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    Petras: Separatismos y politicas de clase en América Latina

    JM Delgado
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    Petras: Separatismos y politicas de clase en América Latina Empty Petras: Separatismos y politicas de clase en América Latina

    Post  JM Delgado Sat Sep 26, 2009 6:41 am

    Separatismo y políticas de clase en América latina

    James Petras
    Rebelión

    Traducido para rebelión por Andrés Prado



    Introducción

    En todo el mundo hay un aumento de movimientos regionales, “subnacionales”, cuyas exigencias van desde una mayor “autonomía” a la completa independencia. Muchos analistas han debatido sobre la aparente paradoja que hay entre la creciente integración global de las economías y la creciente fragmentación de las naciones-estados. Una mirada más atenta a las dinámicas internas de los conflictos regionales y a las estrategias externas imperiales desenreda la “paradoja” al revelar la interrelación entre estrategias competitivas de construcción imperial y fragmentación nacional y conflictos regionales.

    Varios puntos de referencia iluminan la velada dinámica de las políticas regionales y globales.

    1. Algunas regiones dentro de estados-nación existentes se “integran” más en “mercados globales”, especialmente en viejos y nuevos centros imperiales, de lo que lo hacen en su propia tierra, marginalizando así regiones domésticas mientras sirven de cinturones de transmisión para la transferencia de recursos, beneficios e ingresos a los “socios” imperiales.
    2. Regiones que sirven como puertos imperiales inducen una conciencia “globalista” entre sus mandatarios (basada en su preferencia imperial) y provocan “separatismo” entre sus regiones explotadas y marginales.
    3. Regiones económicamente avanzadas sujetas a un gobierno nacional dominado por economías menos avanzadas exigen frecuentemente más autonomía, incluyendo la de retener mayor porcentaje de los ingresos por impuestos, así como el derecho a establecer sus propias políticas de comercio exterior y conexiones con el mercado mundial independientemente de cómo esta mayor “apertura” al mercado mundial afecte a las empresas menos competitivas del resto del país.
    4. Regiones y líderes políticos y empresariales que se asocian con centros imperiales y promueven el “libre comercio” reciven apoyo político y económico de instituciones financieras imperiales, lo que profundiza en la “desconexión” con la economía doméstica y hace crecer las desigualdades regionales y de clase.
    5. Aparece el “desarrollo desigual” como un “asunto regional” aunque en esencia es una cuestión étnica y de clase basada en la división entre, por un lado, las grandes élites internacionales comerciales, fabricantes, tecnológicas y financieras y, por el otro, los campesinos, granjeros, fabricantes, artesanos y trabajadores encerrados en el mercado local.
    6. En el grado en que las políticas giren en torno a divisiones político-económicas, las exigencias políticas de autonomía, independencia y autodeterminación se convierten en asuntos centrales del conflicto. El criterio de política imperial que durante mucho tiempo viene sirviendo para evaluar la legitimidad política de estas exigencias gira en torno al carácter de clase y conexiones externas de los regímenes y movimientos en cuestión.

    Con una consistencia apabullante, los países imperiales secundan exigencias de “autonomía” e independencia efectuadas por las clases dominantes conectadas a los mercados globales y que apoyan las políticas imperiales- incluso la implantación de bases militares. En contraste, y confrontados por ellos, se oponen consistentemente a movimientos regionales apoyados por las clases populares y contrarios a la penetración imperial.

    Contrastando con el criterio imperial, los “progresistas” convencionales afirman que la “autodeterminación” es un derecho universal independientemente del carácter de clase, las conexiones con intereses imperiales y las consecuencias para otros principios fundamentales. De ahí el reciente espectáculo de los progresistas occidentales apoyando el bombardeo de la OTAN y las invasiones de Yugoslavia en defensa del movimiento separatista kosovar de extrema derecha.

    Para considerar la legitimidad de la “autodeterminación” debemos hacernos primero uns serie de preguntas. Por ejemplo: ¿cuáles son las clases líderes que constituyen ese “auto”? ¿Por qué políticas e intereses, aparte separación, abogan y cómo afectan estas posiciones a la masa de la población? De la misma forma el término “determinación” requiere un análisis de las fuerzas políticas “internas y externas” que promueven la separación. Abundan los ejemplos, históricos y contemporáneos, de movimientos separatistas financiados por Occidente, incluida la financiación occidental e israelí de separatistas kurdos y árabes en Irán.

    Tiene primordial importancia la pregunta de separatismo para qué. En años recientes, en el periodo post-soviético, en toda la Europa báltica y del Este y los estados de los balcanes, las élites proclamaban su “independencia” del comunismo mientras sometían sus países a las bases militares de la OTAN, vendían en su totalidad empresas estratégicas del sector público al capital imperial, se endeudaban enormemente con bancos occidentales y se sometían a los dictados del FMI.

    En otras palabras: ¿hasta qué grado son la autodeterminación y las exigencias de “independencia” un pretexto para cambiar un jefe externo opresivo por otro amo? Claramente los asuntos relativos a la soberanía popular, la propiedad de los recursos nacionales y naturales, exclusión territorial de las bases militares imperiales... forman ideas esenciales que constituyen cualquier definición de autodeterminación. Dicho de otra manera: la “autodeterminación” como demanda legítima existe en una matriz junto a otras preocupaciones básicas de la mayoría de la población.

    Procedimiento y método

    Antes de discutir acerca de los movimientos separatistas en Latinoamérica, resumiremos brevemente el resultado en los antiguos países comunistas en la Europa del Este para arrojar luz sobre los costes de los movimientos separatistas liderados por la derecha.

    Procederemos entonces a definir la preparación para diferentes contextos y casos de “separatismo regional” en tres países latinoamericanos: Bolivia,Venezuela y Ecuador. Examinaremos las políticas, la base clasista y los apoyos externos de los separatistas regionales.

    Un examen sumarial de las consecuencias de la separación, basado en las recientes experiencias en los países excomunistas de Europa del Este y los estados bálticos, revela una pérdida mayor de soberanía económica que la que existía antes de la separación, un grado equivalente de subordinación a los poderes imperiales hegemónicos, como evidencia la pertenencia a alianzas militares, el establecimiento de bases militares y la asistencia ultramar para las conquistas imperiales. Además, los regímenes ahora “independientes” están sujetos a un grado de endeudamiento financiero sin precedentes y a una pérdida del control sobre su sistema bancario. Finalmente, mientras el capital imperial extranjero ha invadido y capturado las alturas que comandan el sistema económico, las regiones han experimentado una masiva “fuga de cerebros”, una pérdida sin precedentes de trabajadores cualificados y profesionales en favor de Occidente, pagados y subsidiados por los contribuyentes locales.

    Cuando el régimen soviético mantenía el control militar en estas regiones a través de líderes cliente del Partido Comunista local, ello no impedía que el total conjunto de empresas, instituciones económicas y culturales, estuvieran bajo el control y fueran propiedad nacional. Hoy, la totalidad de la esfera cultural- incluyendo pases de películas, programación de televisión, periódicos, revistas, etc...- es propiedad del capital imperial occidental y está saturada con sus bienes de consumo culturales y prejuicios políticos. Las consecuencias sociales del separatismo son desfavorables también para el discurso separatista: las desigualdades en los ingresos, la propiedad y el poder económico han crecido geométricamente. El desempleo ha crecido desde el triple (en la República checa) hasta diez veces (en Letonia, Estonia y Lituania). El pillaje a gran escala y durante largo tiempo de los recursos públicos- en la forma de transferencias de lucrativas empresas públicas a la oligarquía privada y a las corporaciones multinacionales extranjeras- excede al de cualquier conquistador anterior. Mientras que antes de la separación los regímenes experimentaron una ralentización y una tendencia al estancamiento, nunca experimentaron un crecimiento negativo con doble dígito como ocurrió tanto en el periodo justo después del cambio de jefes hegemónicos (”independencia”) como durante la presente crisis en la última parte de esta década.

    Lo que estas experiencias empíricas y observables sugieren es que la separación puede tener un resultado socio económico altamente costoso sin los beneficios políticos de la “independencia”. Parece que el separatismo de régimen que tiene lugar en países de desarrollo tardío, liderado por élites pro occidentales contra regímenes colectivistas burocráticos (“socialistas”), puede llevar a formaciones sociales históricamente regresivas, sujetas a condiciones desestabilizantes causadas por su creciente exposición a la volatilidad del mercado mundial.

    Políticas regionales y desarrollo desigual

    Las desigualdades en la riqueza, ingresos y poder entre regiones se ven reforzadas por las desigualdades dentro de las regiones, debido a las conexiones existentes entre las clases dominantes tanto en la forma de entidades geográficas como en la de los “maletines diversificados” que caracterizan a las “clases dominantes”. Terratenientes de regiones “pobres” invierten en bancos en las regiones ricas así como fabricantes de las últimas, invierten en propiedades en regiones menos desarrolladas, de agricultura menor.

    El desarrollo desigual no es simplemente un producto de las “fuerzas del mercado” o incluso de los “recursos disponibles” sino que, en gran medida, es resultado de políticas estatales que subsidian y financian a las élites dominantes en una región dedicada a la banca, comercio y procesamiento mientras recaudan impuestos y extraen recursos a bajo coste en otra, concentrando así la riqueza y ejecutando una clase de mecanismo colonial interno para la acumulación de capital. Los mecanismos y sistemas de transferencia interna de riqueza defienden y perpetúan las diferencias de casta, raza, clase y etnia pre existentes- creando las bases políticas para conflictos regionales enraizados en la politización de las diferencias y desigualdades sociales.

    Politización de las diferencias etnoreligiosas

    Donde los movimientos basados en la clase social han sido severamente reprimidos o donde se han autodestruido mediante guerras recíprocas o donde sus líderes han sido reconducidos, el descontento popular se ha canalizado a través de movimientos etnoreligiosos (MER). En muchos casos los MER son promovidos por las clases gobernantes en las regiones dominantes para marginalizar movimientos de clase seculares. Sin embargo, en algunos casos a lo largo del tiempo, los MER toman una posición política de resistencia a imposiciones extra regionales como resultado de la presión desde abajo.

    Aun así, en experiencias en numerosos países, la politización de las diferencias etnoreligiosas es una táctica usada por una variedad de élites para dividir y debilitar organizaciones populares mayoritarias que se componen de diversos grupos. Dos prácticas igualmente detestables desafían a los movimientos populares de liberación. Por un lado las élites nacionales e internacionales, en nombre de la “unidad” o “integración” nacional (o más tarde a las órdenes de la “globalización”), oprimen y explotan poblaciones etnoreligiosas regionalmente asentadas. Por otro lado, potentados locales, jerarcas tribales y religiosos y/o profesores y abogados de clase media-baja, provincialmente movibles, abogan por un “poder regional” y una “autonomía” para mantener el control sobre la población local.

    En nombre de la diversidad etnoreligiosa, las élites religiosas se oponen frecuentemente a la separación iglesia-estado y a una educación pública científica. Debería estar totalmente claro que “diversidad” no significa “igualdad” tal y como hemos presenciado en tantos casos de líderes reaccionarios de orígen “nativo”, “femenino” y “minoritario” que simplemente sirven demasiado bien a sus clases dominantes imperiales y locales con un altamente demagógico despliegue de “dialectos locales” cuando conviene.

    El problema no estriba en “reconciliar diferencias” entre las diversas clases gobernantes etnoreligiosas y regionalmente establecidas sino en eliminar o reducir drásticamente las desigualdades en los estándares de vida, minar las manifestaciones culturalmente hegemónicas del poder de la clase dominante y luchar por la igualdad de condiciones independientemente de la lengua o la identidad etnoreligiosa.

    Las identidades diversas son una fuente de conflictos político-sociales debido a desigualdades socio-económicas, pérdida de poder, imperialismo interno y externo y la apropiación y transferencia de la riqueza de una región a la clase dominante de otra.

    Hasta en el grado en el que la clase gobernante dominante disfraza sus relaciones de explotación con la supremacía religiosa de sus propias creencias para asegurarse el apoyo de las clases bajas, se hace inevitable que uno de los componentes del movimiento de resistencia tenga también una connotación religiosa. El asunto clave que define el movimiento de liberación es determinar cuál de los múltiples componentes de su maquillaje (étnico, religioso, nacionalista-regionalista y de clase) es “hegemónico” ya que éste determinará la subsecuente configuración de la sociedad “liberada”. Dependiendo de esta configuración, una lucha por la liberación que tenga éxito puede llevar a una nueva versión de sociedad jerárquicamente ordenada en base a la clase, la etnia o la religión o a un estado secular igualitario con libertades etnoreligiosas. De nuevo volvemos a la pregunta fundamental: ¿separatismo o regionalismo para quién? ¿Cuál será el maquillaje de clase para el nuevo estado?

    Una pregunta igualmente importante es si el “separatismo” conduce a un estado nuevo. Abundan los casos en los que grandes potencias vecinas fomentan movimientos separatistas irredentos en sus fronteras para justo después anexionarse esas regiones, frecuentemente mediante la financiación y la dotación armamentística a los separatistas de la “liberación”.

    Dos observaciones relacionadas vienen al caso. El separatismo frecuentemente tiene vagas definiciones sobre sus parámetros de acción. Dentro de cada región hay minorías y subminorías que conducen a una regresión infinita a menos que haya límites definidos para la autodeterminación (¿o es cosa de una fuerte mayoría que eventualmente pone fin a la “autodeterminación” mediante decretazo?).

    La segunda observación en relación al caso es que la “independencia”, más probablemente que no, supone cambiar el poder imperial dominante (de europeo a estadounidense a asiático) más que un medio para maximizar el control nacional-popular de los recursos y para limitar la dependencia imperial. Frecuentemente, en un mundo de poderes imperiales hegemónicos en competición, las élites locales, atadas a diferentes clases dominantes externas, se enrolan en un antiimperialismo selectivo, atacando a sus élites oponentes y disfrazando sus propias lealtades divididas con justificaciones benignas de su dominador imperial hegemónico.

    Éstas y anteriores observaciones nos llevan a la conclusión básica de relativizar la autodeterminación en función de otros principios, incluyendo pricipios de intereses de clase, oposición a avances e intrusiones imperiales y acuerdos neocoloniales, bilaterales y multilaterales.

    Estudio de casos de políticas regionales: Latinoamérica

    Usando las herramientas del análisis de clase y antiimperialista discutiremos varios casos complejos de movimientos separatistas (MS) en tres países de Latinoamérica: Venezuela, Ecuador y Bolivia. En los tres casos existen MS competidores: movimientos desde “abajo” de minorías indígenas oprimidas y movimientos desde “arriba”. En cada caso los gobiernos nacionales que resulta que son de “izquierda” o “centroizquierda” han desarrollado relaciones contradictorias, hablando favorablemente a aquellos desde abajo mientras se oponen formalmente a aquellos desde “arriba”. “Paradójicamente” los regímenes de “centroizquierda” vierten mayores recursos estatales en las regiones separatistas lucrativas que se oponen a ellos mientras otorgan solamente un reconocimiento simbólico a aquellos de “abajo”.

    El gobierno venezolano del izquierdista Hugo Chávez se enfrenta a un movimiento separatista liderado por notables derechistas y el gobernador del rico estado petrolero de Zulia, en la frontera occidental con Colombia. Su gobierno ha enfrentado también demandas de las comunidades indígenas y afro venezolanas para un mayor grado de “autonomía”. El gobierno nacional ha respondido al movimiento separatista de derechas interviniendo en políticas provinciales y centralizando el control sobre una serie de suministros y gastos. Las justificaciones fueron acusaciones de ayuda e inducción a la subversión, incluyendo apoyo para un cierre patronal corporativo de la compañía petrolera. El presidente Chávez ha justificado la centralización del poder por la entrada de fuerzas paramilitares colombianas y los problemas generales como resultado de la decisión del régimen derechista colombiano de aumentar el número de unidades de fuerzas terrestres y aéreas estadounidenses en el país, en un momento de intensificación de la hostilidad estadounidense. Algunos críticos con los movimientos centralizadores de Chávez afirman que es una medida clientelista-electoralista para poner a sus propios seguidores en posiciones que fortalezcan las expectativas electorales en próximos combates políticos.

    En relación a las demandas de autonomía desde abajo, hechas por movimientos indígenas y de afro venezolanos, el presidente Chávez ha aumentado sustancialmente la financiación de programas sociales, especialmente en sanidad y educación, ha subsidiado tiendas de comida y ha reconocido y dado legitimidad a sus exigencias a la vez que ha otorgado una autonomía limitada para decidir sobre asuntos locales, excluyendo las decisiones sobre minería y explotación de la energía.

    El movimiento separatista del estado de Zulia estaba estrictamente basado en razones económicas e ideológicas: no hay diferencias culturales o étnico religiosas con el resto del país. Los separatistas buscan hacerse con el monopolio de la riqueza petrolera y arrimarse más al gobierno estadounidense y sus multinacionales petroleras y quizás facilitar un paso para una intervención militar colombiana. El “movimiento separatista” está basado en la repartición geográficamente desigual de la riqueza mineral y la polarización política entre un régimen provincial oligárquico derechista y un gobierno nacional izquierdista-populista.

    La respuesta favorable del gobierno a la autonomía para los indígenas refleja su estatus de clase baja y su apoyo político al gobierno de Chávez: criterios socio-políticos proveen las bases para respuestas diferentes a demandas similares de “autonomía”. Un conjunto de demandas creó un peligro para la seguridad nacional, el otro encaja con el alineamiento social del gobierno. Una reivindicación por la autonomía era racista, la otra “pluriracial”. Una prestó apoyo a un poder imperial, la otra se opuso a la explotación imperial- incluyendo sus recursos minerales.

    Ecuador: separatismo y los movimientos costeros y de las tierras altas

    El gobierno de centro izquierda del presidente Rafael Correa enfrenta dos tipos de movimientos separatistas: uno costero centrado en la ciudad portuaria de Guyaquil, respaldado por la burguesía agro exportadora, banquera y comercial; el segundo anclado en las comunidades indígenas de las tierras altas andinas comandado por CONAIE.

    Los separatistas costeros rechazan la superioridad de una burguesía relativamente nueva con base en Quito que respalda al presidente Correa y recive financiación, contratos y subsidios estatales a su favor. La CONAIE es hostil al presidente Correa debido a sus concesiones a multinacionales extranjeras del petróleo y la minería que han desvalijado y minado la forma de vida de pescadores y granjeros locales y contaminado el aire, la tierra y el agua potable.

    En contraste con las dudosas y adquisitivas reivindicaciones costeras por una mayor autonomía basada en una engañosa identidad cultural, CONAIE acumula siglos de crítica contra la explotación y pillajes de la élite mestizo europea, demandas legales acerca del control territorial y la práctica de una política de autogobierno. Los profesionales de clase media, empleados públicos y pequeños empresarios que hablan de políticas urbanas progresistas se benefician ampliamente de los dividendos y los impuestos recaudados por el régimen de Correa, en la forma de aumentos salariales, contratos, consultorías y nombramientos políticos y, por ello, ofrecen muy poco apoyo a las reivindicaciones de CONAIE.

    Durante la primera parte de esta década, CONAIE y su brazo político Pachacuti fueron capaces de forjar diversas alianzas con fuerzas urbanas para derribar regímenes electorales de derechas, ocupando brevemente el palacio presidencial y más tarde manteniendo puestos ministeriales bajo el pseudo populista presidente de derechas Lucio Gutierrez. Obligada a dejar el gobierno y fragmentada por ONG´s estadounidenses y europeas, la CONAIE se debilitó severamente. Enfrentándose ahora a un régimen de centro izquierda “progresista” no ha podido reconstruir una alianza urbano rural capaz de elaborar sus reivindicaciones por un estado plurinacional.

    Bolivia: un presidente que habla a los indígenas y trabaja para las multinacionales

    Evo Morales, el “presidente indígena” de centro izquierda con estilo propio, fue elegido presidente por la diferencia étnica politizadora habida entre la mayoría indígena explotada de las tierras altas y los ricos oligarcas mestizo europeos de las fértiles tierras bajas. Identificando abiertamente el asunto como el de dar voz y voto a las exigencias legales, culturales y “autonomistas” de las comunidades indígenas, acabó dando menos importancia a las que fueron en su día demandas pragmáticas y prominentes por una transformación socilista debido a la cual su partido se puso el nombre de “Movimiento al Socialismo”. Su camino hacia la victoria electoral fue encauzado por dos grandes insurrecciones urbano rurales que derribaron a presidentes neoliberales. Ya al tomar la presidencia Morales dejó claro que su “revolución” era más cultural que social: el reconocimiento estatal de la lengua, comunidad, estructuras, costumbres y tradiciones de los indígenas. Mediante una manipulación lingüística demagógica afirmó que “nacionalización” no significaba expropiación para justificar sus aventuras comunes con alrededor de cincuenta de las más grandes multinacionales del crudo, el petróleo y los minerales de los cinco continentes, incluyendo la del mayor y más lucrativo acuerdo con la multinacional india Jindal.

    Una vez que la oligarquía comercial, minera y banquera local se recuperó de la ofensiva popular masiva, se organizaron en las cinco provincias más ricas, donde gobernaban, y persiguieron agresivamente el ideal de un movimiento separatista llamado la alianza de la Media Luna- por el arco geográfico que forman las provincias involucradas. Ayudados e instigados por el embajador estadounidense Goldberg, buscaron desestabilizar al régimen por medio de violentos ataques a los movimientos locales de campesinos y de tácticas parlamentarias obstruccionistas.

    La estrategia económica de Morales pendía de un hilo porque estaba totalmente enfocada hacia la promoción del crecimiento precisamente a través de la promoción de las élites económicas que rechazaban políticamente un “gobierno capitalista indígena” enraizado en los movimientos de masas.

    Durante los primeros cuatro años de mandato, el régimen de Morales, con un gran despliegue étnico teatral y muestras de folclore tradicional, diseñó una política que garantizaba a las comunidades indígenas el control local de sus pueblos empobrecidos mientras se restringía de poner en marcha cualquier política de redistribución de las tierras fértiles de las cien familias y empresas agrícolas que controlan el 80% de las tierras fértiles, las mayores empresas comerciales de venta al por mayor y al por menor, los bancos y los mass media.

    Mientras Morales hablaba a las masas rurales indígenas en su propia lengua y reconocía sus derechos a gobernar en sus empobrecidos pueblos, actuaba en favor de su anterior enemigo, la oligarquía “europea”, garantizándoles cientos de millones de dólares en financiación para el cultivo y la promoción de la exportación.

    Mientras adoptaba un estilo radical de retórica al condenar el imperialismo y apoyaba a Fidel Castro y a Hugo Chávez, la política exterior económica de Morales era una invitación abierta al capital extranjero para unirse en la explotación de los recursos del país.

    Las políticas “etno regionales” fueron un trampolín para “líderes sociales” de clase media-baja que querían obtener poder político y unirse a la élite, especialmente la élite extranjera, en la partición de la riqueza. Las políticas étnico culturales se usaron para apartar las políticas de clase y satisfacer a la masa de base con una gratificación simbólica- “un presidente indígena” que insulta a los ricos mientras los recompensa con dinero público.

    No cabe duda que, bajo Morales, el estatus y los derechos legales de los indígenas han mejorado- pero no sus condiciones económicas: las desigualdades en la propiedad de la tierra, los ingresos, la educación y la salud son más visibles que nunca. La celebración de ritos y fiestas indígenas tradicionales por parte del régimen de Morales sirve de manera exitosa para ofuscar la continuidad socio económica. La fragorosa hostilidad racista de la oligarquía a todo lo”indígena” proporciona un útil florete al gobierno que le permite presentarse a sí mismo como campeón de los indígenas de las tierras altas y como enemigo de la atrincherada clase dominante europea. El beneficio es para la nueva burguesía burócrata que dirige la parte gubernamental de las aventuras económicas y proporciona contratos y puestos inferiores a líderes sociales leales que pueden captar el voto indígena el día de las elecciones. Habiendo tomado el gobierno nacional, el anteriormente presidente étnico y regionalista atiende de boquilla las reclamaciones regionales de los pobres mientras eleva las disparidades de clase y regionales entre las tierras altas y las planicies al profundizar en la internacionalización (penetración imperial) de la economía, especialmente de sus enclaves minerales y energéticos. Mientras se opone al separatismo de la élite y a la independencia de las regiones lucrativas, Morales ahonda en su riqueza para que su gobierno siga a flote. Su régimen denuncia el separatismo de la élite para compartir la riqueza entre los racistas capitalistas y los burócratas “progresistas”.

    Conclusión

    Promover la diversidad étnica y el regionalismo no es lo mismo que terminar con la desigualdad de clase y con la injusticia. En muchos casos, las políticas de identidad étnica han sido un vehículo para oponerse a regímenes nacionales opresivos, en nombre de un “pueblo” no diferenciado, y para construir un poder local de base y negociar cuotas de poder nacional.

    Los movimientos de base rural etno regional han dado un giro “hacia dentro” al reivindicar sus tradiciones y una hegemonía lingüística pero han sido desviados frecuentemente de retar las estructuras nacionales de poder de clase.

    Un rol significativo juegan las ONG financiadas por el imperialismo que llaman al “respeto” de la “autonomía cultural” a nivel local y fragmentan y dividen a los movimientos basados en las diferencias de clase como en el caso de algunas regiones en Ecuador.

    Por otra parte, la tradicional solidaridad lingüística, la religión familiar y la comunidad han desempeñado un papel importante en el derrocamiento de regímenes reaccionarios y en el establecimiento de una agenda progresista cuando ésta se combina con un análisis antiimperialista y de la clase moderna.
    Desenmarañar la confusa y aparentemente contradictoria respuesta de la izquierda al asunto de la autodeterminación, y por ello de los movimientos separatistas, gira en torno al hecho de reconocer que otros principios básicos tienen mayor importancia. Si revitalizamos la noción de autodeterminación y la localizamos en el contexto de la lucha de clases y antiimperialista, podemos empezar a aproximarnos a la respuesta de cuándo, dónde y con quién tomamos partido en la lucha por la liberación social y nacional.
    Nestor Makhno
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    Post  Nestor Makhno Mon Sep 28, 2009 4:22 pm

    En abstracto puedo subscribir un 80 % del artículo, pero precaución: Petras es un estalinista de lo más redomado e inmovilista. No se trata de un argumento ad hominem; simplemente se trata de interpretar las coordenadas y el plano donde se ubica su razonamiento; si este plano no tiene nada que ver con el nuestro, la coincidencia no puede ser más que casual o coyuntural.
    Y ahora aporto datos: Petras apoya casi acríticamente al régimen cubano y al venezolano, hasta el punto de censurar las críticas de Saramago a las penas de muerte, esta en contra de los "trotskistas" (lo cual incluye todo tipo de crítica de izquierdas al estalinismo, incluído luxemburguismo, consejismo, anarquismo) y a pesar de criticar ciertos nacionalismos (no sin cierta dosis de gran lucidez), se reserva el derecho a apoyar a aquellos "de izquierdas" (lo cual incluye supongo todo el nacional-estalinismo vasco, catalán, etc.). En resumidas cuentas, cree en toda la parafernalia del "antiimperialismo", el "socialismo en un solo país", etc.
    En resumen, JM, el artículo me a parecido interesante, pero si no sabemos contextuarlo (insisto, no es una cuestión de la persona, sino de su paradigma y su ubicación teórica de clase) nos pueden dar gato por liebre.
    Salud, JM y compañeros. Suerte por encima de las diferencias.
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    Post  JM Delgado Mon Sep 28, 2009 11:42 pm

    Ya, ya, todo eso lo se sobre Petras, también que no es la primera vez que se despacha contra el susosdicho "derecho de autodeterminación" al que desde luego descalifica como la tipica medida archidemocrática que los trotskistas creen, así pues si no es una "plantilla" no es nada. A veces no hay mejor cuña que la de la misma madera. Salud.
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    Post  JM Delgado Tue Sep 29, 2009 1:10 pm

    Nestor Makhno wrote:En abstracto puedo subscribir un 80 % del artículo, pero precaución: Petras es un estalinista de lo más redomado e inmovilista. No se trata de un argumento ad hominem; simplemente se trata de interpretar las coordenadas y el plano donde se ubica su razonamiento; si este plano no tiene nada que ver con el nuestro, la coincidencia no puede ser más que casual o coyuntural.
    Y ahora aporto datos: Petras apoya casi acríticamente al régimen cubano y al venezolano, hasta el punto de censurar las críticas de Saramago a las penas de muerte, esta en contra de los "trotskistas" (lo cual incluye todo tipo de crítica de izquierdas al estalinismo, incluído luxemburguismo, consejismo, anarquismo) y a pesar de criticar ciertos nacionalismos (no sin cierta dosis de gran lucidez), se reserva el derecho a apoyar a aquellos "de izquierdas" (lo cual incluye supongo todo el nacional-estalinismo vasco, catalán, etc.). En resumidas cuentas, cree en toda la parafernalia del "antiimperialismo", el "socialismo en un solo país", etc.
    En resumen, JM, el artículo me a parecido interesante, pero si no sabemos contextuarlo (insisto, no es una cuestión de la persona, sino de su paradigma y su ubicación teórica de clase) nos pueden dar gato por liebre.
    Salud, JM y compañeros. Suerte por encima de las diferencias.

    Nestor amigo, había dejado el post en respuesta al tuyo mas bien endeble y con cierta urgencia y algo de mala conciencia, porque tanto tu tono como las apreciaciones que haces sobre Petras y su artículo de referencia son bien atinadas y justas. Particularmente reseñable son las lineas que he subrayado y puesto en negritas, es por ahí por donde claramente se percibe a la vez la distancia de Petras respecto de las tesis lenininistas - y fielmente a ese modelo, entre los trotskistas - sobre el DAN al mismo tiempo que su negativa a "cortarse" de una tradición politica que no renuncia a contemplar en los nacionalismos y el DAN "energia revolucionaria" susceptible de ser manipulada y/o instrumentalizada en clave "comunista", es decir neoestalinista, paleo pro-URSS.

    Su insistencia en atender fundamentalmente al caracter "de clase" (sic) de la reivindicación nacionalista del DAN, es en sí misma un oximorón, de no ser porque al mismo tiempo - y aunque él, Petras, no tenga ni idea de sus implicaciones - ese supuesto caracter es exponente de un régimen, el de la URSS, que se presentaba al mundo como "la Patria de los trabajadores" "la Patria del Socialismo" (sic, sic) configurando a mi juicio una suerte de exonacionalismo pro-estalinista que debía operar coherentemente de ese modo, es decir reservandose las circunstancias y las "condiciones" - las famosas "4 condiciones de Stalin" da cuenta de ello a pesar de su aparente precisión - en que las élites locales que enarbolaban el DAN podían esperar el apoyo mas o menos encubierto de la URSS.

    Espero que no te sorprendas al leer que defiendo la ideas de que tal "exonacionalismo" o nacionalismo de exportación pro-URSS, era, al propio tiempo, simétrico, de la propaganda de EEUU, vivido por antitético por millones de trabajadores, de hecho la ideologia de "libre empresa", "Mundo Libre", de la Democracia y la Libertad con su estatua en el puerto de NY, durante la guerra fría constituyó a su vez un exonacionalismo pro-EEUU. Ese fué el alimento de la burguesía europea durante la guerra fría, en Alemania era palpable verlo en las fotografias de los dos Kennedys asesinados, poco menos que en cada hogar.

    En fin, tampoco se trata de compartir o no esa intuición mia, apartandonos de Petras. Pego aquí su artículo mas emblemático en relación con el DAN. De todos modos no quiero dejar pasar la ocasión de reseñar mi punto de vista al respecto, que no es otro que el Marx cuándo al defender la independencia de Irlanda y Polonia apuntaba básicamente contra los respectivos estados en las que se incluían: el Imperio Británico y el Imperio Ruso.

    La autodeterminación, una gran decepción

    por James Petras

    octubre de 1998

    Quienes alcanzamos la madurez política en los años 60 creíamos firmemente que la autodeterminación de las naciones era un derecho sagrado que debía apoyarse por doquier y en todas las épocas. Existían bastantes motivos para creer en este derecho: los pueblos de Indochina, de la República Dominicana y de Cuba presentaban resistencia a las intervenciones militares de los EE.UU; el pueblo checo se oponía a la invasión rusa, y los argelinos luchaban por su independencia contra el colonialismo francés.

    Últimamente, sin embargo, han surgido buenas razones para que reflexionemos sobre nuestra respuesta automática de apoyo a llamamientos a favor de la autodeterminación que podrían resultar falsos y engañosos.

    En los últimos diez años algunos países viables y pacíficos como Yugoslavia se han desmembrado con un saldo de centenares de miles de muertos, personas desplazadas y vidas rotas. Los movimientos separatistas se han convertido en las garras de las grandes potencias que intentan por la fuerza establecer para sí nuevos ámbitos de influencia empleando la conocida estrategia de dividir y conquistar.

    En segundo lugar, muchos de esos nuevos estados han quedado subordinados a otras nuevas potencias; la secesión de una unidad política ha sido el puente a la subordinación a otro conjunto de potencias políticas y económicas. Las antiguas naciones que formaban la U.R.S.S. constituyen el mejor ejemplo. Su independencia fue de muy corta duración, ya que se han convertido en una especie de repúblicas bananeras de Asia, dirigidas por autócratas asociados con las multinacionales petroleras y las potencias occidentales.

    En tercer lugar, el término `nacional' se ha hecho problemático. La mayor parte de los regímenes de Europa del Este rompieron con el Pacto de Varsovia y el CAME, para convertirse en socios subordinados de la NATO y de la Unión Europea.

    Cuarto, el prefijo `auto-' del término autodeterminación es una cortina detrás de la cual se ocultan diversos actores sociales y políticos, muchos con una agenda de sometimiento social, cultural y político: Afganistán es el paradigma.

    Los EE.UU, Arabia Saudí y otros estados musulmanes reaccionarios financiaron, entrenaron y suministraron armamento y dinero a fanáticos religiosos y líderes tribales reaccionarios que se dedican a asesinar a los maestros que enseñan a leer y escribir a las niñas. La posterior destrucción de un Estado laico y las cruentas guerras tribales hicieron retroceder a Afganistán a un despotismo medieval que emplea el terror contra las mujeres y los demócratas laicos. El auto de la autodeterminación de Afganistán era claramente la antítesis de otros valores democráticos fundamentales.

    Quinto, muchas de las naciones e identidades étnicas que se consideran oprimidas contienen importantes minorías. Cuando esas nacionales oprimidos llegan al poder suelen castigar a las minorías y negarles el derecho a la autodeterminación. En Kosovo la mayoría albanesa ha empleado el terror contra la minoría serbia como parte de su política de secesión, en gran medida producto de las ambiciones anexionistas de los líderes autoritarios del Estado de Albania. En Bosnia, esas prácticas también han sido comunes. En otros países las víctimas se han convertido en opresores. Los israelíes tratan a los palestinos como ciudadanos de segunda clase; los catalanes fomentan y llevan a la práctica una política educativa monolingüe que perjudica a los hispanohablantes, casi el 50% de la población de Cataluña.

    Lo que ha quedado claro con la reciente avalancha de declaraciones de independencia es la peculiar naturaleza de los apoyos internacionales.

    Mientras los EE.UU. proclaman su apoyo a la autodeterminación de Bosnia, bombardean e invaden Panamá, arrestan a su dirigente, Noriega, y lo procesan y encarcelan en Miami. Asimismo, en lo que concierne a la independencia de los países de Europa del Este, los gobiernos de Europa Occidental y de los EE.UU. condenaban la dominación rusa, aunque después de producirse la liberación de las principales industrias nacionales, ahora ellos ejercen un control importante de los medios informativos y, al ser los principales acreedores, dirigen su política económica. Los nacionalistas que antes criticaban el dominio soviético han pasado a ser los súbditos eslavos de los regímenes occidentales neoliberales. Si se examina ese proceso de liberación nacional desde una perspectiva histórica más amplia, queda claro que debajo de la retórica nacionalista yace la competencia de las grandes potencias por la clientela local. En la práctica, lo que en realidad se discute es la elección de una u otra potencia hegemónica y las ventajas sociales y políticas que puedan extraer las elites nacionales para sí mismas y sus seguidores inmediatos.

    Las potencias occidentales y sus clientes, los defensores de la liberación nacional, no toman en cuenta la enorme destrucción a largo plazo que suelen fomentar en países de por sí pacíficos y en desarrollo. El caso de la antigua Yugoslavia nos sirve de lección.

    Alemania intervino directamente, fomentando el nacionalismo croata y esloveno, mientras que los EE.UU. lo hicieron para apoyar la secesión de Bosnia.

    Los miembros de los distintos grupos nacionales que habían convivido, trabajado, contraído matrimonio y estudiado pacíficamente durante más de 40 años quedaron divididos, convertidos en sanguinarios adversarios.

    La propaganda occidental fomentó el mito de los milenarios odios de los balcanes para ocultar el papel intervencionista de Occidente en la propagación de rabiosos nacionalismos. A los medios informativos se les olvidó hablar de las anteriores décadas de convivencia pacífica. Como consecuencia, la federación socialista de provincias autónomas quedo desmembrada en una serie de miniestados que dependen de las grandes potencias, se produjo un gran trastorno económico, así como violentas venganzas entre antiguos amigos y vecinos. Todo en nombre de la autodeterminación.

    Algunos progresistas podrían argumentar que el apoyo selectivo a la autodeterminación de ciertos países por parte de las potencias imperiales de Occidente no comprometen el principio en sí, que sigue siendo un pilar de la política democrática. Esos mismos progresistas también podrían argumentar que las violaciones de los derechos de las minorías cometidas por pueblos y naciones anteriormente oprimidos no ponen en duda el principio de la autodeterminación, sino que sólo indican que se ha de ampliar y profundizar.

    Contra esos argumentos sostengo que la lógica de la autodeterminación conduce a la proliferación de miniestados, cada vez más susceptibles de ser absorbidos por las multinacionales y los poderes hegemónicos.

    Sugiero que no se maneje el principio de la autodeterminación como dogma universal aplicable en todos los lugares y en cualquier época.

    Ha de considerarse en un sentido más pragmático y flexible, examinándose su aplicación en relación con otros valores democráticos y en el contexto del bienestar de la sociedad. Una federación yugoslava imperfecta en la que se negociaban las ventajas relativas de las distintas naciones era preferible con mucho a la destrucción, la muerte y la dependencia fomentada por los rabiosos chovinistas que siguen proclamando las virtudes de los estados independientes.

    Un Afganistán laico y en desarrollo, gobernado por un régimen de izquierda apoyado por la U.R.S.S., que fomentaba la igualdad entre los sexos, la separación de la religión de la política y la reforma agraria era más desarrollado que el actual escenario hobbesiano, respaldado por los EE.UU, en el cual los patriarcas y señores de la guerra bombardean ciudades, amputan miembros de presuntos ladrones, y reducen a las mujeres al analfabetismo y la servidumbre.Entendamos que es falso el dilema entre estas dos soluciones absolutas: la autodeterminación o el sometimiento. Sobre todo, es necesario entender la naturaleza ambigua de los términos con los que se pretende definir la autodeterminación.

    Es fundamental el contenido social y político del prefijo `auto-'. ¿Son los grupos que controlan el proyecto de autodeterminación patriarcas reaccionarios, chovinistas autoritarios dispuestos a quitarse el vestido típico del campesino sojuzgado para ponerse el uniforme del antiguo opresor?

    El apoyo a los movimientos de autodeterminación nacional habría de condicionarse al carácter emancipador de sus dirigentes, a su tolerancia y respeto hacia las minorías, y sobre todo, a su determinación de servir al pueblo, en lugar de derrocar a los antiguos amos para convertirse ellos en los nuevos.

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