luxemburguista Tue Jan 26, 2010 3:39 pm
Había estado escribiendo una nueva aportación al tema, pero ni la he acabado (tal como la había pensado) ni creo que muchas de las cosas tengan verdadero sentido. Así que iré a lo que me parece más relevante:
1. Las acciones y programas no tienen que estar necesariamente diseñadas "para" los activistas de izquierda. Entre otras cosas porque lo que sí es cierto es que son activistas de izquierdas (en un sentido muy amplio) quienes las "diseñan". El problema es cuando esos activistas las "diseñan" (lo que pasa muy a menudo) de forma "metalingüística" o "autorreferencial", basándose en un praxis histórica (personal o de su organización) que no ponen en cuestión. Es decir, olvidan aquello que decía Marx (era Marx el de esa frase) sobre que los revolucionarios deben ser capaces de "oir crecer la hierba". En este caso concreto, sí creo que los programas que están “sobre la mesa” responden en gran medida a los planteamientos "espontáneos" de la gente (que como no es imbécil, es capaz de extraer conclusiones bien similares a las de los activistas en lo que se refiere a propuestas programáticas -en realidad es cuestión de darle la vuelta a lo existente y salen las propuestas-). Bien distinta es la cuestión de las acciones (protestas, movilizaciones, huelgas,…, no me refiero a las estrictamente de “propaganda”), porque ahí sí es necesaria la articulación organizativa que ya tienen los activistas y de la que carecen las personas no organizadas o no implicadas.
2. El principal problema de ese actuar de manera autorreferencial es que no existen lazos organizativos entre los activistas o las organizaciones de izquierda (partidos y sindicatos) y las masas proletarias o el pueblo en general y sus organizaciones (movimientos sociales). Lo que antes se llamaba "inserción" o "presencia". Incluso en muchos miembros de partidos y sindicatos hay una especie de "militancia disociada", dada la incapacidad de conectarse con la realidad de los movimientos sociales por parte de esos partidos y sindicatos. El caso más claro sigue siendo IU, pero los que van desarrollándose a su izquierda o aquellos más clásicos siguen el mismo camino. Ni huelen por dónde van los tiros hoy de los movimientos sociales y sólo se acercan a ellos para controlarlos o para hacer cutre-proselitismo. O los rechazan en pos de un obrerismo decimonónico que demuestra lo poco que emplean el Materialismo Histórico. El caso más claro en este sentido es el movimiento anti-Bolonia, cuya gestación organizativa debe ser rastreada en el movimiento anti-LOU, cuando todos los mamarrachos trotskystas y nacionalistas de izquierda no tuvieron nada mejor que hacer que dinamitar el movimiento estudiantil y su asamblearismo en pos de la creación de asociaciones afines a sus respectivos grupos, sus frentes de masas. Esa es la principal diferencia entre un movimiento y otro (separados por tan pocos años) y lo que explica que el actual sea mucho más minoritario en número (que al final es lo importante, porque sin las grandes masas nada socialista hay que hacer) que el anterior. A los bolcheviques de todo pelaje (incluidos los pseudo-anarquistas de la CNT, tan bolcheviques como los otros) les interesa formar a sus vanguardias, no que las masas desarrollen sus luchas. A eso sacrifican lo que sea.
3. En cualquier caso, lo que es ridículo a día de hoy es pretender utilizar los mismos métodos de inserción que se empleaban hace años, como si nada hubiera cambiado en este tiempo. Y curiosamente, en los movimientos sociales reales no hay quien vea a toda esa pléyade de organizaciones políticas por ningún sitio. Deben estar muy ocupados gestionando sus "espacios tradicionales". Y a todo lo demás lo acusan de reformista, revisionista, "izquierda del capital", o la memez que se les ocurra en ese momento. A ver si algún día se leen de verdad el Manifiesto Comunista y se enteran de cual es el papel de los comunistas (o de los anarquistas, que para el caso es igual). O se dan cuenta de que la credibilidad se gana con la constancia y el trabajo, y no sólo con los mítines.
4. En el caso concreto de CGT y de la Huelga General, hay una ausencia de prioridades. No se puede estar en misa y repicando. Así que o la prioridad son las elecciones sindicales (o los cutre-congresos, lo que es aún peor) o la prioridad es la HG. Que elijan. Lo que sea, pero que elijan. Lo que no vale es la incoherencia. Cada uno tiene su centro de interés. Por eso es tan necesaria la coherencia. Y eso vale para todos los casos. Por eso yo no estoy ni estaré más en CGT (ni en ningún otro sindicato del ramo de la enseñanza). Lo que no es admisible es sostener organizaciones y métodos incoherentes. Eso es lo que hacen con CGT desde Corriente Roja hasta IZAN. Porque a lo único que van es a pillar carguitos que les den renombre en sus organizaciones (véase las listas electorales) o a captar pardillos que les repartan los panfletos.
5. El mecanismo de debatir entre "activistas" -se les supone- (como lo que planteabas para el 25) vuelve a ser autorreferencial. Para la Huelga General hay que plantearse otra cosa, mucho más clara, directa y basada en el trabajo en los tajos. Pero me da la impresión de que ni siquiera estás rodeado de activistas en la CGT de Úbeda. Su análisis y decisiones sobre el movimiento de parados ya lo comentamos en su momento: de un sectarismo que rayaba lo ridículo y era expresión de esa misma incoherencia. Pero sobre todo de una falta de visión imperdonable. De todas formas, la Huelga General, salvo que uno sea anarquista, es sólo un paso. Y en las condiciones actuales les toca a los sindicatos como CGT abanderarlas. Sin que ellos estén realmente dispuestos, es algo absurdo y una pérdida de tiempo para los que no mitificamos ese mecanismo.
6. Por eso, mi concepción del trabajo prioritario es bien distinta. La realidad (y la experiencia de ayer es una nueva muestra) me confirma a cada paso que los pasos a seguir, salvo que uno quiera chocarse con la misma pared una vez tras otra, van por otros derroteros. Hay que crear referentes de tendencia claros y precisos, radicalmente alternativos a los "mayoritarios" en la izquierda (social-reformistas, bolcheviques o anarquistas). Y esos referentes, para ser verdaderamente alternativos, pasan inexcusablemente por admitir, aceptar, apoyar y participar en los movimientos sociales realmente existentes pero que apuntan a ese otro mundo posible, en pié de igualdad con el resto de los que en ellos participan, y con una sóla exigencia: la democracia interna. Entonces los comunistas estaremos haciendo realidad lo que se dice de nosotros en el Manifiesto: ningún interés aparte tenemos; sólo nos diferencia nuestra visión global (hasta el punto de globalidad del que seamos capaces). Precisamente ésa es la única función específica del revolucionario: introducir lo global, mostrar los nexos con esa globalidad, en cada lucha concreta. Pero para ello hay que bajarse a esas luchas concretas. Y no desdeñar a los ¿nuevos? movimientos sociales esgrimiendo su carácter reformista o reafirmándose en algo tan obvio como insuficiente como la centralidad del mundo de la producción material. Las luchas no surgen ni donde se preven en los laboratorios ni en donde a uno le gustaría. Lo que hay que elegir es aquellos que están compuestos por gente activa y no por reconocidos burócratas. Porque para que alternativas de verdad a esto se articulen hay que empezar por ganar a esos activistas, lograr que se conviertan en militantes, que desarrollen su lucha en cada una de las acciones que componen su vida cotidiana. No idealizar con los repartos indiscriminados de propaganda o con las luchas “importantes” pero ajenas.
7. Pero con eso no basta. Las visiones alternativas no se construyen individualmente, sino que son fruto de gente organizada. No basta con el slogan “organízate y lucha”. Hay que ser capaces de proponer una forma organizativa acorde al proyecto de transformación. Ésa era la idea de la RLI y eso es lo que está detrás de todo lo que en este foro (y en otras partes) se ha dicho (al menos por mi parte) sobre qué es un “partido”, qué es una organización, el compromiso, el trabajo común,… Lo confuso, lo que no es claro, ni atrae ni es bueno que atraiga. Porque es fruto de la incoherencia.
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