Las estadísticas del INEM ocultan en Andalucía a 260.744 parados
La metodología del Servicio Público de Empleo, modificada en febrero de 2008, excluye de las listas cinco categorías de perfiles, incluidos los desempleados en cursos de formación y algunos trabajadores del campo
F. Durán · B. Revilla
No es ningún secreto: la Encuesta de Población Activa (EPA), trimestral y homologable a la estadística europea, y el electrocardiograma mensual del Servicio Público de Empleo Estatal, antiguo INEM, se llevan bastante mal. Ofrecen distintas cifras porque parten de metodologías también diversas. La EPA es más fría en los tiempos que corren. Arroja invariablemente un mayor número de desempleados y permite además calcular la odiosa (para quien gobierna en España cuando arrecia una crisis) tasa de paro, ahora en el 17,93% en el país y en el 25,64% en Andalucía. Son los porcentajes correspondientes al tercer trimestre de 2009, presumiblemente mejores que los que completarán el cuadro del año pasado a finales de mes.
El método INEM se vale de algunos trucos para embellecer la realidad. O, como el trilero, para llevarla a su terreno. La comunidad andaluza sumaba a cierre de diciembre 1.309.396 demandantes de empleo, pero sólo 851.493 tenían la condición de parados. ¿Por qué? Porque la maquinaria contable excluye de las listas a 457.903 que a su vez quedan integrados en hasta seis categorías diferentes del parado puro y duro. Son las siguientes, tal y como aparecen en la nomenclatura: demandantes con disponibilidad limitada, con relación laboral, Teass (trabajadores eventuales agrícolas subsidiados), ocupados, demandantes de empleos específicos y otros no ocupados (Denos).
El colectivo más claramente legitimado para aparecer donde aparece (en el epígrafe de los no parados) es obviamente el de los ocupados con ganas de cambiar de aires: 197.159 en diciembre. Un cálculo sencillo permite alcanzar la primera conclusión: si se le resta esa cuantía al total de 457.903 no parados andaluces, se obtiene la masa de desempleados fantasma de la región, gente sin trabajo que sin embargo no computa en la radiografía autonómica. Son 260.744 personas que, añadidas a las 851.493 oficialmente sin empleo, elevarían el drama hasta 1.112.237 ciudadanos. Por ser justos, quizás sería necesario añadir un coeficiente corrector -ésa es misión de los magos de la estadística-, porque más de un experto podría discutir la presencia en ese recién citado limbo de algunos de los incluidos en las otras cinco categorías.
Por ejemplo, cuando uno piensa en los demandantes no ocupados, alias Denos. Ahí aparecen quienes solicitan un empleo a tiempo a parcial (de menos de 20 horas semanales), los estudiantes que quieren complementar su vida académica con unos ingresillos extra... y los inscritos en servicios previos al empleo, es decir, en itinerarios de inserción con formación (los ex trabajadores de Delphi ilustran perfectamente esta subdivisión). Éste último es un caso cuando menos discutible.
Hay otros. Los Teass, eventuales agrarios subsidiados, que tanto en Andalucía como en la vecina Extremadura funcionan con un puñado de peculiaridades. No son parados, de acuerdo, pero con 35 jornadas cotizadas al año logran el derecho a percibir una ayuda durante una serie de meses, igual que un desempleado con todas las de la ley. El limbo dentro del limbo. Son 119.404.
Los demás casos ofrecen menos dudas. Están los demandantes de empleos específicos (teletrabajo, lugar distinto a aquél en que tiene fijada su residencia), 6.073 en diciembre de 2009. Los demandantes con disponibilidad limitada (un inválido que busca un empleo compatible con su invalidez; los jubilados y prejubilados con ganas de volver al ruedo), otros 30.112. Y los clasificados como demandantes con relación laboral (aquellos afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo, los fijos discontinuos que quieren ser fijos continuos, las personas dedicadas a trabajos de colaboración social), 41.076 más.
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