero hay que contar con la mayoría. Lo mismo, dicen, se aplica a la revolución: primero seamos “mayoría”. La verdadera dialéctica de las revoluciones, sin embargo, da la espalda a esta sabiduría de topos parlamentarios. El camino no va de la mayoría a la táctica revolucionaria, sino de la táctica revolucionaria a la mayoría.
Sólo un partido que sabe dirigir, es decir, que sabe adelantarse a los acontecimientos, consigue apoyo en tiempos tempestuosos. La resolución con que, en el momento decisivo, Lenin y sus camaradas ofrecieron la única solución que podía hacer avanzar los acontecimientos (“todo el poder al proletariado y al campesinado”), los transformó de la noche a la mañana en los dueños absolutos de la situación, luego de haber sido una minoría perseguida, calumniada, puesta fuera de la ley, cuyo dirigente tenía que vivir, como un segundo Marat,190 escondido en los sótanos.
Más aun; los bolcheviques inmediatamente plantearon como objetivo de la toma del poder un programa revolucionario completo, de largo alcance; no la salvaguarda de la democracia burguesa sino la dictadura del proletariado para realizar el socialismo. De esta manera, se ganaron el imperecedero galardón histórico de haber proclamado por primera vez el objetivo final del socialismo como programa directo para la práctica política.
Todo lo que podía ofrecer un partido, en un momento histórico dado, en coraje, visión y coherencia revolucionarios, Lenin, Trotsky y los demás camaradas lo proporcionaron en gran medida. Los bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de que carecía la social democracia occidental. Su Insurrección de Octubre no sólo salvó realmente la Revolución Rusa; también salvó el honor del socialismo internacional.”
(p. 379-380)
[CRITICA DE LA DICTADURA A LO LENIN-TROTSKY]
“Todo esto demuestra que “el farragoso mecanismo de las instituciones democráticas” [Lenin] cuenta con un poderoso correctivo, es decir con el movimiento vivo de las masas, con su inacabable presión. Y cuanto más democráticas son las instituciones, cuánto más vivo y fuerte es el pulso de la vida política de las masas, más directa y completa es su influencia, a pesar de los rígidos programas partidarios, de las boletas superadas (listas electorales), etcétera. Con toda seguridad, toda institución democrática tiene sus límites e inconvenientes, lo que indudablemente sucede con todas las instituciones humanas. Pero el remedio que encontraron Lenin y Trotsky, la eliminación de la democracia como tal, es peor que la enfermedad que se supone va a curar; pues detiene la única fuente viva de la cual puede surgir el correctivo a todos los males innatos de las instituciones sociales. Esa fuente es la vida política activa, sin trabas, enérgica, de las más amplias masas populares.
Tomemos otro ejemplo impactante: el derecho al sufragio tal como lo mantiene el gobierno soviético. No queda para nada claro que significación práctica se atribuye a este derecho al sufragio. Por la crítica que hacen Lenin y Trotsky a las instituciones democráticas, parecería que rechazan por principio la representación popular sobre la base del sufragio universal y que quieren apoyarse solamente en los soviets. Por qué, entonces, utilizan un sistema de sufragio universal, realmente no queda claro. No sabemos si este derecho al sufragio se puso en práctica en algún lado; no se oyó hablar de ninguna elección para ningún tipo de organismo popular representativo realizada con este sistema. Más probablemente se trata, por así decirlo, de un producto teórico de la diplomacia; pero, sea como sea, constituye un producto notable de la teoría bolchevique de la dictadura.
Todo derecho al sufragio, como cualquier derecho político en general, no puede medirse aplicando alguna suerte de patrón abstracto de “justicia” o de cualquier otro término burgués democrático, sino por las relaciones sociales y económicas a las que se aplica. El derecho al sufragio elaborado por el gobierno soviético está calculado para el periodo de transición de la sociedad burguesa capitalista a la socialista, o sea, está calculado para el periodo de la dictadura del proletariado. Pero, según la interpretación de esta dictadura que representa Lenin y Trotsky, se garantiza el derecho a votar a todos aquellos que viven de su trabajo y se les niega a todos los demás.” [... y tras la crítica a lo que eso significa profundamente, sigue...] “No tiene sentido considerar el derecho al sufragio como un utópico producto de la fantasía desligado de la realidad social. Y por esta razón no es un instrumento serio de la dictadura proletaria. Es un anacronismo, una anticipación de la situación jurídica adecuada a una economía socialista ya realizada, no al periodo de transición de la dictadura proletaria.
Como toda la clase media, la burguesía y la intelligentsia pequeñoburguesa boicotearon durante meses al gobierno soviético después de la Revolución de Octubre haciendo sabotaje en los ferrocarriles, las líneas postales y telegráficas, los aparatos educacional y administrativo, oponiéndose de esta manera al gobierno obrero. Naturalmente se ejercieron sobre estos sectores todas las medidas de presión posibles. Estas incluían la privación de los derechos políticos, de los medios económicos de existencia, etcétera, a fin de quebrar su resistencia con puño de hierro. Fue precisamente de esta manera que se expresó la dictadura socialista, que no puede abstenerse de usar la fuerza para garantizar o evitar determinadas medidas que afectan los intereses del conjunto. Pero cuando llega a una ley electoral que resulta en la privación del derecho del voto para amplios sectores de la sociedad, a los que políticamente se coloca fuera de los marcos sociales y, al mismo tiempo, no se está en condiciones de ubicar aunque sea económicamente dentro de esos marcos; cuando la privación de los derechos no es una medida concreta para lograr un objetivo concreto sino una ley general de largo alcance, entonces no se trata de una necesidad de la dictadura sino de una creación artificial a la que no se le puede insuflar vida. Esto se aplica tanto a los soviets como fundamento como a la Asamblea Constituyente y a la ley del sufragio general.”
(p. 393-394)
[La dictadura, la democracia]
“Lenin dice que el Estado burgués es un instrumento de opresión de la clase trabajadora, el Estado socialista de opresión a la burguesía. En cierta medida, dice, es solamente el Estado capitalista puesto cabeza abajo. Esta concepción simplista deja de lado el punto esencial: el gobierno de la clase burguesa no necesita del entrenamiento y la educación política de toda la masa del pueblo, por lo menos no más allá de determinados límites estrechos. Pero para la dictadura proletaria ése es el elemento vital, el aire sin el cual no puede existir.” (p.395)
“...con la represión de la vida política en el conjunto del país, la vida de los soviets también se deteriorará cada vez más. Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente se adormece la vida pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios de energía inagotable y experiencia ilimitada. Entre ellos, en realidad dirigen sólo una docena de cabezas pensantes, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad las mociones propuestas -en el fondo, entonces, una camarilla- una dictadura, por cierto, no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos, es decir una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos....” (p.398)
“El error básico de la teoría Lenin-Trotsky es que ellos también, igual que Kautsky, oponen la dictadura a la democracia. “Dictadura o democracia”, es como plantean la cuestión tanto los bolcheviques como Kautsky. Este se decide naturalmente en favor de “la democracia”, es decir de la democracia burguesa, precisamente porque la opone a la alternativa de la revolución socialista oponiéndola a la democracia, y por lo tanto, a favor de la dictadura. Lenin y Trotsky, por otro lado, se deciden a favor de la dictadura de un puñado de personas, es decir de la dictadura según el modelo burgués. Son dos polos opuestos, ambos igualmente distantes de una genuina política socialista. El proletariado, cuando toma el poder, no puede nunca seguir el buen consejo que la da Kautsky, con el pretexto de “la inmadurez del país”, de renunciar a la revolución socialista y dedicarse a la democracia. No puede seguir este consejo sin traicionarse a sí mismo, a la Internacional y a la revolución. Debería y debe encarar inmediatamente medidas socialistas, de la manera más enérgica, inflexible y firme, en otras palabras ejercer una dictadura, pero una dictadura de la clase, no de un partido o una camarilla. Dictadura de la clase significa, en el sentido más amplio del término, la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular, la democracia sin límites.
‘Como marxistas —escribe Trotsky— nunca fuimos adoradores fetichistas de la democracia formal.’ Es cierto que nunca fuimos adoradores fetichistas de la democracia formal Ni tampoco fuimos nunca adoradores fetichistas del socialismo ni tampoco del marxismo. ¿Se desprende de esto que también debemos tirar el socialismo por la borda, a la manera de Cunow, Lensch y Parvus,195 si nos resulta incómodo? Trotsky y Lenin son la refutación viviente de esta respuesta.
‘Nunca fuimos adoradores fetichistas de la democracia formal.’ Lo que realmente quiere decir es: siempre hemos diferenciado el contenido social de la forma política de la democracia burguesa; siempre hemos denunciado el duro contenido de desigualdad social y falta de libertad que se esconde bajo la dulce cobertura de la igualdad y la libertad formales. Y no lo hicimos para repudiar a éstas sino para impulsar a la clase obrera a no contentarse con la cobertura sino a conquistar el poder político, para crear una democracia socialista en reemplazo de la democracia burguesa, no para eliminar la democracia.
Pero la democracia socialista no es algo que recién comienza en la tierra prometida después de creados los fundamentos de la economía socialista, no llega como una suerte de regalo de Navidad para los ricos, quienes, mientras tanto, apoyaron lealmente a un puñado de dictadores socialistas. La democracia socialista comienza simultáneamente con la destrucción del dominio de clase y la construcción del socialismo. Comienza en el momento mismo de la toma del poder por el partido socialista. Es lo mismo que la dictadura del proletariado.
¡Sí, dictadura! Pero esta dictadura consiste en la manera de aplicar la democracia, no en su eliminación, en el ataque enérgico y resuelto a los derechos bien atrincherados y las relaciones económicas de la sociedad burguesa, sin lo cual no puede llevarse a cabo una transformación socialista. Pero esta dictadura debe ser el trabajo de la clase y no de una pequeña minoría dirigente que actúa en nombre de la clase; es decir, debe avanzar paso a paso partiendo de la participación activa de las masas; debe estar bajo su influencia directa, sujeta al control de la actividad pública; debe surgir de la educación política creciente de la masa popular.”
(p. 400-401)
Todo lo que sucede en Rusia es comprensible y refleja una sucesión inevitable de causas y efectos, que comienza y termina en la derrota del proletariado en Alemania y la invasión de Rusia por el imperialismo alemán. Seria exigirles algo sobrehumano a Lenin y sus camaradas pretender que en tales circunstancias apliquen la democracia más decantada, la dictadura del proletariado más ejemplar y una floreciente economía socialista. Por su definida posición revolucionaria, su fuerza ejemplar en la acción, su inquebrantable lealtad al socialismo internacional, hicieron todo lo posible en condiciones tan endiabladamente difíciles. El peligro comienza cuando hacen de la necesidad una virtud, y quieren congelar en un sistema teórico acabado todas las tácticas que se han visto obligados a adoptar en estas fatales circunstancias, recomendándolas al proletariado internacional como un modelo de táctica socialista. Cuando actúan de esta manera, ocultando su genuino e incuestionable rol histórico bajo la hojarasca de los pasos en falso que la necesidad los obligó a dar, prestan un pobre servicio al socialismo internacional por el cual lucharon y sufrieron. Quieren apuntarse como nuevos descubrimientos todas las distorsiones que prescribieron en Rusia le necesidad y la compulsión, que en última instancia son sólo un producto secundario de la bancarrota del socialismo internacional en la actual guerra mundial.
Que los socialistas gubernamentales alemanes clamen que el gobierno bolchevique de Rusia es una expresión distorsionada de la dictadura del proletariado. Si lo fue o lo es todavía, se debe solamente a la forma de actuar del proletariado alemán, a su vez una expresión distorsionada de la lucha de clases socialista. Todos estamos sujetos a las leyes de la historia, y el ordenamiento socialista de la sociedad sólo podrá instaurarse internacionalmente. Los bolcheviques demostraron ser capaces de dar todo lo que se puede pedir a un partido revolucionario genuino dentro de los límites de las posibilidades históricas. No se espera que hagan milagros. Pues una revolución proletaria modelo en un país aislado, agotado por la guerra mundial, estrangulado por el imperialismo, traicionado por el proletariado mundial, sería un milagro.
Pero hay que distinguir en la política de los bolcheviques lo esencial de lo no esencial, el meollo de las excrecencias accidentales. En el momento actual, cuando nos esperan luchas decisivas en todo el mundo, la cuestión del socialismo fue y sigue siendo el problema más candente de la época. No se trata de tal o cual cuestión táctica secundaria, sino de la capacidad de acción del proletariado, de su fuerza para actuar, de la voluntad de tomar el poder del socialismo como tal. En esto, Lenin, Trotsky y sus amigos fueron los primeros, los que fueron a la cabeza como ejemplo para el proletariado mundial; son todavía los únicos, hasta ahora, que pueden clamar con Hutten: “¡Yo osé!”
Esto es lo esencial y duradero en la política bolchevique. En este sentido, suyo es el inmortal galardón histórico de haber encabezado al proletariado internacional en la conquista del poder político y la ubicación práctica del problema de la realización del socialismo, de haber dado un gran paso adelante en la pugna mundial entre el capital y el trabajo. En Rusia solamente podía plantearse el problema. No podía resolverse. Y en este sentido, el futuro en todas partes pertenece al “bolchevismo”.
(p. 401-402)
DE: “Fragmento sobre la guerra, la cuestión nacional y la revolución” (manuscrito 1918)
“La incapacidad objetiva de resolver sus tareas, ante la que está colocada la sociedad burguesa, hace del socialismo una necesidad histórica y torna inevitable la revolución mundial.
Cuánto debe durar este periodo final, cuáles formas está destinado a asumir, nadie está en condiciones de predecirlo. La historia ha abandonado los carriles habituales y el paso corto, y todo nuevo paso, todo nuevo cambio de calle, abren nuevas perspectivas y escenarios.
Lo que importa es comprender el problema real de este periodo: Este problema tiene nombre: dictadura del proletariado, realización del socialismo. Las dificultades del objetivo no dependen de la fuerza del adversario, de las resistencias de la sociedad burguesa. (...) Las dificultades residen en el proletariado mismo, en su inmadurez, o mejor en la inmadurez de sus jefes, de los partidos socialistas. La clase obrera se resiste, vuelve a retroceder espantada ante la confusa imponencia de sus objetivos. Pero ella debe, debe. La historia le cierra toda escapatoria a la tarea de conducir fuera de las tinieblas y del horror hacia la luz de la liberación, a la humanidad tiranizada.”
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