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Esta perspectiva acerca del desarrollo futuro de las naciones ya fue esbozada hace más de un siglo por Marx y Engels y plasmada en el programa de la Liga Comunista.
En el esbozo de la "Confesión de fé comunista" (1847), que constituirá el primer borrador del que luego será el Manifiesto, elaborado por Engels y otros miembros de la Liga, se postula:
"Cuestión 21: ¿Continuarán existiendo las nacionalidades bajo el comunismo?
Respuesta: Las nacionalidades de los pueblos que se agrupen juntas de acuerdo con el principio de la comunidad serán justamente tan compelidas por esta unión a mezclarse entre sí y, de este modo a suprimirse, como las diversas diferencias entre los estados [de la sociedad civil] y las clases desaparecerán a través de la supresión de su base, la propiedad privada."
La Liga Comunista se definía como una "liga antinacionalista que está abierta a todos los pueblos" (Círcular del I Congreso, 1847). No obstante, no se trataba del antinacionalismo burgués, que opone la unidad y los intereses imperiales de las naciones dominantes a las aspiraciones de las distintas clases de las naciones oprimidas, y que en su versión "radical" viene a considerar éstas últimas como esencialmente capitalistas mientras ve en las unidades imperialistas una antesala para el comunismo.
El desarrollo de las posiciones de Marx y Engels sobre la nacionalidad desde La Ideología Alemana hasta el Manifiesto del Partido Comunista va en el sentido de reconocer la apropiación proletaria de la nacionalidad. En la Ideología (1846) y unos años antes, se concluye que el desarrollo de la economía mundial ha disuelto ya virtualmente las nacionalidades, y que, al producir al proletariado como clase mundial, que en su ser social encarna la negación de la propiedad privada, produce también en el ser del proletariado la negación de toda nacionalidad. Formulando esto con mayor claridad, en la Confesión de Fé Comunista se afirma que las nacionalidades se suprimen en el mismo sentido en que se suprime la separación de los individuos en estratos y clases sociales. Igual que esto no significa la supresión de los individuos como individuos políticos, ni como individuos que producen y regulan su vida material, sino solamente la eliminación de una forma restrictiva y opresiva, así tampoco la supresión de la nacionalidad podía significar otra cosa que la supresión de la forma limitada y alienada que posee la singularidad colectiva de la vida humana en cada comunidad nacional en el marco de la sociedad burguesa.
En el Manifiesto, al procurarse un documento más claro desde un punto de vista práctico, aparecerá un enfoque en apariencia muy diferente, pero que en realidad describe la transición histórica práctica entre el carácter nacional de la sociedad burguesa y su superación en el comunismo. En lugar de incidir en el aspecto meramente negativo del problema, el Manifiesto incide en el positivo, en la reapropiación de la vida nacional por el proletariado, su "autoconstitución en nación". Y lo mismo que se afirma el carácter necesariamente internacional del movimiento proletario y de su emancipación, se da a entender que la lucha revolucionaria debe, en primer lugar, adaptarse a las condiciones históricas de cada país y adoptar una forma nacional.
La relación entre el desarrollo de la lucha nacional y de la lucha internacional, desde el punto de vista comunista, debe reconocer, como se detalla más ampliamente nos Principios del Comunismo de Engels (1847), la interdependencia objetiva y la necesidad de una simultaneidad entre los distintos movimientos nacionales. La revolución en un solo país es imposible. Por tanto, solamente una organización que sea, ya en esencia, internacional, puede ser consecuentemente revolucionaria.
Por eso, cuando los objetivos específicamente nacionales de l@s trabajadore/as de un país entran en oposición con los objetivos generales del conjunto del proletariado, los primeros deben quedar en segundo plano4:
"Tenemos que colaborar en la liberación del proletariado occidental y debemos subordinar a este objetivo todos los restantes y, por muy interesantes que sean los Estados balcánicos y demás, cada vez que su esfuerzo de liberación entre en conflicto con el interés del proletariado: ¡que otros se ocupen de ellos! También los alsacianos están oprimidos... pero, si en la víspera de una posible revolución liberadora, provocan una guerra entre Francia y Alemania, excitan nuevamente el odio entre ambos pueblos, retrasan de ese modo la hora de la Revolución, yo diría: ¡Alto! ¡Tened la misma paciencia que el proletariado europeo! En cuanto éste se libere, vosotros seréis igualmente libres. ¡Hasta ese momento no toleraremos que estorbéis los progresos del proletariado en lucha!". (Engels, Carta a Berstein, 1882)
La cuestión no es si se defienden o no los intereses específicamente nacionales del proletariado de cada país. La cuestión es que la lucha del proletariado es una lucha internacional, que las distintas luchas nacionales no son, en realidad, luchas separadas entre sí, sino luchas interrelacionadas. Que esta interrelación sea consciente o inconsciente, es algo que no incumbe aquí. Por tanto, igual que, en general, en una situación ideal, toda lucha proletaria debería esperar a que se den las condiciones básicas necesarias para su desarrollo, y a que exista la posibilidad objetiva para su triunfo, las luchas nacionales deben esperar su momento, considerando tanto las condiciones nacionales que son su ponto de partida inmediato, como las condiciones internacionales en conjunto5. El fundamento de esto es, como intentamos aclarar antes, que el proletariado no puede obtener la verdadera libertad nacional dentro del capitalismo, que cualquier "libertad nacional" dentro del marco burgués no es para él más que una reforma del capitalismo, una concesión dentro de la desposesión. Ello, por supuesto, no puede reconocerlo la llamada "izquierda patriótica", porque para ella la lucha nacional es siempre, por principio, una lucha independiente de las condiciones internacionales. Su ponto de vista es el de la pequeña burguesía, no el del proletariado, y en la medida en que agrupan al proletariado, lo agrupan bajo una forma de conciencia alienada y con una praxis no revolucionaria.
"Sostener que cada nación atraviesa su propio desarrollo internamente, sería tan absurdo como la idea de que cada nación está obligada la pasar por el desarrollo político de Francia o el desarrollo filosófico de Alemania. Lo que las naciones han hecho como naciones, lo han hecho para la sociedad humana; todo su valor consiste en el hecho de que cada nación singular ha logrado, para beneficio de otras naciones, uno de los aspectos históricos principales (una de las principales determinaciones) en cuyo marco la humanidad hubo logrado su desarrollo, y, por consiguiente, después de que hubiesen sido desarrolladas la industria en Inglaterra, la política en Francia y la filosofía en Alemania, ellas se han desarrollado para el mundo, y su importancia histórica mundial, como también la de estas naciones, ha llegado por tanto a su fin." (Karl Marx, Proyecto de un artículo sobre el libro de Friedrich List «El sistema nacional de economía política», 1845)
5
La teoría de los "pueblos ahistóricos" supone, naturalmente, algo difícilmente asumible para los falsificadores del pensamiento marxiano, que por eso atribuyen esta teoría en exclusiva a Engels. Como hemos visto, aparte de la expresión "pueblos ahistóricos", esta teoría no es más que una aplicación general del materialismo histórico, y como tal debe actualizarse en función de los cambios en las condiciones históricas y desde la perspectiva de la emancipación del proletariado.
En la época de Engels, esta teoría explicaba que, en ausencia de condiciones para un desarrollo independiente viable, la independización de los "pueblos ahistóricos" los convertiría en un núcleo reaccionario y sería contraproducente para el desarrollo histórico del capitalismo, que crearía las condiciones para la emancipación proletaria. Sería perjudicial para los intereses del proletariado, tanto dentro del capitalismo como para la lucha por la revolución social. Por eso, en esta situación, los intereses del proletariado coincidían con los de la burguesía dominante en ciertos Estados en su oposición a la independización nacional de ciertos pueblos, o, más exactamente, a los movimientos separatistas que tenían un contenido históricamente reaccionario.
En la época actual, en la medida en que el propio capitalismo deja, él mismo, de ser un sistema viable; en la medida en que deja de posibilitar el desarrollo independiente de las naciones en general, formando una clase capitalista multinacional cuyo único vínculo nacional es la utilización del poder de los Estados nacionales en los que tiene más influencia para impulsar su expansión mundial y defenderla con la fuerza; en la medida en que se crean instituciones económicas, políticas y militares mundiales que configuran prácticamente un Estado mundial; en esta medida el punto de vista acerca de los "pueblos ahistóricos", las naciones sin Estado, las naciones subdesarrolladas, tiene que situarse en la óptica de la lucha por la revolución comunista mundial y, por tanto, de la autoconstitución del proletariado en nación en cada país.
Las comunidades precapitalistas que aspiran a su reconocimiento político y desarrollo económico, como las comunidades indígenas en América Latina; las naciones o nacionalidades sin Estado en los Estados europeos; las naciones subdesarrolladas de todos los continentes. Para todos estos casos el criterio fundamental sigue siendo que demuestren, por medio de la lucha contra la permanencia de su situación, su propia viabilidad histórica. Pero esta viabilidad no puede ya medirse según los parámetros capitalistas, sino según los parámetros comunistas. De este modo, si por un lado el comunismo permitirá la constitución libre de todas las comunidades nacionales, sobre la condición de su interrelación, cooperación y solidaridad comunistas a escala mundial, por el otro exige que, para ser progresivos, los movimientos en pro del reconocimiento y libertad nacionales tengan una orientación decididamente social, uniendo a la perspectiva de la libertad nacional la de la transformación social revolucionaria.
Por tanto, situándonos en el momento presente, el objetivo de la independencia o la libre autodeterminación nacional dentro del capitalismo no pueden, dadas las condiciones, ser en ningún caso apoyados por el proletariado como un principio general, sino solamente en casos concretos y desde la perspectiva de la revolución mundial. No obstante, la importancia táctica de esta cuestión es mucho mayor hoy que en el pasado, pues afecta directamente a la fase histórica en la que el movimiento proletario deberá madurar y desarrollarse en dirección a la transformación revolucionaria de la sociedad. En cualquier caso, aparte del respaldo o no a las luchas de liberación nacional según su contenido social, nuestra formulación no significa una política de oposición a la autodeterminación nacional como tal, incluso dentro del capitalismo, sino una oposición a las políticas nacionalistas que conducen a su falsificación para proletariado, reclamando al pueblo abstracto, a la sociedad civil nacional, como sujeto político del llamado derecho de autodeterminación, y mistificando las condiciones de la autodeterminación del proletariado como nación utilizando la ideología democrática burguesa.
Evidentemente, dado que estamos hablando de contenido social progresivo de los movimientos de liberación nacional, hemos que hablar de lo que se entiende por comunismo, de la comprensión acerca de la autoliberación del proletariado. Sin una comprensión clara de esto, según criterios histórico-materialistas, no de un modo idealista, no es posible determinar qué movimientos son realmente progresivos y cuales no, y, aún más, si lo son las prácticas sociales que estos movimientos desarrollan a escala masiva (pues existe la posibilidad cierta de que, en determinada fase de su desarrollo, una aspiración comunista pueda convivir mezclada aún con prácticas reformistas).
Si realmente se asocian independencia nacional y revolución social proletaria, entonces l@s comunistas podremos apoyar esos movimientos nacionales a pesar de sus incoherencias. Pero esto implica que estos movimientos no se dirijan contra el desarrollo del proletariado en el sentido de su autonomía de clase. Esto exige que sean verdaderos movimientos espontáneos y no engendros resultantes de las manipulaciones del "nacional-bolchevismo" o de la influencia del nacionalismo burgués -en resumen: que no sean movimientos de liberación nacional de carácter capitalista-.
En consecuencia de este análisis, nosotr@s no nos oponemos a ninguna forma de nacionalismo por principio, sino que nos oponemos a:
1) su carácter ideológico y rasgos sectarios o nacionales-exclusivistas;
2) su contenido teórico, organizativo y práctico no proletario, sino inspirado por otra visión e intereses de clase o estratos de clase;
3) la separación entre liberación nacional y revolución proletaria mundial.
Con el declive del capitalismo, en las naciones oprimidas una parte del proletariado comienza a evolucionar en la perspectiva de la unidad entre la revolución proletaria y la liberación nacional. Este camino implica atravesar todas las formas ideológicas existentes que intentan representar ese objetivo (a veces hipócritamente, a veces subordinando la primera a la segunda, a veces en un intento sincero pero impedido por una forma de conciencia práctica alienada). Es un camino que no puede recorrerse más que sobre la base de la actividad práctica y de la maduración a través de la correspondiente experiencia práctica. Bajo estas formas ideológicas, que podemos agrupar en el concepto de "socialismo nacional", se agrupan elementos pequeñoburgueses y proletarios, y dentro de estos últimos, elementos atrasados y avanzados. De estos elementos proletarios, los primeros no aspiran sinceramente al fin revolucionario, y en realidad buscan solamente mejorar su situación en el capitalismo, con lo cual el objetivo de la autodeterminación nacional bajo el capitalismo toma precedencia, por una simple cuestión de aparente viabilidad práctica, frente al objetivo revolucionario de clase. Los segundos, en cambio, aspiran realmente a la sociedad sin clases, y sólo se atan a la praxis reformista con la esperanza de que sirva para impulsar la lucha de clases en un sentido revolucionario. En la medida en que el carácter conservador y reformista de las ideologías nacionalistas de extrema izquierda se haga patente para estos elementos avanzados, se verán impulsados a separarse de estas organizaciones y a crear nuevos agrupamientos con base en los principios revolucionarios-comunistas.
En el caso concreto del anarquismo, tradicionalmente "apátrida", en realidad imbuido más o menos inconscientemente del nacionalismo de la burguesía nacional dominante, l@s proletari@s influenciados por esta ideología deberían llegar a comprobar la alienación de su política a respecto de sus intereses de clase en su forma nacional, pero esto puede ser algo mucho más difícil debido precisamente a las mistificaciones construidas en torno al indiferentismo nacional. Con todo, la experiencia demuestra que estas mistificaciones no hacen a las agrupaciones anarquistas impermeables al curso de la lucha de clases y a sus expresiones conscienciales.
En cualquier caso, lo que pretendemos aquí es contribuir a la clarificación del problema y preparar el camino para la organización revolucionaria comunista.
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