sábado 16 de febrero de 2008
Wolfgang Leonhard: La triple escisión del marxismo
Publicamos a
continuación un fragmento de la obra del historiador (y activista
político) Wolfgang Leonhard, “La triple escisión del marxismo” (1970).
Concretamente, los tres últimos apartados de su segundo capítulo. En
este libro, el autor, partiendo de las propias concepciones de Marx,
analizó las diversas concepciones “comunistas” que se reclamaron
herederas del marxismo y que desarrollaron una experiencia práctica en
los países del llamado “socialismo real” (leninismo, stalinismo,
comunismo científico soviético -“revisionismo” tras el XX Congreso del
PCUS-, maoismo) así como las propuestas “reformistas” que se formularon y
desarrollaron (en mayor o menor medida) en la Yugoslavia de Tito, en
Polonia, Hungria y Checoslovaquia. Todo ello en una exposición crítica y
muy bien documentada, y, sobre todo, muy esclarecedora sobre cuestiones
de enorme importancia para el proletariado en su lucha por la
emancipación. Pues, mostrando lo que él considera “escisiones” respecto
de las formulaciones de Marx, puede entenderse el camino, tan alejado
del socialismo y el comunismo, que adoptaron esas experiencias. Dado que
son sólo referencias bibliográficas, hemos eliminado las notas.
LOS NUEVOS COMPONENTES POLITICOS DEL LENINISMO
No
hay duda de que Lenin y sus conmilitones estaban firmemente persuadidos
de que eran marxistas y de que habían llevado al marxismo a triunfar en
el país, en Rusia. Tampoco cabe dudar de que muchas concepciones
políticas de Marx y Engels entraron en las obras y escritos de Lenin, en
el Leninismo. El internacionalismo de Lenin, su lucha contra el
nacionalismo y el chauvinismo -también y precisamente en su propia
nación-, su repugnancia por las alabanzas y la glorificación de las
experiencias rusas (y de su propia persona), su defensa de una
transformación evolucionista, voluntaria y socialista de la
agricultura, y, sobre todo, su expresa confesión de los diferentes
caminos hacia el socialismo en los diversos países, todo ello y otras
cosas más dan testimonio de que Lenin tomó y desarrolló muchos
principios fundamentales decisivos del marxismo.
Pero junto a
esta continuidad no pueden pasarse por alto seis importantes
modificaciones de las concepciones políticas originales de Marx y
Engels.
La primera modificación se refiere al partido.
En Marx la clase obrera, el proletariado, ocupaba el primer plano, en
cuanto fuerza decisiva que ha de realizar el cambio de la sociedad. En
Lenin se trasladó el peso principal al partido, una organización de
revolucionarios profesionales que se apoya en una ideología común, al
que está sometida la prensa del partido, que en cuanto organización está
construida sobre el principio del centralismo democrático, y en el que
está prohibida la difusión de concepciones contrarias a las del partido,
un partido de élite, unitario y disciplinado que ha de capitanear y
dirigir al proletariado.
En segundo lugar, la importancia de la táctica política.
Mientras que Marx y Engels se ocuparon poco y de paso de este problema,
en Lenin los problemas de táctica, provenientes de su concepción de
partido de élite, se hallaban en un claro primer plano. Sus innumerables
instrucciones tácticas sobre alianzas, compromisos, concesiones, modos
de lucha y sobre todo métodos de actuación en otras organizaciones e
instituciones, influyeron sin duda en la forma de pensar, incluso tal
vez en el comportamiento moral de los miembros y funcionarios.
El tercer ámbito de modificación se refiere a la revolución socialista.
Mientras que Marx y Engels unieron siempre la revolución social a
presupuestos concretos (alto nivel del desarrollo económico y el que el
proletariado constituyera la mayoría de la población), hablaron siempre
de una revolución simultánea en los países industriales más
importantes y subrayaron de forma creciente la posibilidad de una
transformación pacífica de la sociedad, Lenin cambió totalmente dicha
concepción. Según él, los presupuestos mencionados por Marx y Engels ya
no son decisivos; una revolución socialista tendrá lugar más bien en el
"eslabón más débil" del imperialismo, bajo las condiciones de concretas y
muy sobresalientes contradicciones políticas ("situación
revolucionaria"). Esta revolución puede triunfar también en un sólo
país, resultando por regla general de un derrocamiento violento en forma
de un alzamiento armado. En vez de una revolución social de los obreros
industriales, iba a ser una revolución socialista dirigida por un
partido de élite, y exactamente sobre este esquema tuvo lugar la
Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
El cuarto cambio esencial está en la interpretación de la dictadura del proletariado.
En lugar de las características, recalcadas por Marx y Engels, del
poder político de la clase obrera, resaltaba Lenin el empleo de medidas
dictatoriales contra la derrocada clase explotadora, un poder que se
apoyaba inmediatamente en la fuerza, que se hallaba bajo la dirección
de un partido que, para poder realizar dicha tarea ha de estar unido y
disciplinado y no puede tolerar fracción alguna ("unidad del partido").
El poder bolchevique de Rusia, tras 1917 en forma de poder soviético,
fué anunciado por Lenin como realización de la dictadura del
proletariado, y sólo amortiguado por referencias diversas a que en el
futuro y en otros países la dictadura del proletariado se realizaría
de modo distinto y mejor.
En la concepción leninista de las medidas de transición al socialismo
se expresaban también las especiales condiciones rusas. En lugar de la
corta transición prevista por Engels, sostuvo Lenin la idea de un
período de transición muy largo, en cuyo transcurso se habían de
producir no sólo una transformación de la sociedad, sino también las
bases económicas del socialismo ("comunismo es poder soviético más
electrificación"). Las, en parte muy diferentes, manifestaciones de
Lenin sobre las relaciones de propiedad, la dirección económica, el
papel de los sindicatos, los estímulos económicos, medida y límites del
terror, proporcionaron más tarde a las más diferentes fuerzas dentro del
comunismo la posibilidad de apelar a Lenin.
Finalmente, emprendió Lenin importantes cambios en la concepción de la futura sociedad comunista sin clases.
A partir de una única referencia de Karl Marx, distinguió Lenin entre
una primera fase, la del "socialismo", y una fase superior, la del
"comunismo". En el socialismo, el reparto había de producirse según el
rendimiento del trabajo ("a cada uno según su rendimiento"),
conservándose todavía el Estado; tan sólo se extinguirá en la fase
superior del comunismo. Las concepciones de Marx y Engels, tan
recalcadas, de asociación de productores libres, de la superación de la
alienación y de la liberación de la personalidad humana, fueron
asimismo totalmente marginadas en las ideas de Lenin respecto a la
sociedad comunista sin clases.
Todos estos cambios de Lenin en la
doctrina política del comunismo reflejan su empeño en acomodar las
concepciones políticas orginales de Marx y Engels a las tareas y fines
del movimiento marxista ruso. La situación social en la Rusia zarista y
el hecho de que el proletariado industrial sólo constituía en ella una
minoría de la población lo llevó a una nueva concepción del partido. La
falta de presupuestos para una revolución social según la mente de Marx y
Engels le impulsaron a una interpretación totalmente nueva de la
revolución socialista. El triunfo de la revolución bolchevique en Rusia
en Octubre de 1917, para la que no se dieron en absoluto las condiciones
previas señaladas por Marx y Engels, halló su expresión en los cambios
que introdujo Lenin, tanto en la concepción de la dictadura del
proletariado como en la descripción de la futura sociedad sin clases
CRITICA MARXISTA AL LENINISMO
Entre
los marxistas, incluso en las propias filas bolcheviques, no dejaron
de suscitar contradicción algunos de los cambios introducidos por Lenin
en la teoría política del marxismo. Así, Rosa Luxemburgo se alzó ya en
1904 en contra de la nueva doctrina del partido de Lenin: "el
ultracentralismo propugnado por Lenin nos parece sostenido en todo su
ser no por un espíritu positivamente creador, sino por una mentalidad
estéril de vigilante nocturno. Su línea de pensamiento se dirige
fundamentalmente al control del partido y no a su fecundación, a su
estrechamiento y no a su despliegue, a la vejación y no a la educación
del movimiento". A diferencia de Lenin, exigía Rosa Luxemburgo la
crítica sin límites a los órganos superiores del partido como medio
contra toda osificación, dando la primacía al desarrollo creador: "los
fallos que comete un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son
históricamente infinitamente más fructuosos y valiosos que la
infalibilidad del mejor Comité Central”. El mismo Trotsky escribió
proféticamente acerca de la doctrina del partido de Lenin: "estos
métodos llevan, como lo veremos un día, a lo siguiente: la organización
del partido ocupa el lugar del partido, el Comité Central ocupa el lugar
de la organización del partido, y finalmente el "dictador" ocupa el
lugar del Comité Central".
Cuando Lenin urgió en 1917 a que se
pasara en Rusia de la revolución democrático-burguesa a la revolución
socialista -aunque según las concepciones básicas de Marx y Engels no
estaban maduros los presupuestos necesarios para ello--, Rykov, uno de
los jefes bolcheviques advertía: "opino que en las circunstancias
actuales, con nuestro nivel de vida, no nos toca iniciar la revolución
social. No tenemos la fuerza, ni las condiciones objetivas para ello".
También el empeño de Lenin para el levantamiento armado en Octubre de
1917 tropezó con resistencias.
Dos de los principales jefes
bolcheviques -Kamenev y Zinoviev- votaron en contra diciendo: "estamos
profundamente persuadidos de que un llamamiento a la sublevación armada
significa en el momento presente no sólo poner en juego la suerte de
nuestro partido, sino la de la revolución rusa y la de la revolución
internacional".
En vez del gobierno bolchevique de partido único,
propugnado por Lenin tras la revolución de Octubre, muchos
bolcheviques, entre ellos un fuerte grupo del Comité Central, pedían la
formación de un gobierno de coalicción socialista de los tres partidos
socialistas principales, los bolcheviques, los mencheviques y los
revolucionarios sociales. Incluso de los 15 miembros del primer gobierno
bolchevique de Noviembre de 1917, o "consejo de Comisarios del
pueblo", dimitieron cinco Comisarios -Rykov (Interior), Miliutin
(Agricultura), Nogin (Industria y Comercio), Theodorovich
(Alimentación) y Shliapnikov (Trabajo)-, publicando, conjuntamente con
una serie de otros bolcheviques, una declaración en la que se decía:
"mantenemos el punto de vista de que es necesario formar un gobierno
socialista partiendo de todos los partidos representados en el
Soviet... Declaramos que, de otro modo, sólo hay un camino: el
mantenimiento de un gobierno puramente bolchevique usando los medios del
terror político. Esto no podemos aceptarlo, no lo aceptaremos. Vemos
que esto... llevará a la instauración de un régimen irresponsable y a la
ruina de la revolución".
Con especial contradicción tropezó la
equiparación hecha por Lenin del poder bolchevique en Rusia con la
dictadura del proletariado anunciada por Marx y Engels, así como los
métodos del poder bolchevique y la opresión de las demás fuerzas
socialistas. Con preocupación escribía Kautsky: "las intenciones de los
bolcheviques eran sin duda las mejores. Se mostraron al comienzo de su
poder llenos de ideales humanitarios que surgían de la situación de
clase del proletariado... Su culpa comienza en el momento en que...
proclamaron la "inmediata y total emancipación de la clase obrera" a
pesar del atraso de Rusia, y con este fin, por "fracasar" la democracia,
exigieron su propia dictadura bajo la firma de la dictadura del
proletariado."
Incluso la vanguardista del marxismo
revolucionario, Rosa Luxemburgo, aunque alabó a los bolcheviques por su
decidida postura revolucionaria, puso en guardia ante el desprecio de
las libertades democráticas y ante el creciente elemento dictatorial
del bolchevismo: "por el contrario, es un hecho público e innegable que
sin una prensa libre y sin inhibiciones, es totalmente inconcebible el
poder de amplias masas populares... La libertad sólo para los
partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido -por muy
numerosos que sean- no es libertad. La libertad es siempre la libertad
de los que piensan de forma distinta".
Ya en otoño de 1918 notaba
críticamente Rosa Luxemburgo acerca de la teoría de la dictadura del
proletariado sostenida por Lenin y Trotsky:
"El tácito
presupuesto de la teoría de la dictadura en el sentido de Lenin y
Trotsky es que la revolución socialista es algo para lo que se tiene ya
en el bolsillo del partido de la revolución una receta hecha, a la que
no hay más que aplicar con energía. Pero por desgracia -o según lo que
sea: por fortuna- no es ésto así... El sistema social socialista sólo
debe y puede ser un producto histórico, nacido de la propia escuela de
la experiencia, en la hora de su consumación, del devenir de la historia
viva... Lo negativo, la destrucción puede decretarse, la construcción,
lo positivo, no.... Tan sólo la vida que espumea sin coacción va
adoptando mil nuevas formas e improvisaciones, esclarece la fuerza
creadora y corrige incluso los fallos... El único camino al nuevo
nacimiento es la escuela de la vida pública misma, la más ilimitada y
amplia democracia, la opinión pública. Precisamente el poder del terror
es lo que desmoraliza".
Partiendo de ello, profetizó que el
poder bolchevique llevará a la formación de una nueva burocracia: "con
el aniquilamiento de la vida política en todo el país tiene que ir
paralizándose también cada vez más la vida en los Soviets. Sin
elecciones generales, sin una prensa sin trabas y libertad de reunión y
sin una libre lucha de opiniones, va muriendo la vida en toda
institución pública, se convierte en vida aparente, en la que el único
elemento activo es la burocracia. La vida pública se va adormeciendo
paulatinamente, algunas docenas de cabezas sobresalientes y una élite
del proletariado son convocados de tiempo en tiempo a asambleas para
aplaudir los discursos de los jefes y aprobar "unánimemente las
resoluciones propuestas". La dictadura del proletariado es, según Rosa
Luxemburgo, la "dictadura de la clase, y no de un partido o de una
claque". Ha de realizarse "en la más amplia publicidad, con la
participación más activa y libre de las masas populares, en una
democracia ilimitada".
Pero de lo que más en guardia ponía Rosa
Luxemburgo era de ir relegando la realización de la democracia
socialista a un futuro lejano: "es tarea histórica del proletariado el
introducir, una vez en el poder, la democracia socialista en lugar de la
democracia burguesa, y no la de eliminar toda democracia. Pero la
democracia socialista no comienza en la tierra prometida, cuando se han
echado los cimientos de la economía socialista, como un regalo de
Navidad ya listo para el honrado pueblo que ha apoyado mientras tanto
fielmente el puñado de dictadores socialistas. La democracia socialista
comienza ya con el derrocamiento del reinado de las clases y la
edificación del socialismo".
LA TRANSICION AL STALINISMO
Hasta
qué punto tenía razón Rosa Luxemburgo con su crítica y sus
advertencias, lo mostró el desarrollo ulterior del bolchevismo. En los
años de la guerra civil se centralizaron el poder militar y el
económico, se eliminaron en la economía los Comités de control del
trabajo que habían sido elegidos, colocándose las empresas bajo la
dirección de directores de fábrica estatales. La Cheka redujo al
silencio no sólo a fuerzas contrarrevolucionarias, sino también a
pareceres y corrientes críticos en el propio campo.
Con los
éxitos de los bolcheviques en la guerra civil se cambió la estructura y
el carácter del partido. A causa de la larga guerra civil, el hambre y
las privaciones, se paralizó el estusiasmo revolucionario, y se
fortaleció y creció el aparato bolchevique. Acudían, cada vez más, al
partido el tipo de hombre que suele estar siempre del lado de los más
fuertes. Dentro del partido, que desempeñaba el papel de único partido
en el poder, se desarrollaba una nueva casta privilegiada.
"Cuando
cedió la tensión y los nómadas de la revolución se hicieron
sedentarios, despertaron y se desarrollaron en ellos propiedades
pequeño-burguesas, simpatías y tendencias de funcionarios satisfechos
de sí mismos", caracterizaba más tarde Trotsky este cambio. En las
sesiones del Comité Central notaba Trotsky "la voz del apaciguamiento
moral, de la autosatisfacción y del aplauso pueblerino". Las noches
dedicadas en común a la bebida con las inevitables charlas sobre los
ausentes, se convirtieron, según Trotsky, en "diversiones que se fueron
haciendo costumbre en la nueva casta social gobernante".
Pero
esta evolución iba siendo ya observada por muchos bolcheviques con
preocupación y espanto -sobre todo por la "oposición obrera" bajo la
jefatura de Shliapnikov y por el grupo de oposición de los "centralistas
democráticos". Ambos grupos se volvieron con toda crudeza contra la
centralización y burocratización del partido, contra la opresión de la
libertad de opinión; la "oposición obrera" se opuso también a la
dirección económica centralista y el nombramiento desde arriba de los
directores de empresas, exigiendo -en consonancia con las ideas de Marx y
Engels-, poner las empresas en manos de consejos obreros elegidos.
"No
somos partidarios de la edificación del socialismo bajo la dirección de
"organizadores de trust". Somos partidarios de la edificación del
socialismo por la fuerza de clase creadora de los mismos trabajadores, y
no por medio de órdenes de "capitanes de industria", declaraba el
bolchevique de oposición Ossinski: "El socialismo y las organizaciones
socialistas han de instaurarse por el proletariado mismo, o no se
instaurarán; surgirá otra cosa, el capitalismo de Estado".
Sapronov,
que pertenecía al grupo de los "centralistas democráticos", puso en
guardia ante la creciente centralización y burocratización del partido:
"convertís a los miembros del partido en gramófono obediente con jefes
que dan órdenes". Si este proceso sigue adelante, también el Comité
Central será sustituido por un dictador: "también aquí puede nombrarse a
un único jefe", y "entonces se habrá perdido la revolución".
A
principios de 1923, la última oposición de este tipo, el "grupo de
trabajadores", se alzó contra estas tendencias en el seno del partido:
"la central del P.C.R. no quiere tolerar ninguna crítica porque se cree
tan infalible como el papa de Roma". El "grupo de trabajadores" predijo
que en la Unión Soviética iba a surgir una nueva clase dominante. "El
mayor peligro está en que la forma de vida de una parte muy grande de la
cumbre rectora ha comenzado muy pronto a cambiar. Si dura algún tiempo
esta situación, en la que los miembros de la administración de un trust,
pongamos por caso del trust del azúcar, reciben mensualmente 200
rublos-oro de sueldo y además una buena y barata vivienda y tienen a su
disposición un auto gratis", mientras que un trabajador "aparte de la
modesta ración que recibe del Estado, cobra mensualmente una media de
cuatro a cinco rublos", es inevitable una nueva formación de clases. "Si
esta situación no desaparece pronto, sino que sigue influyendo durante
diez y veinte años, el ser de unos y de otros determinará su conciencia
y se enfrentarán unos a otros como dos luchadores en distintos campos".
Existe con ello el peligro de la transformación del poder proletario en
una oligarquía. El partido comienza a "transformarse en un grupo de
detentadores del poder, que mantienen en sus manos los recursos
económicos y el dominio sobre el país, pasando a ser un casta
obligatoria".
El mismo Lenin que consideraba exagerados estos
pareceres y combatió a sus partidarios, tomando "medidas
administrativas" contra ellos o, al menos, permitiendo que se tomaran,
no dejó de observar su desarrollo con preocupación, aunque es cierto
que minusvaloró el peligro.
Así, en Diciembre de 1920, se quejaba
Lenin de "que nuestro Estado es un Estado de trabajadores con
excrecencias burocráticas". Ya en Febrero de 1921 habló de "burócratas
soviéticos", y se quejó de que "había entrado demasiado burocratismo en
el aparato". En Marzo de 1921 decía Lenin que el "tumor burocrático se
ha convertido en punto delicado", del orden estatal, criticó la
"deficiente realización del democratismo, quejándose de que "el aparato
burocrático fuera tan gigantesco".
Sin embargo, sólo a finales
de 1922 comenzó Lenin a ver en toda su dimensión el amenazador peligro
del aparato burocrático. El aparato soviético, escribía, es el viejo
"aparato ruso", al que los bolcheviques "han tomado del zarismo y lo
han untado muy ligeramente con aceite soviético". Los bolcheviques no
podían considerar este aparato como propio. Lenin vió ahora en el
aparato un poder extraño y amenazador: "Si queremos ser honrados, hemos
de confesar que calificamos como nuestro a un aparato que en realidad
va siendo cada vez más ajeno y representa una mescolanza
burguesa-zarista". También se hallaba Lenin seriamente preocupado por
el creciente nacionalismo ruso: "no cabe duda de que el insignificante
porcentaje de trabajadores soviéticos y sovietizados se va a ahogar en
este mar de chusma chauvinista gran-rusa, como las moscas en la leche".
Se
añadió a ésto que la esperanza de los bolcheviques de una revolución
mundial resultó ser una ilusión. La Rusia soviética se quedó sóla. Los
revolucionarios intelectuales con mentalidad internacionalista,
penetrados de marxismo revolucionario y por los objetivos socialistas,
fueron siendo sustituidos, cada vez más, por aparachiks de mentalidad
estrecha y horizonte provinciano, que vieron en el poder la realización
de sus propias aspiraciones. Se agruparon en torno a la Oficina de
Organización y al Secretariado de la jefatura del partido, donde
residía Stalin, Secretario General del partido desde Marzo de 1922. En
Marzo de 1922 se quejaba Lenin de que el desarrollo soviético sólo se
determina por la "autoridad de la delgadísima capa a la que puede
llamarse vieja guardia del partido". Una insignificante lucha interna
puede llevar a que el desarrollo soviético "ya no esté dependiendo de
ella".
El 21 de Enero de 1924 murió Lenin. Sus advertencias sobre
Stalin no fueron atendidas, ni se siguió su urgente propuesta de
destituir a Stalin. El desarrollo de la Unión Soviética ya no dependía,
como lo predijo Lenin, de la vieja guardia de los bolcheviques, sino de
los nuevos aparachiks, cuyo portavoz y jefe era Stalin.
El
desarrollo ulterior, no sólo de la Unión Soviética, sino también de la
teoría política del comunismo fué, en lo sucesivo, determinado por el
hijo de un zapatero georgiano, que se llamó José Vissarionovich
Dshugashvili, que actuó en el partido bolchevique al principio bajo el
nombre de Koba, y más tarde fué mundialmente conocido por el nombre de
Stalin.
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