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    Alemania, noviembre 1918 (del Socialist Standard)

    Rojillo Ibérico
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    Post  Rojillo Ibérico Tue Mar 06, 2012 4:16 am

    Publicamos el presente artículo que hemos traducido del Socialist Standard. Sin compartir necesariamente el 100 % de sus posiciones nos parece de una importancia crucial su reflexión de fondo: no se puede transformar la sociedad en sentido socialista sin socialistas, sin una mayoría de trabajadores que conscientemente están por esa transformación, lo cual supone también diferenciar el socialismo de las reformas o del Capitalismo de estado de tipo "soviético". Esto pone de relieve a estas alturas de la historia la acuciante necesidad de teoría revolucionaria y además efectiva (es decir que tenga una influencia real entre las masas).Prometemos futuros artículos en que precisemos a amplifiquemos nuestra posición. ICORSOC.

    La revolución alemana hace 80 años fue la única revuelta a escala nacional de los trabajadores en una sociedad capitalista avanzada. Consiguió derrocar al Kaiser, pero no al capitalismo. No fue así y no se podría haber sido de otra manera ya que no había una mayoría por el socialismo entre los trabajadores.
    El otoño pasado vimos el espectáculo de los trotskistas y otras variedades de leninistas conmemorar el 80 aniversario de la Revolución Rusa (de Octubre) con gran entusiasmo. El Partido Trotskista "Marxista" convocaba a una reunión para la ocasión cerca de mi recorrido habitual. Cuando pregunté en el puesto de convocatoria de la reunión sobre la revolución (con algunos folletos de aspecto muy bonito, todo hay que decirlo) cual era exactamente su plataforma, su respuesta fue "bueno ¿Conoces la Revolución Rusa?". Le conteste que era consciente de su existencia. "Bueno, nosotros, eh, bueno, pensamos que fue una buena cosa". Grandiosa, hermosa plataforma, bien pensado, amigo. Del mismo modo nuestro entusiasta local del Socialist Workers Party me animó a asistir a su gran reunión sobre la Revolución Rusa y "ver a Tony Cliff antes de morir", lo que me pareció un incentivo insuficiente para asistir a lo que sin duda habría sido una tarde muy aburrida.


    Todo esto, inevitablemente, me condujo a numerosos disputa a cara de perro con este tipo de personas, acerca de por qué la Revolución Rusa no era lo mejor que nunca hubiera pasado, incluyendo un encuentro muy desagradable y aterrador con una revolucionaria profesional sedienta de sangre del SWP oficina central ("La Cheka fue necesaria, para parar los pies a los contrarrevolucionarios", dijo, y yo me planteé el suicidio, desesperado por la condición de una especie humana que produce tal tipo de "socialista"). Inevitablemente, comoquiera que aludí a los crímenes de los bolcheviques, señaló los muchos defectos de la revolución, demostró que incluso el agradable y brillante señor Lenin perpetró los tipos de crímenes que normalmente se dice que solo empezaron con ese malvado señor Stalin, ellos tenían una última línea de defensa: ". La revolución rusa degeneró debido a la invasión de incontables países extranjeros, y el fracaso de la revolución alemana"


    El punto sobre la invasión en gran medida es una burla de su apoyo general para la revolución victoriosa, si en realidad no fue tan victoriosa, y por lo tanto puede ser desestimado. Sin embargo, su segundo punto es digno de un examen más detallado. Es cierto que Lenin estaba probablemente predicando el éxito de su revolución en base a una revolución socialista triunfante en Alemania y con la esperanza de que se difundiera en todo el mundo desde allí. Fino y elegante, pero todo esto cambia a Lenin de ser un hombre peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo, a un jugador peligroso que creía que podía conducir al mundo hacia el socialismo. Por otra parte, los defensores de esta tesis parecen muy capaces de desestimar la conclusión obvia a esta linea de defensa: que Rusia era en realidad un escenario secundario, una nota a pie de página en la historia, a la única revolución de los trabajadores intentada en un Estado capitalista avanzado; y que todas sus celebraciones sobre Rusia y el deseo de seguir su modelo son deficientes, porque Alemania es la historia del caso real que tiene que pasar el examen.


    En el momento de la primera guerra mundial, Alemania era la segunda economía industrial del mundo. Esto fue a pesar de tener un tercio de la población aun viviendo como campesinos feudales, y aun manteniendo un gobierno “cuasi-feudal” bajo un gobernante hereditario autocrático. También tenía uno de los mayores movimientos obreros de Europa (a pesar de haber sido el socialismo un credo criminalizado durante muchos años en Alemania). El Partido Socialdemócrata de Alemania (el SPD) tenía más de un millón de miembros y unos 4 millones y medio de votantes, así como numerosas publicaciones, grupos sociales afiliados, etc.


    El SPD aún hablaba y se reconocía como un partido socialista radical, aunque en los años previos a la guerra derivase cada vez más hacia el reformismo descarado, en parte porque se había vuelto muy institucional. Ejerciendo su propio papel y aliado con los sindicatos, era mucho más que una parte de la estructura de la sociedad. A pesar de esto, una pequeña parte de socialistas revolucionarios se mantuvo dentro del SPD, caracterizada por Rosa Luxemburgo, y que ascendía en número a entre tres mil o cuatro mil.


    Los verdaderos colores del SPD se mostraron durante la guerra, cuando casi todos sus miembros en el Reichstag apoyaron abiertamente la guerra y el partido difundió propaganda en el sentido de que la guerra era necesaria para detener la amenaza de la tiranía de Rusia. Esto poco a poco dio lugar a una escisión en el SPD en tres corrientes, con la eventual formación del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) en el grupo parlamentario y luego más lentamente con sus propios militantes. Los constituyentes de "extrema izquierda" se constituyeron en la Spartakusbund (Liga Espartaquista) con Karl Leibknecht y Rosa Luxemburgo como miembros destacados. Sin embargo, se mantuvieron dentro de las filas oficiales del USPD.


    En septiembre de 1918 estaba claro que Alemania ya había perdido la guerra. La expectativa de la mayoría de la clase dominante era preservar su estado más o menos intacto. Estaban desesperados para evitar una repetición de los acontecimientos en Rusia y el alzamiento masivo de allí. Los poderosos generales del ejército propusieron una forma de salvar al Estado alemán liberalizándolo e incorporando a algunos de los elementos más complaciente del SPD al gobierno. Estos últimos aceptaron y se unió a un gobierno con el príncipe Max von Baden como canciller.


    Consejos Obreros


    Bajo este régimen la situación se fue deteriorando. Los trabajadores que sufrían desde largo tiempo comenzaron a expresar su frustración por la rutina y la miseria que enfrentaban después de cuatro años de tiempo de draconianas restricciones de guerra. Más y más trabajadores, soldados y marineros desencantados comenzaron a emprender huelgas y motines. A finales de octubre la insurrección se difundió, conforme los trabajadores en todo el país se levantaban contra el gobierno. Comenzando en el puerto norteño de Kiel los consejos obreros comenzaron a constituirse en todo el país. El 5 de noviembre, Hamburgo (una de las ciudades más grandes del país) se convirtió en objeto de control por un consejo obrero. Sobre el día 8 ocurría lo mismo en las grandes ciudades de Alemania: Munich, Colonia, Frankfurt y e incluso Berlín.


    El resultado de la revuelta fue que el líder del SPD, Ebert, tomó el poder, y su colega Scheidemann declaró unilateralmente a Alemania república, en un intento por apaciguar a los rebeldes poniendo fin a la dominación de la aristocracia alemana. El Kaiser se fue al exilio. Si bien esta parte de la revuelta tuvo éxito, en realidad, no hizo sino terminar el trabajo comenzado por las revoluciones de 1848, con el establecimiento de una república burguesa plena en Alemania.


    Solo una pequeña parte de la clase obrera alemana era socialista revolucionaria. La gran mayoría de los trabajadores apoyaban al SPD como una cuestión de rutina, incluyendo su programa general de reforma del capitalismo. Por otro lado, los obreros revolucionarios eran pequeños en número. Cuando en febrero de 1919, la Liga Espartaquista renunciado a sus vínculos con el USPD formó un Partido Comunista Alemán (KPD) reconoció este problema: "El socialismo no puede ser creado por decreto, ni puede ser establecido por un gobierno. El socialismo debe ser creado por las masas mismas, por cada proletario". Su problema era que no había proletarios suficientes que estuvieran el socialismo. Los levantamientos de noviembre habían sido una reacción a las dificultades y la tiranía, no un deseo coherente para establecer el socialismo. Contrariamente a lo que Chris Harman del SWP escribe en su libro ‘La Revolución Perdida’, en la que condescendiente afirma que los trabajadores estaban "confundidos" por las divisiones dentro del "movimiento socialista", lo que la mayoría de los trabajadores querían era que el SPD para pusiese fin a sus penurias. Los espartaquistas reconocían que el apoyo masivo necesario para establecer el socialismo faltaba y que el socialismo no estaba en la agenda en ese momento, por lo que resolvieron oponerse a la convocatoria de una asamblea constituyente que a su juicio ayudaría a consolidar el Estado alemán y en su lugar tratar de ganar socialistas dentro de los consejos obreros.


    Algunos elementos exaltados de la izquierda alemana (en el USPD y otro grupo llamados los Delegados Revolucionarios (Obleute)) no estaban satisfechos con esta realidad, y el 5 de enero de 1919 montaron el mal llamado levantamiento espartaquista ("espartaquista" en los círculos del SPD se había convertido en un cajón de sastre para cualquier persona vagamente en desacuerdo con los dirigentes, así como la palabra "trotskista" en el moderno Partido Laborista- los espartaquistas, incluida Rosa Luxemburgo, de hecho se opusieron a un levantamiento, dándose cuenta de que el apoyo de las masas por el socialismo no estaba allí. Estos elementos llevaron a los obreros de Berlín, a un golpe de Estado para tratar de hacerse con el poder, con la esperanza de que se propagase en todo el país. No pudo ser. A falta de cualquier plan los trabajadores que habían seguido a los revolucionarios gloriosos estaban en guardia esperando que se les dijera qué hacer, y cuando se les dijo era un batiburrillo de órdenes contradictorias y confusas. El 11 de enero de 1919 el gobierno del SPD envió a las tropas, los notorios Freikorps, que de manera muy eficaz aplastaron el putsch fallido. El 17 de enero, tanto Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg fueron asesinados por las tropas de los Freikorps, y Berlín estaba bajo el control del gobierno una vez más.


    Aplastados por el Estado


    Este fue un patrón que se repetiría en muchas partes del país, así como cualquier otra lucha o conquista de los trabajadores fueron brutalmente aplastadas por el poderío militar. Los trabajadores descubrieron demasiado tarde el peligro de seguir a líderes, y, por mucho que los bolcheviques aplastaron toda la actividad independiente de la clase obrera en Rusia para establecer su dominio, también lo hizo el SPD en Alemania para preservar el estado capitalista alemán. Los trabajadores descubrieron que los costos de la imposibilidad de luchar contra un coordinado y bien armado estado, y si poca sangre se derramó en la rebelión inicial mucha se derramó cuando fue sofocada.


    Los trabajadores de Alemania, persistentemente siguieron a sus antiguos dirigentes, creyendo que éstos resolverían sus problemas por ellos, e incluso traer el “socialismo”, y por un tiempo creyeron en la palabrería del gobierno del SPD sobre la "socialización" de la industria. Al final, sin embargo, tuvieron que aprender del duro camino de la ceguera de seguir a líderes. La revolución alemana muestra, no como Chris Harman cree que si el KPD hubiera tenido más disciplina (léase que hubiese aplicado el principio leninista de "centralismo democrático" y la obediencia a la dirección) podría haber controlado más situaciones y por lo tanto conducir a los trabajadores a una revolución con éxito (en las coordenadas rusas). Es que, cuando la clase obrera no tiene la voluntad de establecer el socialismo, no puede ser, y tratar de formar socialistas en el calor de un proceso de cuasi-guerra civil es casi imposible. Ninguna cantidad de liderazgo, sino sólo una mayoría de trabajadores socialistas conscientes podrían haber llevado a cabo la revolución en Alemania. La sangrienta derrota del putsch y de los levantamientos mostró cómo la violencia, especialmente de parte de una minoría, es suicida contra un Estado persistente organizado. La historia demuestra que no es el estado en que fue "aplastado", sino los revolucionarios y muchos trabajadores inocentes también.


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    Post  alberto a. Thu Mar 08, 2012 8:30 pm

    ROSA HACE MUCHO CONTESTÓ ESTOS ARGUMENTOS ELEMENTALES, QUE SE VUELVEN A REPETIR REPETIR REPETIR REPETIR....

    Rosa L. en "¿Reforma social o revolución?", 1900, dice:

    "Bernstein presenta su teoría advirtiendo al proletariado sobre los peligros de tomar el poder con demasiada premura. Es decir que, según Bernstein, el proletariado debe permitir que la sociedad burguesa subsista bajo su forma actual, y sufrir una terrible derrota. Si el proletariado llegara al poder, podría sacar de la teoría de Bernstein la siguiente conclusión “práctica”: irse a dormir. Su teoría condena al proletariado, en el momento más decisivo de la lucha, a la inactividad, a la traición pasiva de su propia causa.
    Nuestro programa sería un mísero pedazo de papel si no nos sirviera en todas las eventualidades, en todos los momentos de la lucha y si no nos sirviera por su aplicación y no por su no aplicación. Si nuestro programa contiene la fórmula del desarrollo histórico de la sociedad del capitalismo al socialismo, debe también formular, con todos sus fundamentos característicos, todas las fases transitorias de ese proceso y, en consecuencia, debe ser capaz de indicarle al proletariado la acción que corresponde tomar en cada tramo del camino al socialismo. No puede llegar el momento en que el proletariado se encuentre obligado a abandonar su programa, o se vea abandonado por éste.
    85
    En la práctica, esto se revela en el hecho de que no puede llegar el momento en que el proletariado, colocado en el poder por la fuerza de los acontecimientos, no esté en condiciones o no tenga la obligación moral de tomar ciertas medidas para la realización de su programa, es decir, medidas transitorias que conduzcan al socialismo. Tras la creencia de que el programa socialista puede derrumbarse en cualquier momento de la dictadura del proletariado se oculta la otra creencia de que el programa socialista es, en general y en todo momento, irrealizable.
    ¿Y qué pasa si las medidas transitorias son prematuras? Esta pregunta oculta una enorme cantidad de ideas erróneas respecto del verdadero curso de una transformación social.
    En primer lugar, la toma del poder político por el proletariado, es decir, por una gran clase popular, no se produce artificialmente. Presupone (con excepción de casos tales como la Comuna de París, en la que el proletariado no obtuvo el poder tras una lucha consciente por ese objetivo, sino que éste cayó en sus manos como una cosa buena abandonada por todos los demás) un grado específico de madurez de las relaciones económicas y políticas. He aquí la diferencia esencial entre los golpes de Estado según la concepción blanquista, realizados por una “minoría activa” y que estallan como un pistoletazo, siempre en un momento inoportuno, y la conquista del poder político por una gran masa popular consciente, que sólo puede ser producto de la descomposición de la sociedad burguesa y, por tanto, lleva en su seno la legitimación política y económica de su aparición en el momento oportuno.
    Si, por lo tanto, vista desde el ángulo de su consecuencia política, la conquista del poder político por la clase obrera no puede materializarse “prematuramente”, desde el punto de vista del mantenimiento del poder, la revolución prematura, cuya sola idea le provoca insomnio a Bernstein, pende sobre nosotros cual espada de Damocles. Contra esto, de nada sirven preces ni súplicas, sustos ni angustias. Y esto es así por dos razones muy sencillas.
    En primer lugar, es imposible pensar que una transformación tan grandiosa como es el pasaje de la sociedad capitalista a la sociedad socialista pueda realizarse de un plumazo feliz. Considerar esa posibilidad es, nuevamente, darles crédito a concepciones claramente blanquistas. La transformación socialista supone una lucha prolongada y tenaz, en el curso de la cual es bastante probable que el proletariado sufra más de una derrota, de modo que la primera vez, desde el punto de vista del resultado final de la lucha, necesariamente llegará al poder “inoportunamente”.
    86
    En segundo lugar, será imposible evitar la conquista “prematura” del poder estatal por el proletariado, precisamente porque estos ataques “prematuros” del proletariado constituyen un factor, y, en verdad, un factor de gran importancia, que crea las condiciones políticas para la victoria final. En el curso de la crisis política que acompañará la toma del poder, en el curso de las luchas prolongadas y tenaces, el proletariado adquirirá el grado de madurez política que le permitirá obtener en su momento la victoria total de la revolución. Así, estos ataques “prematuros” del proletariado contra el poder del Estado son en sí factores históricos importantes que ayudan a producir y determinar el momento de la victoria definitiva. Vista desde este punto de vista, la idea de una conquista “prematura” del poder político por la clase trabajadora parece un absurdo político derivado de una concepción mecánica del proceso social, que le otorga a la victoria de la lucha de clases un momento fijado en forma externa e independiente de la lucha de clases.
    Puesto que el proletariado no está en situación de adueñarse del poder político sino “prematuramente”, puesto que el proletariado tiene la obligación absoluta de tomar el poder una o varias veces “prematuramente” antes de conquistarlo en forma definitiva, oponerse a la conquista “prematura” del poder no es, en el fondo, sino oponerse en general a la aspiración del proletariado de adueñarse del poder estatal. Así como todos los caminos conducen a Roma, así también llegamos lógicamente a la conclusión de que la propuesta revisionista de despreciar el objetivo final del movimiento socialista es, en realidad, recomendarnos que renunciemos al movimiento socialista en sí."
    Rojillo Ibérico
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    Post  Rojillo Ibérico Fri Mar 09, 2012 6:08 am

    ¿Quieres decir que estos argumentos te parecen comparables a Bernstein?
    alberto a.
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    Post  alberto a. Thu Mar 15, 2012 7:29 am

    Cro:
    lo que digo es que el artículo que usted copia de Smeet tiene muchos puntos de contacto con aquel reformism y con aquel negacionismo.
    Generalmente los argumentos giran en torno a las mismas cuetiones: falta de madurez de las masas o falta de madurez de la situación política; falta de conciencia "socialista" del proletariado; y en general, convencimiento de que el capitalismo no se encuentra en declive sino, o bien estantacado, o bien en ascenso.
    Hay muchas variantes de estos aspectos en muchas argumentaciones diferentes.
    Lo que cité de Rosa en "¿Reforma social o revolución?" (1900) ataca algunos de esos puntos centrales. Da una explicación que me parece muy profunda.
    Agrego ahora estos fragmentos de Rosa en otro lado:
    "Objetivamente, la cuestión que más importa analizar es la del papel de las organizaciones socialdemócratas en las luchas de masas proletarias en general. Es curioso, en verdad, que sea en aquellos países en los que la social-democracia y los sindicatos son más potentes donde se manifiesten las mayores dudas en cuanto a la madurez de la clase obrera y a su capacidad para desencadenar acciones de masas. En Suecia y en Holanda, en Bélgica y en Italia, en España y en Rusia, en Francia y en Austria, en Suiza y en Hungría, desde hace una decena de años hemos conocido numerosas huelgas de masas de diversos tipo... ¡y ha de ser en Alemania solamente, país modelo de la organización, de la disciplina y de las victorias electorales donde al parecer el proletariado no se e ncontraría todavía maduro para la huelga de masas! Tales opiniones serían un tristísimo testimonio del valor de nuestras organizacioness a menos que se trate de la manifestación de una asombroso perspectiva histórica. De darles crédito, no estaríamos "maduros", evidentemente, para la huelga de masas más que el día en el que el último hombre y la última mujer de la clase obrera se adhiriesen a la sección socialista. Semejante celo organizdor sería muy loable si no expresara una peligrosa subestimación del papel histórico y capacidad de acción de la gran masa de inorganizados. En último análisi, hay que ponerse los puños en las sienes y plantearse la cuestión siguiente: ¿cómo ha podido desenvolverse hasta ahora la historia mundial sin nosotros, sin nuestras secciones, sin la dirección del Partido y sin el grupo parlamentario? Se olvida a menudo en nuestras filas que la lucha de clases no es un producto de la social-democracia, sino que es justamente a la inversa, es decir, que la social-democracia no es otra cosa que el producto, el más reciente, de la lucha de clases. La lucha de clases es tan vieja como la sociedad de clases, y siempre y por doquier han sido las masas laboriosas las que, llegado el momento, han actuado, las que han librado las batallas, las que han decidido la lucha, todo lo cual han emprendido y culminado sin nuestras secciones y sin nuestros militantes..." (Cuestiones de táctica, creo que de 1913, a confirmar.)
    Y sigue con argumentos de fondo que deerriban tanto los argumentos de quienes ven en Rosa convicciones de "espontaneísmo" como de "organizacionismo". Es largo de citar y no lo tengo en versión digital. Cuando lo tenga lo subo al Espacio Rosa Luxemburg: www.rosaluxemburg.com.ar

    Saludos

    Ponga en relación esto, con los otros argumentos citados, y se entiende perfectamente, así opino, el fondo de la ciuestión en debate.
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    Post  Rojillo Ibérico Fri Mar 23, 2012 8:39 am

    Vamos a ver, hay una serie de puntos que tenemos en común con el artículo (que no necesariamente suscribo al 100%). Pero no pone en duda la traición de clase de la socialdemocracia, además de reivindicar a Rosa y a los espartaquistas en general como los más consecuentes en la tradición marxista. Simplemente dice una cosa muy simple: no se puede construir el socialismo sin una mayoría consciente de trabajadores posicionados a favor del socialismo. Y esto lamentablemente era así en 1918-1919: la lucha heroica y consiguiente insurrección contra la guerra no supuso una concienciación en torno al socialismo y el papel de la socialdemocracia. La mayor parte de los trabajadores seguían creyendo (erroneamente) que el SPD era un partido que luchaba por el socialismo (solo después de salir a la luz los pactos de Ebert con la reacción nacionalista perdería la mitad de los votos); otros más audaces apoyaban al USPD que siquiera era capaz de ofrecer una política unitaria; el espartaquismo (con unos cuentos miles de militantes)que provenía de una escisión del USPD era todavía una corriente muy minoritaria y la misma Rosa era consciente de la ingente tarea de educación política que había que hacer para ganar a los trabajadores por el socialismo. No solamente el P. Spartakista era minoritario en militantes, sino en representantes delegados de los Consejos Obreros; que pese a la radicalidad de la base tenían una gran mayoría de representantes del SPD (algunos del USPD)y el clima general rea de "unidad". Esa "unidad" con un partido traidor como el SPD era imposible, pero implicaba un inmenso trabajo de propaganda, agitación y formación por parte del Espartaquismo. Pero Rosa siempre se opuso a que una minoría de trabajadores se arrogase el poder de hablar por todos. La insurrección de Enero fue en parte una provocación de Ebert en la que los jovenes más inexpertos cayeron pensando en la posibilidad de instaurar el socialismo de forma insurreccional. Rosa se opuso, pero fiel al compromiso con el partido participó en una insurrección que sabía perdida de antemano.

    "Reforma y revolución" va mucho más allá de la cuestión de la madurez o no de las condiciones. Era una crítica al reformismo Bersteiniano. Pero no era consciente Rosa de lo arraigado que estaba el oportunismo en el SPD y en la II Internacional. Lo que está claro es que cuando la mayoría del proletariado vive bajo una falsa conciencia (SPD+República= Socialismo, en realidad un Capitalismo de Estado de base nacional)en gran parte producto de lo que era realmente la conciencia difundida por la socialdemocracia, no queda más remedio que ganar a los trabajadores para la causa del socialismo y los "atajos" insurreccionales solo sirven para estrellarse contra un muro.Tengamos en cuenta que Rosa en "Reforma y revolución" creía contar con un partido realmente socialista (si bien indeciso): pero la realidad que mostró la guerra fue mucho más dura el SPD estaba podrido y era un partido nacional-reformista y en 1918 el trabajo de clarificación y ajuste con el pasado a eses respecto todavía seguía siendo necesario (recordemos que los marinos sublevados en Kiel en noviembre del 18 recibieron con entusiasmo como lider "revolucionario" nada menos que a ..... Noske!!! o Ebert se tuvo que "disfrazar" cara a los obreros de "comisario del pueblo" mientras pactaba con los militares prusianos la disolución de los consejos obreros y la represión de los "díscolos" comenzando por los espartakistas.

    Y en este posicionamiento creo que el artículo no deja ningún tipo de ambiguedad.

    PD: Creo que una de las carencia del artículo son la subestimación del potencial de los consejos obreros, además de creo algunas inexactitudes históricas.

    Saludos socialistas internacionalistas.

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